
El que fue el principal motor de la economía española, ahora es muy probable que no pueda acompañarla. Según las previsiones presentadas esta semana por la Comisión Europea, la demanda exterior se mantendrá muy débil y contribuirá negativamente al crecimiento de la economía española, concretamente un -0,1 puntos para 2020 y no supondrá una fuerza importante para el crecimiento en el rebote que se espera para 2021 (+0,3 puntos), muy lejos de las contribuciones que ha ido haciendo a lo largo de los últimos años.
En el 'pico' del ciclo económico (2016), el sector exterior supuso un tercio de la tasa de crecimiento de la economía (el PIB real se incrementó en un 3% interanual) pero incluso el año pasado 2019 fue un cuarto del avance de España (+2%). A lo largo tanto de las fases de expansión y desaceleración del ciclo económico (2013-2019) como en los últimos años de la anterior crisis, la demanda externa fue la salida natural de las empresas españolas buscando nuevos mercados, fidelizando la demanda y construyendo un arquetipo de crecimiento nunca imaginado en las últimas décadas: un crecimiento 'sano' que no necesitaba de endeudarse de forma neta con el exterior sino todo lo contrario, generando ahorro en la cuenta corriente sólo por detrás del país más exportador de Europa y más ahorrador como es Alemania.
Ahora, atendiendo a las estimaciones de la Comisión Europea, el ratio sobre PIB del saldo por cuenta corriente aumentará hasta el 3,2% del PIB, pero será un 'espejismo', ya que tanto la Comisión como otros organismos que han hecho estimaciones al respecto observan una caída todavía mayor de las importaciones (-21,1%) frente a la caída de las exportaciones (-19,8%) y, evidentemente, una bajada de casi el 10% en el denominador de este ratio (el PIB). De esa manera, aparentemente mejoraría el saldo exterior (en términos nominales sería de 36.100 millones de euros) pero no es más que el efecto contable de un desplome en toda regla de la demanda interna, especialmente de la inversión total (-21%) y de la inversión en bienes de equipo (-23%).
Precisamente, el desplome de la inversión también hace mejorar de forma artificial la posición financiera neta de la economía española, colocándola con una capacidad financiera neta de 3,5 puntos de PIB en 2020 y 3 puntos en 2021. Este dato sería todavía más alto si las AA.PP no desahorraran el 7,8% del PIB que prevé Bruselas, ya que el ahorro privado nacional se puede disparar hasta prácticamente el 30% del PIB y hasta el 14% de la renta disponible en el caso de las familias. Una caída del consumo interno cercana al 10% anual es el factor que hace mejorar de forma aparente estas magnitudes en un momento en que la posición global de solvencia de España es más importante si cabe para captar un enorme volumen de recursos vía colocaciones de deuda pública en los próximos meses.
Habrá que esperar unos meses para clarificar el escenario internacional, especialmente con la recuperación que en los países de nuestro entorno se espera, para que se pueda recuperar la potencia exportadora española que cambió por completo desde 2010. Esto sigue teniendo profundas raíces estructurales que resistirán sin duda a la pandemia, sin embargo, la coyuntura ha dejado parados sectores enteros que han sido protagonistas del 'boom' exportador de los últimos años como el turismo, los componentes de automóvil, la industria química, los servicios financieros o incluso la industria agroalimentaria. España es especialmente dependiente de lo que hagan las grandes economías de la Unión Europea, a las cuales se dirige el 62,2% de las exportaciones (55% en la Eurozona) y también de forma especial Reino Unido con una cuota del 7,1% del total de los productos españoles.