Alejandro Páez Varela

Domingo. Me hubiera gustado salir y encontrarme a todos con cubrebocas, pero no. Estamos en emergencia; en toda la Ciudad de México quedan 686 camas para atención general y 365 de terapia intensiva y en los puestos de comida se arremolina la gente por unos tacos de barbacoa (que supuestamente son para llevar) y por las quesadillas. En el Centro Histórico exactamente lo mismo. Miles y miles que decidieron retar al coronavirus. Miles y miles que por voluntad propia arriesgan su vida, la de sus hijos y sus padres, y de paso la de todos los demás. La emergencia implica cerrar negocios y dejar sin ingresos a cientos de miles. Eso no los contiene. No soy fan de la iglesia católica pero este día lanzó regaños: “parece que no entendemos”, dijo a través de su órgano oficial. No, no parece: es claro que no entendemos. Es domingo y miles le tientan las barbas al toro por un antojito o por juguetes para los niños. Esos niños, me digo, que agradecerían más tener unos padres sanos y unos abuelos vivos. Pero no se entiende.

Alejandro Páez Varela

No me voy a atrever a preguntar qué fue de las dos señoras que no pararon, en todo el año, de vender quesadillas en la calle frente a mi casa. Apenas si traían cubrebocas. A dale y dale con la masa y con la nariz descubierta. Junto a ellas se paraban montones de personas a diario, sin distancia suficiente, comiendo, platicando, pasándose por encima del hombro para tomar salsa. No voy a preguntar pero ya están otras dos señoras en su lugar. Temo que habrán enfermado. Paso cada algunos días, me entero. La camioneta que las traía (junto con guisados y comal) tiene placas del Estado de México. Ahora trae a otras; igual que las anteriores, en edad de jubilación.

Alejandro Páez Varela

El viernes, en una conversación en “Los Periodistas” (programa que conducimos Álvaro Delgado y un servidor en La Octava), Gustavo Madero nos dijo que se uniría con un criminal para “salvar una vida”. Madero intentaba darle un sentido ético a la alianza del PAN con el PRI en 2021. Las vidas que Madero dice que va a salvar en alianza con un criminal son las de los mexicanos. Ahora me pregunto quién, en su sano juicio, pediría a Drácula y al Hombre Lobo que lo salvara en una noche negra.

Alejandro Páez Varela

Si alguien perdiera la memoria y se informara sólo por la cuenta de Twitter de Felipe Calderón, creería que el expresidente es un humanista; un ecologista preocupado por el destino del planeta; un activista haciendo causa por los oprimidos; una víctima de un régimen donde las instituciones dejaron de funcionar por culpa del corrupto General Knutz, amigo de narcotraficantes y devorador de niños y presupuestos. (Llamé General Knutz a López Obrador en este párrafo por miedo a que también me meta a prisión) (y le puse así porque suena lo más malvado posible).

Alejandro Páez Varela

Contra lo que cualquier despistado pudiera pensar, dado que la reaparición mediática genera un espejismo, el futuro de Felipe Calderón es incierto y si lleva una ruta, no parece que sea hacia mejor. Durante seis años guardó silencio para permitir que Enrique Peña Nieto operara; la corrupción desmedida no llamó su atención –quizás es porque varios de los casos más emblemáticos tienen su huella– y ahora ha regresado a la prensa. Pareciera que está más colocado que nunca desde que hizo maletas y dejó Los Pinos. Pero, como digo, esa ilusión es mediática y se apoya en una cantidad importante de medios y periodistas que juegan su juego con él. Les sirve (se sirven) para plantear posiciones personales contra una administración con la que no simpatizan. Y avanzan con él hacia un camino sin salida.

Alejandro Páez Varela

Considero a Taibo II un individuo congruente con sus ideales. Cuando recomendó a Enrique Krauze y a Héctor Aguilar Camín que se fueran al exilio antes de seguir abriendo capítulos que no les convenían, se los dijo con toda honestidad: para tener la boca suelta se necesita tener la cola corta. Y Taibo cree que ambos tienen la cola larga. Mejor el exilio que seguir abriendo capítulos. “Sus trapos sucios”, dijo. De igual manera, por si alguien se asombró entonces, ha disparado al interior del movimiento de la 4T: llamó “sapos enmascarados” a los que se dicen de izquierda y son de derecha; dijo que le molestaba “gente como Germán Martínez, que se vaya ese güey”. Incluso a Alfonso Romo: “Cuando dice: ‘no afectaremos las concesiones para la industria petrolera de las transnacionales’ mi pregunta es muy sencilla: ¿quién chingados le dijo a Romo que somos ‘nos’? ¿A nombre de quién habla? […] Si le quieres hablar al oído a las transnacionales, pues muy tu pinche gusto, el mensaje que nosotros lanzamos es: ¡abajo todas las pinches reformas neoliberales! Y que escuche este mensaje Romo”. Esta frase resume en mucho a Taibo: “Dijimos que éramos Caperucita Roja y no vamos a salir ahora con que somos Caperucita Verde”.

Alejandro Páez Varela

¿Quién pierde sin México Libre? Podríamos empezar por esa pregunta que genera, necesariamente, otras preguntas. ¿Pierde el sistema de partidos? No; lo que sobran son partidos (yo eliminaría, de entrada, a Encuentro Solidario y a la Basura Verde o-como-se-llame) y ya el sistema democrático es lo suficientemente "robusto", por no decir caro. ¿Pierde la oposición? No: la hay; sólo que no tiene ni pies ni cabeza. ¿Pierde México? Respondo con pregunta: ¿Y cómo por qué?

Alejandro Páez Varela

Los videos se salieron de control a quienes los maquinaron. Eso es evidente. Pero es evidente, también, que no estuvieron todos estos años en las manos equivocadas.

Alejandro Páez Varela

En la página 650 de la edición de noviembre de 1968 de la revista Nature apareció la palabra "coronavirus". Seis párrafos. El texto, oscurecido por tanta tipografía y sin imágenes, empieza: "Un nuevo grupo de virus con el nombre de coronavirus ha sido reconocido por un grupo informal de virólogos que ha enviado su conclusión a Nature. El grupo señala que con tinción negativa, el virus aviar de la bronquitis infecciosa tiene un electrón característico de aspecto microscópico parecido, pero distinto al de los mixovirus".

Alejandro Páez Varela

Si la visita a la Casa Blanca era para restablecer las relaciones podridas que dejaron Luis Videgaray y Enrique Peña Nieto, nadie en su sano juicio podría decir que fue un fracaso. Lo dirá si tiene otro interés; si es porque no quiere reconocerle un acierto a esta administración. Pero a los empresarios les fue bien: fue un esfuerzo para echarlos a andar en medio de la peor crisis de todos los tiempos con las oportunidades que plantea el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Al cuerpo diplomático mexicano le fue bien: la mayor potencia del mundo, que es dirigida por un tipo inestable y a veces incomprensible, aceptó una reunión sin exabruptos y sin sorpresas en una relación que es desigual. Al país le fue bien: superamos la vergüenza de las humillaciones que sufrió México cuando Peña fue recibido por Donald Trump; ese estar siempre parados en un hilo delgado; ese estar esperando a ver cómo amanecerá el personaje y qué sorpresas tiene con nosotros. ¿Migrantes? ¿Muro? Y más: las drogas, cómo quedamos con los demócratas, cómo hacerles cumplir con su promesa de invertir en el sur: todo eso quedó pendiente y más, claro, porque es una relación compleja. Pero si la visita a la Casa Blanca era para mejorar la relación entre estas dos naciones obligadas por la vecindad, creo que fue un éxito y nadie debería escatimarle a Andrés Manuel López Obrador el logro.