
Thomas Piketty, bautizado como la estrella del rock de la economía mundial desde la publicación de su obra El capital en el siglo XXI (2013), multiplica ahora las expectativas con su nuevo libro, Capital e ideología (Deusto). En este volumen se adentra en la historia de la desigualdad y se atreve con propuestas novedosas para frenar las ansias de independentismo en Cataluña y compensar la influencia de los poderes económicos y financieros sobre los procesos políticos.
El economista francés ha dedicado varias páginas y un par de gráficos a lo que ha llamado "trampa secesionista y síndrome catalán", donde ofrece cifras que vinculan directamente el nivel de renta y de formación académica con el deseo de alcanzar la independencia. "Es extremadamente chocante comprobar que el nacionalismo catalán es mucho más acusado entre las categorías sociales más favorecidas que entre las más modestas", afirma Piketty.
El autor de Capital e ideología compara este vínculo con los referendos sobre la Unión Europea celebrados en Francia (años 1992 y 2005) y Reino Unido (2016), en los que las clases más modestas rechazaban el concepto de la unidad en un marco continental común mientras que éste era abrazado por los ciudadanos de mayor estatus socioeconómico. Cataluña, en realidad, sigue el mismo patrón, ya que los mismos independentistas 'pudientes' optan por una permanencia en la Unión Europa como Estado independiente segregado de España.
Piketty plantea que "tal vez España haya ido demasiado lejos" con la descentralización fiscal, favoreciendo con ello la exigencia de los catalanes de querer para sí el 100% de sus tributos
El economista galo argumenta que la autonomía fiscal desempeña un papel central en Cataluña, "sobre todo tratándose de una región notablemente más rica que la media española". Aunque Piketty es consciente de la dimensión cultural y sociolingüïstica en el deseo secesionista de los catalanes, eleva la cuestión fiscal como esencial al conflicto, devenido del sistema español de repartir al 50% los impuestos recaudados de IRPF entre Estado y autonomías.
Piketty advierte que España es uno de los países más descentralizados del mundo en materia fiscal, y esta misma normativa abre la vía a los habitantes de una región a preferir gestionar internamente el 100% de su recaudación impositiva, sin ceder la mitad al Estado en aras de la redistribución solidaria. "Es natural pensar que los contribuyentes más acomodados se sientan especialmente exasperados por la idea de que sus impuestos, en parte, sean destinados a otras regiones", explica.
El que fuera primer director de la Paris School of Economics compara la normativa fiscal descentralizada española con casos de grandes naciones federales como Estados Unidos y Alemania, donde ninguno de los estados o länder -en el caso alemán- conservan ninguna parte de la recaudación tributaria de sus territorios. Piketty apunta que "tal vez España haya ido demasiado lejos" con su descentralización fiscal, favoreciendo la exigencia de los catalanes de querer para sí el 100% de sus tributos. Lo que popularmente identificaríamos como una situación en la que se da la mano y te acaban cogiendo el hombro.
Si la parte esencial de los impuestos pagados por las rentas altas catalanas alimentara el presupuesto federal europeo, como es el caso en Estados Unidos, la salida de España tendría un interés limitado para Cataluña
"Un sistema de este tipo plantea muchos problemas", concluye Piketty, "en el sentido de que daña la idea misma de solidaridad en el seno del país y termina por enfrentar a las regiones entre ellas, lo que resulta especialmente problemático tratándose de una herramienta como el impuesto sobre la renta, que se supone debe reducir las desigualdades entre los más pobres y los más ricos, al margen de las identidades regionales o profesionales".
Identificado el hueso del problema, el autor de El capital en el siglo XXI apuesta por una solución en la que reclama la responsabilidad europea con un modelo de integración que también incluya la obligación de solidaridad y financiación de los bienes públicos. Para esto, sería necesario un presupuesto federal europeo similar al estadounidense y alimentado por los impuestos de todas las regiones. "Si la parte esencial de los impuestos pagados por las rentas altas catalanas alimentara el presupuesto federal europeo, como es el caso en Estados Unidos, la salida de España tendría un interés limitado para Cataluña desde el punto de vista económico. Para huir de la solidaridad fiscal, habría hecho falta salir de Europa". Los catalanes independentistas no verían con buenos ojos, sin lugar a dudas, esta última consecuencia.
Bonos para la igualdad democrática
La influencia de los poderes económicos y financieros sobre los procesos políticos es otra de la preocupaciones manifestadas por Thomas Piketty en su última obra. El economista, muy crítico con el sistema de financiación de los partidos políticos en los países occidentales pese a las regulaciones impuestas en EEUU, Alemania, Italia o Francia -que juzga insuficientes-, asegura que la estructura de la desigualdad está estrechamente vinculada al régimen político consolidado. El ideal democrático de "un hombre o mujer, un voto" se rompe, a su entender, cuando se incorpora la acción de intereses financieros a través de donaciones, campañas en medios de comunicación o think tanks.
Las preferencias políticas de los más ricos son directa y explícitamente subsidiadas por el resto de la población
Piketty toma el ejemplo de la regulación francesa, donde se permiten donaciones particulares a formaciones políticas de hasta 7.500 euros al año. Sin embargo, estas donaciones están sujetas a deducciones de dos tercios de su valor, el equivalente a 5.000 euros en el caso máximo. "Las preferencias políticas de los más ricos son directa y explícitamente subsidiadas por el resto de la población", denuncia el autor.
Los importes totales por deducciones fiscales en estas donaciones alcanzarían los 70 millones de euros anuales, equivalente a la financiación pública concedida oficialmente a los partidos, que, en la práctica, equivale a gastar entre 2 y 3 euros por ciudadano francés al año. A estos 3 euros habría que sumarles el gasto de las deducciones por las donaciones realizadas por las rentas más altas.
Para poner coto a este 'subsidio' de las preferencias ideológicas de los ricos, Piketty propone un sistema de bonos que consiste en entregar a cada ciudadano un cheque anual de 5 euros para financiar al partido que elija, siendo una formación con una representación mínima establecida. "El sistema de bonos para la igualdad democrática iría acompañado de una prohibición total de las donaciones de empresas y otras entidades jurídicas a los partidos y de una limitación radical a las donaciones y contribuciones de particulares", añade el profesor de la Paris School of Economics.
Con los bonos, se eliminaría la influencia económica de empresas y contribuyentes de rentas altas sobre las opciones ideológicas, y cada ciudadano del país tendría en su poder la opción de contribuir de igual manera a la financiación de estas plataformas representativas. Piketty va más allá y apoya las tesis de la también economista gala Julia Cagé, que apuesta por implementar este sistema de bonos para financiar otros aspectos diferentes de la política, como "asociaciones, fundaciones y sectores de actividad susceptibles de recibir donaciones". La cultura, la salud, la educación, los medios de comunicación e incluso los cultos religiosos formarían parte de este listado en el que los ciudadanos, asimismo, podrían elegir para destinar una idéntica cantidad económica que no privilegiara las inclinaciones de una clase adinerada.