
La agenda política, o más bien las necesidades del futuro Gobierno de Portugal, se ciernen sobre las privatizaciones del país vecino. El presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, acaba de nombrar como primer ministro a Luís Montenegro, el ganador de las elecciones del 18 de mayo, después de que el partido de ultraderecha Chega y el Partido Socialista (PS) hayan aceptado que conforme el Gobierno.
Pero el líder de la coalición conservadora AD carece de la mayoría absoluta -suma 91 diputados sobre un hemiciclo de 230- en un escenario inesperado por el descalabro socialista, ahora con 58 escaños y como tercera fuerza política después del inesperado sorpasso protagonizado por Chega, que elevó a 60 los diputados, y se coloca en el histórico puesto de primera fuerza opositora.
La debilidad del Ejecutivo obligará a Montenegro a buscar aliados para sacar adelante las medidas y la desinversión en empresas siempre entra en las agendas políticas, especialmente si resultan estratégicas. El cordón sanitario levantado frente a una ultraderecha en auge es susceptible de dar más cancha a las sensibilidades de partidos como los socialistas que ya fijaron sus líneas rojas para las privatizaciones. Su consiga es no vender la mayoría accionarial, algo que puede dificultar la privatización de la aerolínea de bandera TAP, pero también influir en la salida de Novo Banco.
El fondo Lone Star es propietario del 75% y el Estado del 25% restante de manera directa e indirecta. Su plan "A" era sacarlo a bolsa y tiene prácticamente todo preparado para dar el salto al parqué, pero la guerra arancelaria declarada desde EEUU por Donald Trump y otras incertidumbres geopolíticas han instalado una especie de cuarentena en las operaciones de mercado.
El plan "B", que comienza a pasar a primera línea ante la difícil salida a cotizar, es vender Novo Banco a otra entidad, algo que ha encontrado interés en CaixaBank y el francés BPCE. Pero el ministro de Finanzas ya avisó de que hay exceso de poder español en la banca lusa, mensaje que algunos observadores insertan en las urgencias políticas actuales. La duda que sobrevuela es cuánto puede condicionar la agenda política la ruta de las privatizaciones.