El próximo sábado, el personalismo del ex presidente catalán Carles Puigdemont podría dar la última estocada al espacio postconvergente con la creación de una nueva formación política bajo el paraguas de JuntsxCat (Junts per Catalunya).
Éste podrá ser el detonante para la disolución del Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCAT) y para borrar cualquier sombra de Convergència Democràtica de Cataluña (CDC), formación de la que fue heredero.
Las intenciones de Puigdemont no dejan de estar llenas de polémica porque él que fue el elegido por el PDeCAT para determinar los designios del soberanismo y sostener el partido, será quién lo fulminará. La suerte está echada pero falta saber cómo actuará la actual dirección del PDeCAT con David Bonvehí al frente que está a la expectativa y no decidirá hasta finales de julio si su futuro pasa por disolverse y fundirse en el nuevo partido, la denominación del cual aún no está clara.
JuntsxCat es la marca electoral que registró el Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCAT) por la que Puigdemont acaba de entrar en litigio con los neoconvergentes y con la que el líder independentista –ahora fugado– instrumentalizó una lista con dirigentes convergentes e independientes para concurrir desde Bélgica a las elecciones autonómicas de diciembre de 2017, con las que consiguió ser la formación independentista mayoritaria en el Parlamento catalán y mantener el carisma de 'presidente' en los ámbitos soberanistas.

La del sábado será la enésima grieta que sufre el bastión convergente en los últimos cinco años a causa de la deriva independentista a que lo condujo Artur Mas, delfín de Jordi Pujol. Cabe retroceder para recordar los orígenes del cisma. Casi a la par –entre 2014 y 2015– se sucedieron dos hechos clave: el expresidente Jordi Pujol admitió sus fondos en paraísos fiscales y el entonces presidente Artur Mas canjeaba el nacionalismo por el soberanismo y provocaba la ruptura de CiU que había recuperado la Generalitat para los convergentes en 2010. CiU, la federación entre la Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) y Unió Democràtica de Catalunya (UDC), que había dirigido Cataluña durante 23 años de la mano de Jordi Pujol perdió su liderazgo en 2003.
Las discrepancias internas se mostraron desde el minuto uno, incluso antes de que CDC se refundara en el PDeCAT para finiquitar la vinculación de Jordi Pujol e intentar evitar el hundimiento político de los convergentes.
La primera factura por abandonar la tradición nacionalista fue la baja de militancia del histórico dirigente de CDC y exconseller Antoni Fernández Teixidó que meses más tarde fundó Lliures. Un partido que se define como catalanista y centrista que nació para dar cobijo al votante huérfano de CiU que no quiere oír hablar de la independencia de Cataluña, pero sí de mejorar su autogobierno.
Lliures acaba de lanzar un llamamiento a las diferentes formaciones políticas y organizaciones y plataformas civiles que suscriben esta misma ideología a presentar una candidatura conjunta para la próximas elecciones catalanas.
La proclama de Lliures se dirige a Units per Avançar (con Ramon Espadaler al frente, es el heredero de Unió Democràtica), La Lliga Democràtica (con algunos dirigentes vinculados anteriormente a la plataforma Societat Civil Catalana), el Partit Nacionalista de Catalunya (la formación que recientemente ha impulsado Marta Pascal, excoordinadora general del PDeCAT que abandonó el partido por sus discrepancias con Puigdemont) y Convergents (creado por el exconseller convergente Germà Gordó, investigado por el caso 3%).
En el ínterin se quedarían por el camino otras siglas que configuran el puzzle postconvergente y que estarían más en sintonía con la línea independentista. En este ámbito se encuentra, por ejemplo, Demòcrates per Catalunya cuyos impulsores Antoni Castellà y la expresidenta del Parlamento catalán Núria de Gispert, hicieron un giro personal independentista a pesar de proceder de Unió Democràtica de Catalunya, el partido democristiano por excelencia en Cataluña que lideró Josep Antoni Duran i Lleida, hasta que su insolvencia económica por su reducida militancia lo abocó a la disolución.
La última artimaña de Carles Puigdemont ha sido proceder a un cambio en el registro de partidos del Ministerio del Interior y ahora aparece como presidente de la formación JuntsxCat el alcalde de Balenyà (Barcelona), Carles Valls, próximo a las tesis del líder independentista.
Antes fue el impulso de La Crida per la República, el movimiento independentista que preside el expresidente de la ANC Jordi Sànchez, ahora en prisión por el procés. La plataforma, que se creó como instrumento cívico-social que nació con el objetivo de "proclamar la república catalana", ha iniciado una consulta a sus bases para disolverse y transformarse en fundación del nuevo partido de Puigdemont.
También ha auspiciado el Consell per la República que encabeza el exconseller Toni Comín y en cuyas bases consta "mantener vivo el espíritu del mandato del 1-O" y en cuya gobernanza figuran independentistas de todas las organizaciones.