
Hablar idiomas no es algo cotidiano. Cuando una persona decide aprender un idioma, esta decisión lleva consigo la inversión de esfuerzo, tiempo y dinero. Es inviable acabar hablando un idioma sin la suma de, cómo mínimo, estos tres factores.
A nivel empresarial, tanto para crecer como empresa, como para tener una trayectoria profesional de éxito es imprescindible controlar como mínimo dos idiomas. El hecho de conocer más lenguas repercutirá tanto en el sueldo como en los ascensos.
El idioma por excelencia indiscutiblemente es el inglés. Con este podemos entendernos en cualquier país. Se trata de la lengua empresarial por excelencia en cualquier lugar del mundo. No debemos olvidar que el hecho de hablar un idioma diferente al materno no deja de ser otro que el de poder comunicarnos eficazmente en cualquier lugar o entorno.
Más allá de idealismos filosóficos de respeto de cualquier idioma, cultura y educación, cualquier persona o empresa invierte en el aprendizaje de la lengua con un fin de retornar esta inversión.
Mucho se habla sobre la necesidad de aprender los idiomas locales pero lo cierto es que en términos estrictamente profesionales, más allá de este idealismo que tiene cultivar y proteger una lengua, poco retorno tiene invertir en idiomas que no beneficiarán el retorno de dicha inversión de tiempo, esfuerzo y dinero.
Es un hecho real que idiomas como el vasco, el gallego o el catalán tienen un público muy limitado al compararlo con el resto de la población que habla otra lengua como el inglés, el francés o el español. Todos los idiomas hay que protegerlos y cuidarlos porque llevan consigo toda una cultura, forma de vida y de pensar propia. Sin embargo obligar a estudiar lenguas minoritarias en cuanto a hablantes es poco responsable.
Es muy bonito defender todos los idiomas. Pero estos se hablan y se estudian si se existe una necesidad. No se suele estudiar un idioma por placer en principio. El objetivo debe ser comunicarnos entre unos y otros. Hay una necesidad. Por eso se aprende y se justifica con la necesidad. En definitiva resulta más fácil decir que hay que estudiar lenguas, más que hacerlo.
En el mundo existen unas 60.000 lenguas. De estás se calcula que amenazadas son el 43%. Desgraciadamente cada día mueren lenguas. Hay que protegerlas. Hay un cultura detrás de cada lengua, una forma de pensar, una historia, pero con estos argumentos no se convence a la gente ya que aprender cada una de ellas conlleva como decimos mucho tiempo, esfuerzo y dinero.
Aprender un idioma local para uso muy localizado está muy bien sin embargo en el momento que salgas de esa región o Comunidad, ese idioma se quedará corto para comunicarte. En un mundo empresarial globalizado es poco práctico. Cuesta tiempo, dinero, energía y no se retorna.
Cuando eres responsable en formación de un empresa se mira mucho el ROI: cuánto cuesta y cuál es el resultado. En el ámbito laboral siempre habrá formación en idiomas pero se busca que fomente la comunicación.
En definitiva, debemos ser responsables cuando hablamos de aprender idiomas. Esto conlleva mucho esfuerzo personal en todos los sentidos. A nivel personal poca gente se decanta por aprender un idioma simplemente por amor a la cultura, esto es una realidad. Este punto de vista idealista no sirve. Hay que ser pragmático. Es muy políticamente correcto pero altamente complicado de llevar a la práctica.
Elaborado por Gaëlle Schaefer, Directora Hexagone