Salir de la ducha y envolverse en una toalla suave y mullidita es una de las mejores sensaciones. Por lo general, al estrenar una toalla, estas suelen tener una textura especialmente agradable y que con el paso de los lavados suele ir desapareciendo. Y sí, podría decirse que cuando nuestras toallas se han vuelto ásperas es una de las peores cosas que pueden suceder.
Por lo general, aunque depende de la calidad de las toallas, esa esponjosidad suele ir perdiéndose con el tiempo. Conseguir solucionar este problema es más sencillo de lo que creemos, y no estamos hablando de comprar unas nuevas, sino que podemos alargar su vida útil y conservarlas correctamente si sabemos cómo hay que lavarlas.
Cuatro consejos a tener en cuenta
En palabras de Mary Johnson, experta en lavandería, la clave para unas toallas suaves y esponjosas reside en sus fibras y su tratamiento. Y ha compartido a través del medio británico Express.
Lo primero que hay que tener en cuenta que es importante cuidar el proceso de lavado. Debemos ser conscientes de que las toallas son objetos bastante pesados, por lo que añadir varias a la lavadora y con otras prendas podría interferir en el resultado.
Los productos que utilicemos también influyen. La experta insiste que la cantidad también es importante y que no por usar más detergente, quedarán más suaves. "No agregue más que la cantidad de detergente recomendada en el empaque del producto para una carga completa", explica.
Y la cosa no queda ahí, después de la lavadora, también hay que seguir una serie de recomendaciones. Estirar las toallas justo después de lavarlas nos ayudará a que no queden arrugadas y se sequen antes. Y si utilizas secadora, las bolas de lana pueden ser tu mayor aliado. Eso sí, la temperatura debe ser baja, para evitar que se tensen las fibras y las toallas se vuelvan rígidas.
