
Francisco Vallejo, socio y consejero delegado de Pinturas Isaval, asumió, en julio, la presidencia del Instituto Valenciano para el Estudio de la Empresa Familiar (Ivefa), tras la renuncia, por motivos personales, de José Bernardo Noblejas, a mitad de legislatura.
¿Con qué filosofía y objetivos afronta su etapa al frente de Ivefa, tras tres años en la vicepresidencia?
En sus 20 años de trayectoria, Ivefa se ha labrado un gran prestigio y relaciones con todos sus grupos de interés. Vamos a darle continuidad, con una actitud muy proactiva, tanto en servicios como en representatividad. Entre los objetivos prioritarios está captar nuevos socios, para reforzar la voz de la empresa familiar y ganar peso en nuestras reivindicaciones. Ivefa agrupa a más de 300 empresas, de unos 160 grupos familiares. En los primeros seis meses de mi mandato y el del director general, han entrado 19 nuevos socios -que suman 3.000 trabajadores y 500 millones de facturación-. Para 2019, el objetivo es seguir en esta línea.
Estamos en año electoral. ¿cuáles son las principales peticiones al futuro Gobierno autonómico?
Hay una serie de reivindicaciones que hemos mantenido siempre y que vamos a seguir defendiendo. Creemos que hay que mirar muy bien el tratamiento fiscal que se le da a las empresas familiares, sobre todo en Sucesiones y Donaciones, que suponen, en la práctica, una sobreimposición. Para muchas empresas pequeñas, estos impuestos pueden generar un problema de liquidez e, incluso, poner en riesgo su continuidad o provocar su desaparición. En comparación con otros países de Europa y con otras autonomías, la fiscalidad valenciana es mejorable. Otro punto es que creemos que está muy bien apoyar al emprendedor, pero reivindicamos que ese interés y esos mismos apoyos se tenga por el reemprendedor o el intraemprendedor. En las empresas familiares, cuando un joven sucede a su padre, también está emprendiendo, cambiando la forma de trabajar, innovando, internacionalizándose....y de eso se habla muy poco. Al final, un porcentaje alto de las startups no llegan a consolidarse. Las compañías que están asentadas, ya tienen y pueden crear más puestos y riqueza.
Los indicadores macroeconómicos apuntan a una ralentización y algunos grandes grupos -como Ford o Alcoa- están anunciando ajustes. ¿Cuáles son las perspectivas de la empresa familiar?
No creo que vayamos a peor. Un estudio de KPMG de 2018 recoge que el 11% de las empresas familiares espera una evolución muy positiva de la economía y un 69%, positiva. El 80% cree que la situación de su empresa mejorará. Hay firmas de reconocidísimo prestigio que están expandiéndose e invirtiendo y han alcanzado gran proyección, nacional e internacional. A medida que la empresa va creciendo y está más profesionalizada, invierte más en internacionalización y en I+D, que es ineludible. Se nos llena la boca con la digitalización, pero queda muchísimo camino. Faltan perfiles e inversión. Y eso las empresas lo van a pagar.
Sin embargo, ganar tamaño es una de las asignaturas pendientes del tejido empresarial valenciano.
Una empresa tiene que crecer; si no tienes mentalidad de ser más grande estás perdiendo competitividad en un mercado global y más complejo. Hay empresas valencianas que compiten muy bien en otros mercados, pero, en general, cuesta que haya uniones, por el individualismo. Sí estamos viendo operaciones con intervención de multinacionales; en ellas, el reto es no perder la trayectoria y los valores. Más allá de fusiones y adquisiciones, hay que aprender a colaborar.
Una de las quejas de las empresas de la región es que les cuesta encontrar perfiles profesionales.
Así es. La formación es un tema a mejorar a nivel nacional, en FP y en la universidad. No esperamos solo un currículo, sino habilidades y capacidades. Todos los jóvenes aspiran a acabar en una gran multinacional, pero la realidad es que el 80 o 90% acabará trabajando en una empresa familiar. Necesitamos crear las condiciones para atraer y retener ese talento.