La separación del Reino Unido del resto de Unión Europa (UE), el Brexit, ya está afectando a la economía británica, y eso que todavía no se ha ejecutado. La actividad del sector privado anglosajón no ha hecho sino contraerse conduciendo al PIB a la temida recesión técnica y su balanza comercial se ha disparado por el incremento de las importaciones, que se deben al acopio de materias primas que están haciendo las empresas ante los interrogantes que genera el futuro divorcio.
Y es que la desaceleración mundial, entre cuyas causas está el propio Brexit, también se está cebando con el Reino Unido. El Fondo Monetario Internacional (FMI) redujo esta misma semana su previsión de crecimiento para el país, que se quedará en el 1,2%, una décima menos, y muy por debajo de la previsión de crecimiento, por ejemplo, de la economía española. Sin embargo, la evolución está al mismo nivel que la media de la UE, y muy por encima de los pronósticos sobre Alemania.


Pero la evolución trimestral no puede esconder el abismo al que se asoman las finanzas anglosajonas. En el segundo trimestre de 2019 el PIB de Reino Unido decayó un 0,2%, después de crecer en el primero un 0,5%. La principal causa está en la actividad industrial, que se desplomó un 2,3%. El conjunto del sector productivo se contrajo un 1,4%, mientras que la construcción cayó un 1,3%. Los servicios fueron el único sector que contribuyó de manera positiva a la economía británica entre abril y junio, con un avance del 0,1%.
Y esta tendencia apunta a continuar a lo largo de este año. Así lo indica el índice PMI que elabora IHS Markit, que alerta de que la producción de las fábricas inglesas continuó disminuyendo en el tercer trimestre del año, acompañada de una actividad de la construcción que se desplomó.
A pesar de que el sector servicios tiene más impacto en la economía que la industria, su escaso crecimiento no ha podido compensar la caída de las fábricas. De hecho, según analistas británicos, todo parece indicar que la economía del Reino Unido ya está en recesión técnica -es decir, dos trimestres consecutivos de reducción del PIB-.
La balanza comercial británica también sufre los rigores previos de un Brexit que todavía no ha hecho acto de aparición. En los primeros tres meses del año, las importaciones británicas alcanzaron niveles de récord. ¿La causa? Empresas e incluso particulares hacían acopio de productos y materiales, especialmente medicamentos, ante la previsión de un divorcio que podría provocar problemas de abastecimiento.
Pero el retraso de la separación -estaba prevista para marzo- provocó el fenómeno contrario en el segundo trimestre: las importaciones se frenaron, precisamente, por el citado acopio de productos. ¿La causa? Las empresas británicas optaron precisamente por agotar los productos que habían comprado y que tenían a mano. Sin embargo, según los analistas, este fenómeno se ha vuelto a repetir en el último trimestre, ante la insistencia de Boris Johnson, premier británico, de ejecutar el Brexit el 31 de octubre.
La libra no se libra de los vaivenes sufridos por la economía británica a causa del divorcio de la UE. El mayor impacto fue el que sucedió el pasado 9 de agosto. En esta fecha, que es cuando se conoció el descenso de la actividad económica del segundo trimestre, la libra cayó a mínimos históricos, según el Bloomberg British Pound, que se elabora a partir de comparar una moneda con una cesta de divisas en vez con una concreta.
Pérdidas británicas
Curiosamente, uno de los principales argumentos de los promotores del Brexit - sobre todo de Nigel Farage, fundador del Partido del Brexit- es el de que la salida del Reino Unido de la UE facilitaría una mejor situación económica al no tener que destinar fondos a la Unión. Incluso Johnson, durante la campaña del referéndum de 2016, usó un autobús para recorrer Inglaterra con el argumento de que los 350 millones de libras que el Reino Unido destina semanalmente a Bruselas -un dato falaz que quedó desmontado- se dedicarían a la sanidad en una Bretaña totalmente independiente.
Pero no es solo que estas cifras pertenezcan al universo de la ficción, sino que diversos estudios económicos dados a conocer en los últimos años prueban el reverso tenebroso que tendrá el Brexit para los británicos: un impacto económico elevado para las cuentas británicas, que no lo será tanto para las europeas.
Uno de los análisis al respecto, fechado en marzo, es el del Peterson Institute for International Economics (PIIE), que tiene el inequívoco título de Brexit: Everyone Loses, but Britain Loses the Most; en castellano, Brexit: todo el mundo pierde, pero Reino Unido el que más, que cuenta con la española María C. Latorre, vicedecana de Investigación, Posgrado y Relaciones Internacionales de la Facultad de Estudios Estadísticos de la Universidad Complutense de Madrid, entre sus autores.
El estudio analiza el impacto del divorcio en el Reino Unido y en los 27 países de la UE, tanto en el caso de que la separación sea dura como blanda. En todos los marcos e indicadores el Reino Unido sale perdiendo.
De esta manera, en el caso de un Brexit suave -que es lo que se está manejando en estos momentos, si Westminster da el visto bueno-, el PIB británico caería un 1,23%, mientras que el europeo se quedaría en una contracción del 0,16%. Si el Brexit es duro, la catástrofe se asomaría a las finanzas inglesas. La pérdida de PIB sería del 2,53%, mientras que el impacto en al UE se quedaría en el 0,35%.
El impacto en el resto de los indicadores macroeconómicos sería en las mismas proporciones, tanto en caso de separación dura como blanda. Tanto las exportaciones como las importaciones y la demanda privada. Y los salarios no se librarían de la sangría: aunque los sueldos europeos se reducirían un 0,39%, los británicos caerían casi un 3%.