
Las tarjetas se han convertido en un verdadero vehículo para que la banca eleve su rentabilidad vía ingresos por comisiones y reducción de costes operativos. El sector pretende con este producto incrementar la vinculación de los clientes, tanto particulares como empresas, y que el efectivo tienda a desaparecer por el gasto que supone. Además, en muchos casos este instrumento de pago lleva aparejado una línea de crédito, lo que representa el cobro de intereses que suelen altos.
Según los últimos datos disponibles, correspondientes a cierre del ejercicio pasado, el Santander, Ibercaja y el Sabadell son las entidades que más han aumentado la colocación de tarjetas. En concreto, el Santander, a través de su división de financiación al consumo, disparó un 35% el número de plásticos, hasta los 2,324 millones. Su red tradicional también experimentó un importante crecimiento, superior al 8%, como consecuencia, en parte, de la obligación de disponer de dos tarjetas para obtener todas las ventajas de su cuenta 1,2,3. En 2017, la red del Santander comercializó 630.000 nuevas, totalizando casi 8,2 millones de unidades. Asimismo, el grupo cántabro cuenta también con una parte del negocio de las tarjetas del Popular tras la ruptura de la alianza establecida con Värde Partners en Wizink. Esta entidad tenía emitidas más de 4 millones de plásticos.
Tras la financiera del Santander, Ibercaja y el Sabadell son los otros bancos que ven incrementar más este segmento de actividad, que en la mayoría de los casos van vinculadas a cuentas corrientes y a hipotecas y para las que se exige su uso para alcanzar los mayores ofertas. En el caso de la antigua caja aragonesa el ascenso de las tarjetas sube un 26,6%, mientras que en la entidad catalana, de un 21,2%.
El negocio de estos dispositivos de pago aportó en el caso del Sabadell unos ingresos en el primer semestre del año vía comisiones de 101 millones de euros, un 3% más que en el mismo periodo del ejercicio anterior.
Bankinter es otro de los bancos que está potenciando de manera relevante en los últimos años el segmento de las tarjetas, la mayoría de ellas gestionadas por su filial de consumo, uno de los puntales estratégicos de su nueva política comercial. El grupo liderado por María Dolores Dancausa elevó en 2017 el número de plásticos en un 19%, hasta las 1,56 millones de unidades.
Muchos clientes no pagan comisiones de mantenimiento ni de emisión por su vinculación con las entidades, pero éstas sí logran ingresos por el uso de las mismas en los establecimientos y por las tasas de intermediación que se aplican entre los bancos por la utilización de terminales puntos de venta (TPV) de terceros para que las operaciones se realicen.
Recuperación consolidada
Tras los crecimientos de los últimos ejercicios, el volumen total de tarjetas en nuestro país asciende ya a más de 81 millones a cierre de marzo. El año pasado el número rozaba los 80 millones, un umbral hasta ahora nunca conseguido. Durante los peores momentos de la crisis el sector sufrió un retroceso, ya que muchas familias retiraron de sus carteras los plásticos para controlar los gastos.
El principal emisor nacional es CaixaBank, con más de 16 millones de unidades, seguido muy de cerca por BBVA, con más de 15 millones. Según las cifras del Banco de España, el volumen de plásticos en circulación crece principalmente por las de crédito.