En la medianoche del domingo al lunes, 12 de los clubes de fútbol más exitosos de Europa, encabezados por el Real Madrid, y con el Barcelona y el Atlético de Madrid entre sus filas, anunciaron la creación de la 'Superliga' de fútbol. Una competición fuera del control de la UEFA y de las federaciones y que ha desatado un fuerte contraataque, con amenazas de expulsión del resto de competiciones para los equipos y jugadores participantes. Pero los doce 'rebeldes' tienen apoyo a sus espaldas: JP Morgan financiará la competición, con pagos de unos 3.250 millones de euros a los equipos que se sumen.
Los datos concretos de la competición están aún borrosos, pero según ha adelantado el Financial Times, el gigante financiero estadounidense sería el gran valedor del gran cisma del fútbol europeo. JP Morgan se ha comprometido a ofrecer 3.250 millones a los equipos que se sumen en concepto de "gastos de infraestructura" y para compensar los efectos del covid, que tendrían que devolver en 23 años con los ingresos de los derechos de emisión que paguen las televisiones. Además, según explicaban en su comunicado inicial, los equipos esperan unos "pagos de solidaridad" superiores a los 10.000 millones durante la duración del acuerdo inicial.
Anas Laghrari, socio de la firma española Key Capital, será el secretario general de la organización, y Florentino Pérez, presidente
El comienzo de la temporada requerirá unos 5.000 millones de euros, que el banco estadounidense también adelantaría. Las negociaciones con las cadenas de televisión para los derechos de retransmisión se han llevado en secreto, pero se calcula que alcanzarían los 4.000 millones de euros anuales. Sin el porcentaje que se lleva la UEFA y otros intermediarios, los premios podrían multiplicar varias veces los 100 millones que se lleva un campeón de Champions en la actualidad.
La compañía que gestionará los derechos de esta competición estará radicada en España, y su secretario general será Anas Laghrari, socio de la firma española Key Capital. El presidente de la organización será Florentino Pérez. Con los millones que se espera que generen los derechos de televisión, esa empresa tendría incluso el tamaño suficiente para entrar en el Ibex si decidiera salir a bolsa en algún momento.
Rechazo en los Gobiernos
Las reacciones no se han hecho esperar. Numerosos clubes, especialmente los británicos, que suponen el núcleo de la competición -la mitad de los doce iniciales son ingleses-, han registrado críticas de sus seguidores, y el primer ministro británico, Boris Johnson, ha anunciado que su Gobierno buscará tomar medidas legales para frenar estos movimientos. Entre las opciones que ha puesto sobre la mesa el ministro de Cultura y Deportes, Oliver Dowden, se encuentran la posibilidad de prohibir que los equipos extranjeros se desplacen a Inglaterra para jugar esos partidos, imponer un impuesto confiscatorio a los equipos que participen, u obligar a los accionistas de los clubes a vender una mayoría de sus acciones a las agrupaciones de socios, de forma que los seguidores tengan derecho de veto.
Una posición igual de dura se ha visto en Francia, donde el presidente, Emmanuel Macron, también se ha mostrado contrario a la creación de esta liga. La UE, por su parte, ha advertido de que este cisma podría romper la ley antimonopolio al limitar el número de plazas abiertas al resto de equipos, pese a que no ha puesto pegas a que los grandes equipos de baloncesto lleven décadas celebrando la Euroliga con un formato casi idéntico y sin el respaldo de ninguna federación.
Por su parte, el Gobierno de España ha anunciado que "no apoya" la iniciativa por entender que "ha sido pensada y propuesta sin contar" con las organizaciones representativas a nivel nacional como internacional. El ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes, pidió "diálogo" entre "los clubes, la UEFA, y aquí con la Liga y la RFEF". Rodríguez Uribes se mostró muy preocupado porque "la Liga no se devalúe, que la selección española no se vea afectada y que se preserven los valores del modelo del deporte que tienen que ver con las competiciones abiertas y con la solidaridad".
Amenazas de expulsión
Las palabras más fuertes, sin embargo, han llegado de la UEFA. El presidente de la federación europea, Aleksander Ceferin, ha amenazado con prohibir que los equipos firmantes -Milan, Arsenal, Atlético, Chelsea, Barcelona, Inter, Juventus, Liverpool, Manchester City, Manchester United, Real Madrid y Tottenham- participen en cualquier otra competición, de forma "inmediata". Esto podría suponer la expulsión de Madrid, Chelsea y City de las semifinales de la Liga de Campeones de este año, dejando al PSG como el ganador por defecto. A eso se sumaría la prohibición de que sus jugadores participen en mundiales y eurocopas, lo que dejaría a los torneos de este año -Euro y Copa América- y el próximo -Mundial en Catar- en cuadro.
Los doce equipos rebeldes han anunciado que están dispuestos a ir a los tribunales para frenar cualquier tipo de sanción, y han dejado claro que quieren seguir participando en ligas y copas nacionales. La única víctima sería la Champions.
¿Qué cambios habría respecto a la Champions?
La decisión de los equipos se basa en que resultará más interesante para los espectadores ver a los grandes de Europa enfrentándose entre sí cada semana, en vez de verlos jugar contra equipos menores en la fase de grupos, y que las eliminatorias luego reduzcan el número de partidos entre los mejores al mínimo. Con este formato, los equipos participantes estarían en dos ligas de 10 equipos, todos ellos de nivel más alto al no incluir a muchos de los pequeños que sí tienen sitio en la Champions. Tras enfrentarse dos veces, en casa y fuera, los cuatro mejores de cada liga pasarían a unos cuartos de final.
En respuesta, la UEFA ha contraatacado con una versión similar para su torneo estrella: 10 partidos, en vez de 20 o los 6 de la fase de grupos actual, con equipos escogidos al azar. No habría ida y vuelta, sino que cada equipo se enfrentaría a 10 rivales distintos, la mitad en casa y la mitad fuera. Para evitar sorteos muy desequilibrados, habría distintos bombos con coeficientes para asegurarse de que cada equipo acaba con una cantidad similar de rivales de nivel alto, medio y bajo. Los ocho mejores de esta liga pasarían a octavos y los equipos del 9 al 24 jugarían unos dieciseisavos de final.
La clave está en que tanto federación como equipos quieren más partidos y un formato más parecido al de una liga. El problema está en el acceso a los equipos más pequeños: la UEFA considera que el hecho de que puedan clasificarse los campeones de países más pequeños, o los terceros o cuatros equipos de los grandes, es un punto a favor que aumenta la emoción de las ligas nacionales y que recompensa a los equipos que lo hacen bien en esos torneos. Pero los equipos que ganan prácticamente siempre creen que equipos como el Ferencváros o el Dynamo de Kiev, que no tienen ninguna opción de ganar, no hacen más que dejar a los aficionados sin ver varios enfrentamientos directos entre, por ejemplo, el Manchester United y el Manchester City, o varios clásicos y derbis madrileños al año. Y recuerdan que hay 8 plazas más: tres que esperan que vayan a otros tantos equipos que se sumen como 'fundadores' y miembros fijos anuales en los próximos meses, y 5 restantes que irían a los equipos más destacados del continente cada año que no estén fijos, lo que mantiene abierta la competición a los equipos con éxito deportivo pero reduciendo el número de 'equipos de relleno'.
Por el momento, esta situación no deja de recordar a la Premier League, que se fundó cuando los equipos de la Primera División inglesa decidieron que si montaban un torneo por su cuenta podrían recibir más dinero de los derechos de televisión que bajo el control de la Liga de Fútbol Inglesa (EPL). La mayor diferencia es que aquel movimiento contó con el apoyo de la Federación de Fútbol Inglesa, que no tenía muchas simpatías por la EPL y que convirtió la nueva liga en la verdadera primera división. La mayor diferencia es que la Champions la organiza la propia UEFA. Y la batalla puede ir para largo.