Economía

El Banco de Inglaterra 'saca los colores' al euro exhibiendo los peligros de la integración económica

  • Los bajos tipos de interés generaron un boom de demanda y desequilibrios
  • El crecimiento del empleo se centró en sectores de bienes no comerciables
  • Los costes laborales unitarios crecieron más deprisa en los países periféricos
Foto de Alamy

La salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit) está más presente que nunca y el Banco de Inglaterra (BoE) casualmente -o no- ha publicado un trabajo en el que enumera los riesgos inherentes a una mayor integración económica. El BoE ha utilizado el euro para poner nombre a los países que han sufrido estos desequilibrios fruto de la búsqueda de una interconexión mayor entre economías diferentes.

Sophie Piton, economista del BoE, ha analizado en un trabajo el comportamiento de las economías de la zona euro ante el gran paso hacia la integración que supuso el nacimiento del euro hace ya dos décadas. El documento destaca tres factores que se desarrollaron en la periferia ante la mayor integración: un crecimiento más rápido de la productividad en el sector de bienes exportables, una mayor competencia en ese sector y la fuerte caída de los tipos de interés.

Por ejemplo, en el caso de España la fuerte caída de los tipos de interés alimentó una burbuja de crédito y generó un boom de demanda que en caso de los bienes comerciables se saldó con un gran déficit comercial (más importaciones de esos bienes) y en el caso del resto de bienes y servicios con un aumento del peso del empleo en ese sector. Más trabajadores se fueron a la construcción, a la hostelería y a otras ramas principalmente del sector servicios.

Piton relata que como consecuencia de estos cambios se produce un trasvase importante de trabajadores desde el sector orientado a las exportaciones hacia las ramas que producen bienes o servicios que no se pueden exportar o importar (construcción, hostelería, ventas al por menor, peluquerías...) ante un auge de un consumo que no se puede satisfacer con importaciones. Además se produce un fuerte crecimiento de los costes laborales unitarios en este último sector, consecuencia de un aumento de los salarios sin crecimiento de la productividad. Este aumento de los costes laborales puede alimentar un boom de demanda que genera fuertes déficits por cuenta corriente y un endeudamiento neto con el exterior, que ante un shock adverso se convierte un grave problema, como le ocurrió a España.

"A medida que la integración económica estimulaba la productividad del sector de bienes comerciables (que se pueden exportar) en la periferia, el precio relativo de los bienes no comerciables se incrementaba. Este efecto sobre la productividad se refuerza con el incremento de la competencia en el sector. La integración financiera, reduciendo el coste del capital, también beneficia a los sectores más intensivos en capital (maquinaria, edificios, tecnología...), lo que vuelve a suponer un incremento en los precios relativos del sector de bienes no comerciables", señala el trabajo de Piton.

Un área sin aranceles y con una misma divisa reduce los obstáculos del comercio, únicamente, al coste que supone la distancia entre países (hoy muy poco). De modo que los exportadores de los países periféricos tuvieron que mejorar para competir con los alemanes, holandeses o finlandeses. Con esta mayor competencia, las empresas exportadoras españolas invirtieron para ganar productividad automatizando procesos e invirtiendo en tecnología, mientras que la otra parte de la economía (con escaso margen para que la productividad aumentase) aumentaba sus costes salariales sin progresos en la productividad.

Así lo explicaba William Baumol, un prestigioso economista estadounidense que murió en 2017, en su teoría llamada The Cost Disease: esta enfermedad, además de un incremento de los costes para estos sectores mas intensivos en factor trabajo (empleo humano), se traduce en un incremento de los salarios en esas ramas que no han experimentando incrementos de productividad durante las últimas décadas. Las fábricas de automóviles o de ordenadores han disfrutado de grandes incrementos de la productividad que permiten producir más y mejores bienes con menos, lo que permite a las firmas que compiten en ese sector incrementar salarios a la par que reducen costes.

Esto no ocurre, por ejemplo, en la educación, la hostelería o la pintura, donde los componentes que conforman el proceso que da el servicio siguen siendo casi los mismos que hace 200 años. Sin embargo, el capital humano que desarrolla estos servicios ha 'reclamado' unos salarios mayores a medida que la inflación general aumentaba, lo que ha desembocado en un incremento del coste de este tipo de servicios ante la imposibilidad de incrementar la productividad.

Ante estos efectos, "la integración financiera también puede alimentar un auge temporal de la demanda. La creciente demanda de bienes comerciables puede satisfacerse a través de las importaciones (déficit comercial y por cuenta corriente), pero el incremento del consumo de bienes no comerciables requiere un cambio de los recursos productivos hacia este sector a expensas de la rama exportadora. Con todo, el precio relativo (los costes laborales unitarios o lo que cuesta producir cada unidad) aumentan de forma agregada", explica la experta del BoE.

Con todo esto, la economista británica concluye que "el peso del empleo en el sector de bienes no comerciables en los países de la zona euro (España, Irlanda, Grecia y Portugal) aumento 4,7 puntos porcentuales entre 1995 y 2007, mientras que en los países del núcleo se mantuvo estable. El incremento sigue siendo importante incluso sin contar el sector de la construcción. Esta expansión se produjo a la vez que la productividad en el sector exportador crecía respecto al sector de bienes no comerciables y los tipos de interés a largo plazo colapsaban".

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