Presidente de la Fundación Euroamérica

No es fácil, en los tiempos que vivimos, impactar mediática y políticamente, con una Cumbre celebrada en Andorra, en formato semivirtual y sin incidentes anecdóticos, salvo la nevada a finales de abril en el corazón pirenaico.Y sin embargo, la XXVII Cumbre Iberoamericana ha vencido, con éxito, las adversas condiciones políticas y pandémicas que ya retrasaron su celebración en el otoño pasado.

El acuerdo UE-Mercosur, negociado durante veinte años y finalmente acordado hace casi dos (en junio de 2019) está pendiente de su aprobación en el Consejo de la Unión Europea y de ratificación posterior por el Parlamento Europeo. Este anómalo retraso pone en evidencia las enormes dificultades políticas que tiene Europa para dar luz verde a un acuerdo tan importante. Tan es así, que ha llegado la hora de denunciar como posible y me temo que probable, la renuncia europea a este Acuerdo Comercial, de Asociación Política y de Cooperación con el espacio regional sudamericano más importante y con dos países claves en nuestro radar exterior como son Argentina y Brasil.

Las estrategias por la democracia en Venezuela, han fracasado. Todos los intentos, con mejor o peor intención, por alcanzar un acuerdo de transición hacia unas elecciones libres y transparentes, han muerto en los límites del diálogo y de los calendarios legislativos. El último, este mismo año, poco antes de las elecciones que se celebrarán este 6 de diciembre para renovar la Asamblea Legislativa.

El virus no conoce fronteras. Cierto, pero golpea más en algunos continentes que en otros. América Latina concentra el 8% de la población mundial pero más de un tercio de los contagiados en el mundo y casi la mitad de los fallecidos por la pandemia se producen allí.

Nos decía Margaritis Schinas, vicepresidente de la Comisión, en un webinar con la Fundación Euroamerica, del Plan Europeo de Recuperación económica post-virus, que tendría una dimensión de entre 1,5 y 2 billones de euros (finalmente son 750.000 millones). Que parte será subvencionada y parte préstamos y que, con él, el presupuesto de la Unión se acercará a los dos puntos del PIB europeo. La Comisión Europea ya lo presentó y ahora se negociará con los jefes de Gobierno. "Con todos", insistía Margaritis, a pesar de la petición de la canciller, mal entendida quizás, cuando le pidió a Von der Leyen que les llamara antes de aprobar el plan.

Vamos a pasarlo muy mal. Todo el mundo, claro, pero América Latina, quizás peor que nadie, salvo África. Sistemas de protección social muy débiles, infraestructuras sanitarias insuficientes, necesidades hospitalarias, de medicamentos, incapacidad de testeos, son el parte urgente de la crisis. La respuesta institucional es muy desigual. Hay países y líderes solventes, rigurosos y precavidos y los hay populistas e irresponsables con discursos y recomendaciones paternalistas o de chiste, si no fuera trágico. El impacto económico y social sobre todo el subcontinente será enorme. El turismo va a colapsar hasta que no haya vacuna y la economía informal, el 50 % de media, hará que desaparezca gran parte del tejido económico en muchos países, dejando sin subsidios públicos a demasiada gente. La capacidad fiscal de los Estados para la ayuda pública a la gente y a las empresas, es inferior a la que había en 2008. El apoyo financiero externo es imprescindible para la mayoría de los países latinoamericanos.

Tribuna

A finales de los años noventa, varios países latinoamericanos privatizaron en subastas públicas sus compañías nacionales de servicios esenciales: telefonía, energía, transporte, agua, etc. En muchos casos fue una exigencia del FMI para sanear sus cuentas públicas y en otros la privatización respondía a razones de eficiencia y calidad en la prestación del servicio o al saneamiento financiero de las empresas.