Canarias

El pleito insular de Canarias y la epidemia de 1851

  • María de la Luz Guzmán, una lavandera de San Cristóbal, murió de peste
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La islas Canarias afrontan el crecimiento de personas que padecen el COVID-19 producto de tener una economía abierta. Precisamente, fueron sus relaciones económicas las que provocó grandes problemas sanitarios como el de 1851. Entró por los puertos. Ahora, por los aeropuertos con el caso de turistas alemanes e italianos. La de 1851 fue cólera pero la de 1923 fue más criminal y su origen era la basura acumulada en el Puerto de Las Palmas. La peste bubónica afectó a toda la actividad socioeconómica de Canarias y generaría el eterno enfrentamiento entre Las Palmas y Tenerife, que todavía dura.

El investigador de la ULL Gabriel Díaz Mora apunta que "un hecho aparentemente irrelevante, como la llegada a puerto canario de unas ropas infectadas a bordo de un barco transatlántico, supuso una dolorosa epidemia que se saldó con 6.000 muertos y un engranaje económico destruido". Esto atrasó a Canarias y eso que en 1852 se decretó la puesta en marcha de los puertos francos que Franco liquidó después de 1939.

Todo comenzó el 24 de mayo de 1851. María de la Luz Guzmán, una lavandera de San Cristóbal, murió de peste. 72 horas más tarde a otra mujer del mismo barrio, igual hasta llegar al 1 de junio de 1851 con el sacristán de las monjas de San Ildefonso. El cinco de junio la ciudad de Las Palmas ya estaba declarada en epidemia. El pleito insular tendría se origen en la decisión del 12 de junio de impedir la admisión en cualquier puerto de Canarias a los procedentes de Las Palmas, es decir, "queda aislada Gran Canaria", destaca Díaz Mora.

Todo vino por un buque llegado de Cuba con un colchón, ropa sucia y una manta que se habían entregado para su limpieza a la lavandera que falleció el día 24. "Esta aprehensión es el origen del duro aislamiento impuesto por Tenerife a Gran Canaria, a la que dejan a su suerte".

Acorralado políticamente, el papel que del que fuera alcalde de la ciudad de Las Palmas, Mesa y López, fue cuando menos cuestionable. Quitó importancia a la pandemia que afectaba a las clases más populares y rechazaba el criterio de los expertos médicos peninsulares. Pero a los políticos de la época lo que les molestaba era la imagen en el exterior. Así, en el pleno municipal del 16 de marzo de 1923 se señala que la corporación "se lamenta de las medidas adoptadas en el puerto por el Director de Sanidad Marítima, prohibiendo el atraque de buques y causando, sin motivos razonables, graves daños a la ciudad y a la isla, de cuyos procedimientos se había elevado queja a los poderes públicos".

El doctor en Historia y profesor de Filosofía, Juan Francisco Martín del Castillo, destaca que otro ingrediente de la peste en Canarias fue la información tóxica: "la población, todo sea dicho, sufría del hurto de una información asaz relevante para su desempeño habitual, habida cuenta que la mayoría de sus movimientos, querencias o necesidades rotaban en torno al Puerto". "Tampoco es insustancial el peligro que se cernía sobre el arrabal portuario". A su juicio, "el código de silencio, llamémosle así, representa una variante importante en la historiografía reciente sobre las Canarias. Parcas han sido las veces que se hacía visible semejante conducta, no obstante concurrir anteriores episodios, y quizás más graves, de enfermedad infecciosa". Se prefirió defender a la economía que a la población.

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