
La eficiencia de la banca española está en su peor nivel de los últimos catorce años, lo que anticipa nuevos ajustes. Los gastos que tiene que realizar el sector para lograr ingresos están aumentando ejercicio tras ejercicio y se está alejando de las recomendaciones de los reguladores. En 2017 el porcentaje de costes sobre margen bruto del conjunto de entidades en nuestro país superó el 57%.
Dos son los motivos de este empeoramiento de la eficiencia y de que las distancias con el sistema europeo se hayan reducido significativamente. Por un lado, esta situación se está produciendo porque la caída del euribor a niveles negativos está teniendo una incidencia superior en los ingresos que en el resto de las entidades del Viejo Continente, debido al mayor porcentaje de créditos hipotecarios a tipos variables.
Por otro, el control de los costes no está siendo tan elevado como para compensar buena parte de la merma de la facturación por créditos, deuda pública, extraordinarios y comisiones, a pesar del proceso profundo de reestructuración llevado a cabo en los últimos años.
La banca española, desde que comenzó la crisis, ha cerrado un 40% de las sucursales y ha rebajado un tercio la plantilla. Esto se ha traducido en la clausura de casi 20.000 oficinas y el despido de más de 80.0000 trabajadores.
Pero este ajuste no es suficiente y la mayor parte de entidades llevará a cabo nuevos recortes en los próximos años, teniendo en cuenta que los tipos de interés seguirán en tasas ultrabajas y la eficiencia es una de las pocas palancas a las que se puede agarrar para elevar la rentabilidad, que continúa por debajo de las exigencias del mercado.
El euríbor continuará en negativo todo este año y parte del que viene y no se espera que suba del 1% hasta 2021, lo que supone un lastre para la cuenta de resultados del sector.
Transformación digital
Además, los bancos se encuentran inmersos en planes de transformación digital para reducir sus costes futuros y adaptarse a los cambios sociales y culturales. Estas iniciativas conllevan una menor red comercial física.
Los reguladores llevan animando a materializar nuevas fusiones, ya que todavía hay margen, para reducir sus estructuras y alcanzar una eficiencia por debajo del 50% y una rentabilidad del 10%. De momento, las medianas entidades se resisten y confían en una recuperación de la actividad crediticia, en una aceleración de las ventas de activos tóxicos y en una lenta, pero paulatina, subida de los tipos para mantenerse en solitario.
Hasta la fecha, en lo que vamos de año Bankia ha anunciado un recorte de plantilla y red, en el marco de la absorción de BMN promovida por el Gobierno para fusionar los dos grupos nacionalizados e intentar recuperar el máximo posible de las ayudas públicas concedidas a ambos, que se elevan a 24.100 millones. Este ajuste es de un 11,5% de los trabajadores del nuevo conglomerado financiero -unos 2.000 empleados- y ha clausurado ya casi 150 sucursales.
El Santander, también como consecuencia de la adquisición del Popular, ha ejecutado este año el ERE de 1.100 empleados de los servicios centrales acordado con los sindicatos en 2017. En principio no prevé iniciar un ajuste por las duplicidades de oficinas hasta finales de este año o principios del próximo, hasta que culmine la integración tecnológica, según han asegurado sus directivos.
BBVA, aunque no está en ningún proceso de integración de ninguna entidad, también ha informado de que reducirá el volumen de oficinas en, al menos, 179 oficinas a lo largo de 2018.
Rentabilidad
La rentabilidad sobre recursos propios (ROE) de la banca por su negocio en España se encuentra en negativo, pero sin tener en cuenta las pérdidas históricas del Popular tras su intervención se sitúa ligeramente por debajo de la media del sistema europeo. Este indicador superaba en septiembre ligeramente el 7%.
Los planes estratégicos diseñados por distintas entidades para el próximo trienio -Sabadell, Bankia y Abanca- colocan como meta fundamental alcanzar una rentabilidad de doble dígito, una tarea complicada si los tipos evolucionen peor que las estimaciones.
Eso sí calculan importantes desinversiones de activos relacionados con el ladrillo para limpiar sus balances. El volumen de provisiones que tiene que realizar el sector sigue siendo elevado, ya que consume más de la mitad del margen neto. Esta variable será también clave para que la rentabilidad ascienda a los compromisos asumidos.
Asimismo, los bancos confían también en que la actividad crediticia empiece a subir a partir del próximo ejercicio tras diez años de caídas, una vez que las nuevas operaciones hipotecarias superen a los vencimientos.
De momento, el saldo de préstamos en algunos segmentos, como el consumo y las pymes, ya ha comenzado su andadura alcista gracias a la recuperación de la economía y a la batalla comercial que libran las entidades para elevar su volumen de negocio.