Todavía no es una estrella de rock. Por eso, Thomas Piketty pide disculpas por el retraso que ha sufrido su avión a Madrid, un daño colateral de las huelgas que están teniendo lugar en Francia y de la niebla que campó ayer por la mañana en la capital española. Camisa azul y rostro radiante, el economista francés superventas -en España su nuevo libro ya lleva más de 4.000 ejemplares vendidos- defiende con convicción las ideas plasmadas en Capital e ideología. Reconoce que se trata de "un libro optimista que intenta aprender de la historia". En su apasionada lucha contra la desigualdad, que despliega en este encuentro como un torbellino de palabras e ideas encadenadas casi sin respirar, Piketty recuerda que ha habido períodos en los que la desigualdad decreció en el mundo, y anima a abrir un debate libre de tecnicismos que conduzcan a un auténtico cambio. Después de todo, este economista concibe su campo de estudio como "una ciencia moral y social".
Herencias de 125.000 euros, más impuestos a la riqueza o rotación de la propiedad son algunas de las propuestas más controvertidas de Thomas Piketty, que debe gran parte de su fama a sus estudios históricos sobre la desigualdad de la renta y la riqueza. En esta segunda obra ha decidido profundizar en temas más específicos como los nacionalismos, entre otras cuestiones. Durante la presentación de este segundo libro, el economista francés ha querido dejar claro que el nacionalismo catalán tiene un fuerte componente económico y que negar esto sería un tanto "ingenuo".
Piketty reconoce que son muchas las dimensiones que pueden estar detrás del nacionalismo en Cataluña, como pueden ser todas las que engloban las diferencias culturales e históricas, pero también resalta que "habría que ser un poco ingenuo para creer que la dimensión económica es completamente insignificante, los que apoyan la independencia en Cataluña creen que es importante mantener los impuestos que se recaudan allí". Por ello, Piketty cree que el apoyo al secesionismo es mucho más alto entre las clases altas.
El economista francés apunta que el rechazo a desviar los ingresos fiscales es algo habitual en las regiones y ciudades más ricas de varios países desarrollados, "entiendo que la gente quiera sus impuestos para ellos, igual que los californianos o los parisinos, pero al final la mayor parte de los impuestos en California son federales y van al gobierno central o federal".
En el caso de la Unión Europea avance y se conforme una especie de unión fiscal, los impuestos de los catalanes también irán a financiar programas como Erasmus y otras inversiones para lograr una convergencia más rápida de las regiones o países más atrasados. "Si ellos van a seguir pagando los mismos impuestos tanto dentro como fuera de España habría que ver qué contestarían, si quieren la independencia o no... la diversidad cultural tiene cosas muy buenas, pero si quieres ser parte de una economía común con un sistema federal, una parte de los impuestos se van a ir a otras federaciones", sostiene Piketty.
La 'trampa secesionista'
El economista francés dedica varias páginas a lo que ha llamado "trampa secesionista y síndrome catalán", donde ofrece cifras que vinculan directamente el nivel de renta y de formación académica con el deseo de alcanzar la independencia. "Es extremadamente chocante comprobar que el nacionalismo catalán es mucho más acusado entre las categorías sociales más favorecidas que entre las más modestas", afirma Piketty.
Los culpables de este conflicto también está fuera de las fronteras españolas. "Europa también tiene una gran responsabilidad en esta crisis. Además de la gestión calamitosa de la crisis de la zona del euro, sobre todo en perjuicio de España, desde hace décadas, la Unión Europea promueve un modelo de desarrollo basado en la idea de que es posible tenerlo todo: la integración en un gran mercado europeo y mundial, todo sin verdaderas obligaciones de solidaridad y de financiación de los bienes públicos".
Si en la Unión Europea existiese una armonización fiscal real y una regulación idéntica para todo el 'club' de países, los deberes fiscales (financiar la inversión y los gastos de otros más pobres) de Cataluña serían los mismos dentro de España que fuera, lo que reduciría el apetito por la independencia. Por otro lado, la austeridad impuesta desde Bruselas, que ha afectado y mucho a países como España, también ha fomentado el descontento en un región rica que se siente 'atrapada' en la 'pobre' España.
El economista galo argumenta que la autonomía fiscal desempeña un papel central en Cataluña, "sobre todo tratándose de una región notablemente más rica que la media española". Aunque Piketty es consciente de la dimensión cultural y sociolingüïstica en el deseo secesionista de los catalanes, eleva la cuestión fiscal como esencial al conflicto, devenido del sistema español de repartir al 50% los impuestos recaudados de IRPF entre Estado y autonomías.
Piketty advierte que España es uno de los países más descentralizados del mundo en materia fiscal, y esta misma normativa abre la vía a los habitantes de una región a preferir gestionar internamente el 100% de su recaudación impositiva, sin ceder la mitad al Estado en aras de la redistribución solidaria. "Es natural pensar que los contribuyentes más acomodados se sientan especialmente exasperados por la idea de que sus impuestos, en parte, sean destinados a otras regiones", explica.
Un sistema tan descentralizado termina enfrentando a las comunidades entre ellas y reduce la cohesión
"Un sistema de este tipo plantea muchos problemas", concluye Piketty, "en el sentido de que daña la idea misma de solidaridad en el seno del país y termina por enfrentar a las regiones entre ellas, lo que resulta especialmente problemático tratándose de una herramienta como el impuesto sobre la renta, que se supone debe reducir las desigualdades entre los más pobres y los más ricos, al margen de las identidades regionales o profesionales".
Así, de este modo, la verborrea de Piketty se corta en seco una hora después. No hay tiempo para más. En lo que se tarda en guardar el cuaderno de notas y volver a mirar arriba, el francés ha desaparecido. Literalmente, se lo han llevado en volandas. Después de todo, quizá sí se haya convertido ya en una estrella de rock.