
El patógeno viral que infecta ya a 5,1 millones de personas y ha causado 333.398 muertes en todo el mundo se ha convertido en el mejor representante de la globalización, y no para bien. Este proceso, que realmente vivió su momento de gloria entre 1980 y 2008, comprende muchos elementos distintos, desde flujos transfronterizos de comercio, inversión, datos hasta ideas y tecnología, sin olvidar a las personas, incluidos trabajadores, turistas y estudiantes.
Actualmente, el brote del COVID-19 se ha convertido en la justificación perfecta para los detractores de una integración que, desde el azote de la crisis financiera, ha sufrido una desaceleración evidente, con el ratio de exportaciones a nivel mundial con respecto al PIB global situándose aproximadamente en el 53,5% durante el primer año del republicano, Donald Trump, al mando de la Casa Blanca. Casi 10 puntos menos desde su punto álgido. El presidente de Estados Unidos ha instigado desde su toma de posesión un conflicto abierto tanto con sus socios comerciales, véase la Unión Europea, como con sus antagonistas, con el punto de mira concentrado en Pekín.
"La crisis del 2008 pegó muy duro al comercio global. Luego vino el Brexit, la guerra entre Trump y China, que aún no ha terminado dado que si hay un área común entre los demócratas y los republicanos, es el problema comercial con China. Todas estas olas nos han ido llevando a la desglobalización", explica a este periódico Carmen Reinhart, nueva economista jefe del Banco Mundial. Ahora, esta experta en diseccionar las crisis a lo largo de la historia, considera que el COVID-19 se ha convertido en el último clavo en el ataúd de la globalización dado que incluso cuando Europa y Estados Unidos se recuperen "el comercio global tal cual cómo lo conocíamos antes del virus no va a volver".
Una advertencia que llega avalada por las cifras. La Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey ha registrado una disminución del 97 por ciento en los pasajeros en los aeropuertos JFK, LaGuardia y Newark. Las exportaciones de automóviles mexicanos cayeron un 90% en abril mientras el 21% de los viajes transpacíficos de contenedores en mayo han sido cancelados.
A medida que se reabren las economías, la actividad se recupera, pero eso no implica un regreso al movimiento sin restricciones. Está previsto que el comercio mundial de bienes pueda reducirse hasta un 30% este año y solo en los primeros diez días de mayo, las exportaciones de Corea del Sur, un gigante comercial, cayeron un 46% interanual, probablemente la peor caída desde que comenzaron los registros en 1967.
Para Mark Zandi, economista de Moody´s Analytics, cada vez más gobiernos en todo el mundo se han vuelto escépticos con los méritos de la globalización, el comercio, la inmigración y la inversión. Algo que ha fomentado la pandemia al cerrar fronteras en todo el mundo y fulminar buena parte del comercio. "Nadie está invirtiendo, va a tomar tiempo reabrir de manera constante y sostenida, y no está claro que veamos el mismo grado que antes del virus", avisa.
Algunos hablan ya de gobiernos que solo abrirán sus fronteras a países con protocolos de salud similares: una de estas "burbujas de viaje" incluye Australia y Nueva Zelanda. Precisamente la industria aeronáutica y de las aerolíneas es una de las más afectadas. El propio consejero delegado de Boeing, Dave Calhoun, estima que recuperar la tasa de tráfico previa a la crisis podría llevar entre tres y cinco años. Airbus, su eterno competidor europeo, ha reducido su producción en un tercio.
Pero Zandi también incide en que debido al alto desempleo, los salarios más bajos y el estrés financiero, "se fomentará el sentimiento nacionalista que ya es evidente en muchas partes del mundo y eso implica ser más insular, mirar hacia adentro y dar la espalda al resto del mundo".
Los gobiernos de todo el mundo se han vuelto escépticos respecto a la globalización
Prueba de ello está en las medidas de Trump, que busca reducir aún más la inmigración, argumentando que los empleos deberían ir a los estadounidenses. También tantea una serie de exenciones fiscales para alentar a los fabricantes patrios para que repatríen sus cadenas de producción, especialmente desde China.
Dinámicas que se observan ya en otras partes del mundo. Narendra Modi, el primer ministro de la India, aseguró recientemente que el país ha emprendido una nueva era de autosuficiencia económica. El estímulo japonés para paliar los efectos económicos del COVID-19 incluye subsidios para empresas que repatríen fábricas y la Unión Europea habla ya de une "autonomía estratégica".
Es por ello que Paul Donovan, economista jefe global de UBS, considera que a partir de ahora se acelerará lo que define como "localización". "Las empresas globales seguirán existiendo, pero fabricarán sus productos lo más cerca posible del consumidor", explica a elEconomista. Según su teoría durante los últimos 25 años las cadenas de producción se han hecho cada vez más grandes y complicadas porque era más barato usar mano de obra en todo el mundo, algo que ya no ocurre. Ahora la complejidad de estas tramas se ha encarecido y es por ello que entre los próximos dos y cinco años, muchas compañías optarán por trasladar su producción lo más cerca de casa posible.