La tendencia del Índice de Precios al Consumo (IPC) tanto en España como en la zona euro es claramente bajista. El último dato del mes de septiembre muestra que los precios solo crecieron un 0,2% anual en España y un 0,8% en la zona euro, los datos más bajos desde 2016. Sin embargo, el deflactor del PIB (otro indicador habitual para medir la inflación y que tiene en cuenta una gama mucho más amplia de bienes y servicios que el IPC) desvela que los precios han subido un 1,8% anual en España y un 1,7% en la zona euro. Esta brecha entre deflactor e IPC es producto de los diferentes componentes que calcula cada indicador, sin embargo deja entrever que quizá el coste de la vida está subiendo algo más rápido de lo que dice el IPC, que es el indicador estrella para gobiernos e institutos de estadística.
Por un lado hay que tener en cuenta que el IPC se calcula de forma mensual, mientras que el deflactor del PIB solo se publica de forma trimestral (al igual que el PIB), por lo que el último dato pertenece al segundo trimestre de este año. Aún así, en el segundo trimestre del año, la tendencia del IPC ya era a la baja, mientras que el deflactor avanzó con fuerza tanto en España como en la zona euro. Las tendencias son curiosas, mientras que el IPC muestra una dirección un tanto errática, el deflactor parece seguir una tendencia clara al alza desde 2014.
¿Cómo se calculan ambos indicadores?
El cálculo de IPC se realiza analizando los cambios de precios de una cesta con 479 artículos creada por los institutos de estadística. Estos bienes y servicios son considerados como muy importantes para el consumidor medio. Además, cada grupo y artículo tienen una ponderación que determina Eurostat (agencia de estadística de la Comisión Europea) para el índice armonizado de la zona euro. De modo que este es un indicador artificial que solo analiza una serie de bienes y servicios elegidos en función de los patrones de consumo. El mayor peso dentro de esta cesta la tienen los alimentos y las bebidas no alcohólicas con cerca de un 20% de ponderación, seguido del transporte con un 14,6%.

Esta composición da un peso especial a los bienes importados, por lo que el IPC guarda una fuerte relación con el precio del petróleo y de alimentos que vienen del exterior. Esto tiene bastante que ver con la actual desaceleración del IPC al albur de un petróleo que no levanta cabeza y de uno productos agrícolas que llevan tiempo sin subir de precio.
Por el contrario, el deflactor tiene en cuenta la variación conjunta de los precios de todos los bienes y servicios finales que se producen en una economía. Este indicador es el productor de dividir el PIB a precios corrientes entre el PIB a precios constantes, es decir, se usa para calcular el crecimiento real del PIB, que elimina el efecto distorsionador de los precios. Esa diferencia entre PIB real y PIB nominal es el deflactor. Lo usa con frecuencia el Banco de España para sus previsiones, y normalmente en esos cuadros suele existir gran correlación entre el IPC subyacente y el deflactor.
Para afinar todavía más la comparación se pueden medir el IPC subyacente que elimina los precios energéticos y los alimentos sin procesar. En este caso, la brecha se reduce bastante pero sigue siendo amplia. Este IPC en España fue del 1,1% en septiembre y del 1,2% en la zona euro, considerablemente por debajo de los datos del deflactor del PIB.
Esta no es la primera vez que se produce un desacoplamiento tan evidente en indicadores que normalmente guardan una correlación intensa. El Banco Central Europeo explica en un documento de 2015-2016 (fecha en la que se produjo otro desacoplamiento intenso) que las principales diferencias conceptuales entre los dos indicadores se deben al hecho de que el IPC subyacente, que excluye la energía y los alimentos, pondera los precios de los bienes y servicios consumidos por los hogares (gasolina, luz...), mientras que el deflactor del PIB abarca más y captura los precios de todos los productos finales producidos por el mercado interno.

Mirando el deflactor del PIB desde el lado del gasto, incluye los precios del consumo privado, del consumo del gobierno, de la formación de capital y de las exportaciones menos los de las importaciones. Mientras que los precios de los bienes y servicios importados no están incluidos en el deflactor del PIB, sí están incluidos en el IPCA. Al mismo tiempo, los precios de los bienes y servicios exportados se incluyen en el deflactor del PIB, pero obviamente no en el IPC.
De modo que si bien es cierto que el IPC afecta más de lleno al consumidor medio al ponderar los productos que más pesan en la cesta de la compra de los europeos y españoles, el deflactor del PIB es un índice más apropiado para medir la evolución general de los precios domésticos de la economía, porque utiliza una gama mucho más amplia de bienes y servicios, cuya ponderación varía también cada año según su peso en el PIB.
Por último, cabe recordar que el IPC en España y Europa tampoco pondera los alquileres imputados (lo que estarían pagando de alquiler las familias que viven en una vivienda en propiedad), un componente que tiene mucho peso en países como EEUU, Noruega o Suecia. Este componente podría sumar al IPC de la zona euro hasta tres décimas más, mientras que en países como España (país de propietarios) podría tener una influencia incluso