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¿Se puede alcanzar el impacto cero en el almacenamiento de datos?

Foto: Istock

En los últimos dos años el uso de internet, de las telecomunicaciones y las tecnologías de la información en general, han crecido de forma exponencial, mostrando el indispensable papel que desempeñan para el desarrollo de la sociedad y la economía.

Tanto a nivel laboral como social, han sido vitales para mantener gran parte de nuestra actividad, incluyendo muy especialmente el uso de la 'nube', motor de la digitalización en tiempos de pandemia. Un espacio que, a pesar de su nombre, es tangible y está sobre la tierra. No sólo eso, sino que ocupa grandes espacios y consume cada vez más recursos.

Los centros de datos necesitan de una arquitectura y un mantenimiento específicos que consume grandes cantidades de energía, sobre todo aquellos centros que almacenan los datos en unidades de disco duro, que son poco sostenibles. Según publicaba hace unos meses la revista Science, en 2018 el consumo eléctrico de los centros de datos representó el 1% del total mundial y casi el 2% del registrado en EE.UU.

Este trabajo mostraba que los sistemas de almacenamiento en disco duro gastan el 19% del total de energía, alcanzando un consumo eléctrico de 14 mil millones kWH y generan 6,5 millones de toneladas métricas de CO2, cuando la fuente de energía utilizada es el gas natural.

Por otra parte, según el informe de IDC Accelerating Green Datacenter Progress with Sustainable Storage Strategies, se prevé que la cantidad de datos almacenados en estos centros crezca a un ritmo del 27% anual hasta 2025, con su correspondiente aumento en el consumo de energía.

Es por eso que se están buscando alternativas para reducir y compensar esa huella de carbono, por ejemplo, con la utilización de energías renovables para surtir a estos centros de datos. Sin embargo, la fórmula más rentable e inmediata, a nuestro entender, es la del gasto cero, reduciendo el desperdicio de recursos y asegurando que se obtiene el máximo valor de las inversiones en infraestructuras.

Los modernos sistemas de almacenamiento de datos en cinta van en esta dirección, permitiendo acelerar el progreso de la sostenibilidad al reducir el consumo de energía, las emisiones de CO2 y los residuos electrónicos.

Según un reciente estudio de Brad Johns Consulting, entre el 60 % y el 80 % de la información almacenada son "datos inactivos", a los que rara vez se accede, pero que siguen teniendo valor y no se pueden eliminar. Se estima que, si el 60 % de toda la información almacenada en el mundo se trasladara al almacenamiento en cinta, el dióxido de carbono podría reducirse en 72 millones de toneladas en diez años.

El almacenamiento en cinta es nuestra mejor apuesta para acelerar la transición a una economía más sostenible. La continua inversión en I+D llevada a cabo estos últimos años ha permitido introducir innovaciones tecnológicas revolucionarias que han marcado un gran punto de inflexión en esta tecnología alcanzando un nivel de rendimientos sin precedentes, posicionando a la cinta como la única solución viable para el archivo de datos por las numerosas ventajas que presenta respecto a otras tecnologías.

A nivel de eficiencia energética, la cinta es una solución más ecológica que el disco duro ya que el dispositivo consume electricidad tan solo cuando se utiliza y no durante su almacenamiento.

El ahorro energético conseguido se traduce en un ahorro económico considerable de 7 a 9 veces inferior al de una solución equivalente en disco. Las altas capacidades de las nuevas generaciones de cinta con 20 terabytes nativos ofrecen a los usuarios soluciones más compactas, que permiten almacenar mayores capacidades en un espacio todavía más reducido permitiendo minimizar así los costes de almacenamiento derivados de la superficie destinada a almacenamiento.

El último récord de capacidad en cinta de 580 terabytes, alcanzado a finales de 2020, muestra el gran potencial de desarrollo que tiene esta tecnología que mejora hoy su obsolescencia, ya que su vida útil puede llegar a los 50 años frente a los tres o cuatro de las unidades de disco duro.

A eso se añade el factor seguridad, puesto que los datos almacenados en cinta, mientras no están en uso, permanecen inactivos en la ranura de su librería correspondiente. Es decir, ni gastan energía ni están en conexión permanente a través de internet, quedando a salvo de cualquier ciberataque (virus o hacker) que circule por la red.

De esta manera, esta tecnología se postula como una fórmula eficaz para que los centros de almacenamiento de datos ganen en sostenibilidad, tanto medioambiental como económica. De hecho, hoy en día alcanza ya una cuota de mercado del 60%, siendo utilizada principalmente para salvaguardar información de los usuarios que normalmente está inactiva pero que, por ley, ha de mantenerse a largo plazo.

En este conglomerado se incluyen mensajería instantánea, correos electrónicos e información de redes sociales, pero también datos más sensibles, de salud, bancarios y financieros, etc. Un gigantesco cúmulo de bytes que va creciendo con el tiempo, aún más con el avance de ciertas tecnologías como la inteligencia artificial (IA) o el llamado Internet de las Cosas (IoT).

Como muestra, un botón: según un estudio de la compañía tecnológica Domo, cada minuto de 2020 se enviaron en todo el mundo más de 500 horas de vídeos de YouTube, 347.000 imágenes vía Instagram y 46 millones de mensajes de WhatsApp.

Cada uno de nosotros generamos diariamente mucha información que hay que procesar y guardar, una actividad aparentemente inofensiva a nuestros ojos pero que, sin embargo, contamina. Y mucho.

En este sentido, los fabricantes de soluciones de almacenamiento tenemos un gran desafío: conseguir almacenar mayores cantidades de información en espacios más reducidos y con una vida útil más larga. Todo ello para minimizar costes y garantizar la lectura de los datos a lo largo de varias décadas, como dicta la ley, evitando al mismo tiempo una generación desmedida de residuos.

Tener un sistema de almacenamiento de datos en cinta es un punto de apoyo para que los centros de datos puedan alcanzar algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcados por la Organización de Naciones Unidas (ONU) para 2030, como el de la neutralidad en las emisiones. Sabemos que es un reto difícil, pero vamos a seguir trabajando para conseguirlo

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