
El ritmo frenético, las cargas familiares, el trabajo o las tareas del día a día hacen que muchas personas posterguen infinitamente algunas actividades o proyectos, que se quedan en un segundo plano y, ya sea por pereza, por falta de tiempo o por miedo al resultado, nunca se encuentra el momento perfecto para llevarlas a cabo.
La cultura japonesa, caracterizada por un férreo control de la pereza, contiene diferentes técnicas específicas para aumentar la motivación y las ganas por aquellas tareas pendientes, para poder llevar a cabo todos esos proyectos que se desean conseguir y para evitar perder el tiempo, ayudando a lograr todos los objetivos vitales.
Ikigai, la razón de vivir
Una de las palabras que hacen referencia a una técnica japonesa para lograr motivación y ganas es ikigai, que no tiene traducción directa a nuestro idioma, pero que se relaciona con el significado "razón de vivir" o "razón de ser". Concretamente, tiene que ver con eso, con la forma de encontrar una vida plena, centrada en cuatro factores que consiguen llegar a la felicidad: lo que te gusta hacer, lo que se te da bien, lo que necesita el mundo y aquello por lo que te pagan.
De este modo, encontrar el ikigai es una de las formas de encontrar la felicidad, convirtiendo nuestra vida en un conglomerado de actividades que mezclan las pasiones y aficiones que te dan alegría, el desarrollo de lo que se te da bien para conseguir valor contigo mismo y con los demás, lo que puedes hacer para los demás y para conseguir un mundo mejor y, por último, todas esas cosas que te posibilitan conseguir dinero para cubrir tus necesidades básicas.
Kaizen, el cambio para mejorar
Kaizen es otra de las palabras japonesas relacionadas con la motivación necesaria para conseguir tus objetivos. En este caso, la palabra se puede traducir como "el cambio para mejorar", una técnica o fórmula que busca, mediante pequeños pero constantes gestos, optimizar los procesos y las prácticas para conseguir objetivos.
En este caso, esta palabra está más referida a los procesos de una empresa o negocio, pero la idea se puede aplicar a la vida misma. Solamente hay que identificar las áreas a mejorar y, después, hacer pequeños cambios en el día a día, midiendo los resultados a medio y largo plazo para notar todas las mejorías.
Para verlo con un ejemplo, una persona que tiene como objetivo empezar a hacer ejercicio y a comer saludable, pero nunca encuentra el momento y lo va dejando pasar. Ir a la compra y adquirir alimentos más saludables, preparar pequeñas y sencillas recetas para comer y eliminar los picoteos entre horas podrían ser los primeros pasos. Del mismo modo, salir media hora a andar todos los días, aumentando poco a poco el tiempo y la distancia, podría ser otro pequeño paso diario. Así, a medio y largo plazo, con la incorporación de estos pequeños gestos, se podrán empezar a notar los resultados del cambio a mejor.
Shoshin y la disciplina budista
Shoshin es un concepto que se traduce literalmente como "mente de principiante" y está ligado a la disciplina budista y al aprendizaje de las artes marciales japonesas. Básicamente, consiste en tener la mente abierta para todas las actividades a realizar, como si fueras principiante en cada una de ellas y tuvieras todo por aprender, manteniendo a lo largo del tiempo la curiosidad, las ganas, la actitud abierta ante cambios... aunque ya seas experto en el tema.
Con esta práctica, se consigue mantener la mente abierta ante los nuevos cambios que se pueden producir en cualquier momento de la vida, incluso, aunque lleves mucho tiempo desempeñando un trabajo, profesión, actividad... y, al mismo tiempo, se consigue mucha mayor capacidad de aprendizaje, mejorando las relaciones interpersonales y aumentando la creatividad propia.
Pomodoro, la técnica de productividad
La técnica del Pomodoro no es de origen japonesa, pero es muy implementada en esta cultura, ya que sirve para aumentar la productividad y la eficiencia a la hora de llevar a cabo cualquier actividad. ¿Cómo? Pues básicamente consiste en trabajar en bloques de 25 minutos (cada bloque se denomina pomodoro), seguidos de descansos cortos de 5 minutos. Tras cuatro pomodoros, se amplía el tiempo de descanso en esa actividad.
Así, se puede aplicar, por ejemplo, a la hora de estudiar. Los tiempos se pueden adaptar dependiendo de la actividad, pero, sobre todo, está destinado a aquellas tareas que implican concentración, aumentando la efectividad. Tras 25 minutos de máxima concentración en el estudio, se para el temporizador y se dejan cinco minutos de descanso. Tras repetir este proceso durante cuatro ocasiones, habrá que volver a hacerlo, pero con un tiempo de descanso de entre 10 y 15 minutos. Tras otros cuatro bloques, se vuelve a ampliar el tiempo de descanso entre bloques, a los 20-30 minutos.
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