
Nos encontramos a las puertas de lo que promete ser una gran transformación de la Formación Profesional, a través de la anunciada nueva ley para la FP. Sin duda, una oportunidad para reparar deficiencias crónicas de nuestro mercado laboral y de nuestro sistema educativo, y asentar las bases para un mejor futuro como país.
Lo cierto es que España lleva años atrapada en una asincronía entre la demanda y la oferta de trabajo. Su raíz no sólo está en nuestro tejido empresarial, sino que también se encuentra en el sistema educativo. No podemos resignarnos a convivir con un paro estructural que el Banco de España sitúa por encima del 16%, mientras que paralelamente, las empresas afirman tener crecientes dificultades para cubrir determinadas posiciones. La propia Estrategia España 2050 reconoce que al menos dos de cada 10 empleadores no pueden encontrar los perfiles adecuados para sus vacantes. Una dualidad que las firmas especializadas en Recursos Humanos sitúan en determinados sectores como el STEAM, en una proporción de seis contra diez.
Todo ello, mientras año tras año España lidera los rankings de desempleo juvenil (37,7%), de porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan (17,3%) o de una peligrosa sobrecualificación de profesionales (37,6%).
Sin embargo, el dato para la esperanza, y que nos debe interpelar, es que en nuestro país la tasa de desempleo desciende al 7,56% entre los titulados de FP de grado medio y al 6,91% entre los titulados de FP grado superior, y que el porcentaje de empleabilidad de los graduados en FP Dual supera el 70%. También, que este año, un 41% de las ofertas de trabajo requerían un título de formación profesional frente al 33,7% que demandaban universitarios.
Los expertos coinciden en que la nueva ley deberá colocar la FP en el mapa mental de estudiantes y padres, facilitar una mayor transición con la Universidad, e implicar a las empresas en todas las fases y en profundidad.
Además, y de cara a la adaptación de estos nuevos tiempos con nuevos tipos de empleo y ecosistemas, deberá ser una FP que potencie la innovación, el emprendimiento, y el intraemprendimiento.
El resultado para las empresas será extraordinariamente positivo: según un estudio de la Fundación SEPI, aquellas compañías que contratan más titulados en FP y que más recursos dedican a la formación de su equipo, son las que cosechan mejores resultados en productividad e innovación.
Todo ello sin perder de vista que no se trata únicamente de dualidad y vinculación de los centros de formación con las empresas, sino también de establecer nuevos ciclos formativos que atiendan a las necesidades de las organizaciones de cara al futuro.
En este sentido, vivimos inmersos en una revolución tecnológica que la pandemia no ha hecho más que acelerar; el 19% de nuestro PIB ya es digital y en los próximos años debería incrementarse al 40%. Esto se traduce en la necesidad de multiplicar de manera exponencial el número de graduados con formación técnica y digital.
Las Cámaras de Comercio llevan mucho tiempo trabajando en el impulso de la Formación Profesional y muy especialmente en la modalidad dual. La nueva ley nos brindará un nuevo marco para profundizar el trabajo realizado e incorporar a las pymes, que constituyen el 99% de nuestro tejido productivo, a esta modalidad formativa que tanto puede mejorar la empleabilidad de los jóvenes.
La competitividad futura de nuestras organizaciones, y con ellas de nuestro país depende de ello.
Elaborado por María Tosca, Directora de Empleo, Formación y Emprendimiento de Cámara de España