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Deliciosa y sostenible: la dieta mediterránea es una de las claves para frenar el cambio climático, según los expertos

la dieta mediterránea se convierte en una de las claves para reducir el cambio climático. / Foto: Getty.

La Sociedad Española de Epidemiología (SEE) señala que la dieta mediterránea se ha asociado a un envejecimiento saludable, y además podría disminuir el impacto ambiental de la alimentación. Además, ha advertido de que la contaminación o la deforestación, producidas por el cambio climático, están teniendo un impacto cada vez mayor sobre los sistemas alimentarios del planeta, algo que asegura que "afecta especialmente" a las comunidades más vulnerables.

"La Sociedad Española de Epidemiología recuerda que en España existen patrones culturales de alimentación que han demostrado ser beneficiosos para la salud y pueden considerarse sostenibles, como la dieta mediterránea. Apostar por alimentos de origen vegetal, usar aceite de oliva como grasa principal, y moderar el consumo de carne y productos lácteos se ha asociado a un menor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes o mortalidad prematura. En definitiva, la dieta mediterránea se ha asociado a un envejecimiento saludable, y además podría disminuir el impacto ambiental de la alimentación, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y el uso de recursos naturales", afirma la SEE.

También hace referencia a la "dieta atlántica -noroeste de España y norte de Portugal- que, aunque menos conocido, también se ha asociado a un menor riesgo de mortalidad por todas las causas. Se caracteriza por un consumo elevado de pescado, lácteos, hortalizas, patatas, pan hecho de cereales enteros, un consumo moderado de ternera y productos derivados del cerdo, y grasas de origen vegetal". Sin embargo, sostiene que los beneficios de la dieta mediterránea por el momento se ha demostrado que son mayores.

Los expertos señalan que, a nivel individual, los ciudadanos pueden reducir el impacto de su alimentación reduciendo el consumo de carne y productos derivados, optando por alimentos de cercanía y priorizando lo local sobre lo exótico, con el objetivo de reducir la huella de carbono de sus dietas.

Paralelamente, la Sociedad recuerda que diversos estudios han identificado que los cultivos que crecen en atmósferas con elevados niveles de CO2 pueden ser menos nutritivos. Por ejemplo, el trigo y el arroz pueden contener menos proteínas, zinc y hierro.

Por ello, el Grupo de Trabajo de Epidemiología Ambiental insiste en que a nivel estructural es necesario transformar los sistemas alimentarios para minimizar su huella ambiental, "modificando prácticas industriales intensivas, reduciendo la deforestación, transformando el transporte de alimentos y disminuyendo el uso de plásticos".

Además, abogan por reducir el uso de pesticidas y sustancias químicas que contaminan el suelo, el agua y los alimentos, y alertan que pueden afectar al desarrollo infantil, así como aumentar el riesgo de cáncer y de enfermedades cardiovasculares. "Para ello es fundamental contar con una legislación sólida y fomentar la innovación para el desarrollo de fertilizantes ecológicos y técnicas de cultivo más limpias", apuntan.

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