Las sanciones impuestas a Rusia por EEUU y Europa por la invasión de Ucrania no están funcionando de la forma esperada en Washington y en Bruselas. Moscú está logrando mitigar sus efectos mediante la diversificación de aliados comerciales y el uso de técnicas como la utilización de una flota fantasma para transportar su crudo. Paralelamente, el país euroasiático está consiguiendo burlar las restricciones en uno de los mercados clave para su agresión militar: el de los microchips empleados en armamento.
