
Tras conseguir representación en 2020 con un escaño en un feudo aparentemente tan difícil para Vox como País Vasco, en las elecciones vascas de 2024 parece francamente complicado (o al menos, así lo aseguran los sondeos) que la formación de ultraderecha repita ese resultado. Y, tanto en el éxito como en el descalabro, estará grabado el nombre de Amaia Martínez.
La primera diputada de Vox en el País Vasco repite (es la única que lo hace, junto a Miren Gorrotxategi, de Podemos, de todos los partidos con representación) es un verso suelto en el Parlamento vasco. Lo fue en su campaña electoral de 2020, lo ha sido en la legislatura y lo está siendo en una campaña en la que no ha disimulado un discurso con tintes xenófobos y en el que ha resucitado el fantasma de ETA.
Su llegada a la política española fue una de las más curiosas: licenciada en Ciencias de la Información, regentaba junto a su marido un negocio de venta de armas en Vitoria y, tras no conseguir escaño en 2016, pudo conseguirlo por Álava en 2020 aprovechándose en parte de la baja participación que tuvo lugar en la provincia.
Su inexperiencia en política no ha frenado el ímpetu de una candidata que tanto en campaña como en el Parlamento ha seguido la misma línea: una marcada hoja de ruta antinacionalista, vinculando a la inmigración con un problema de inseguridad en las calles y en contra de lo que denomina dictadura del euskera, idioma que conoce pero que jamás usa.
El paso de Martínez por el Parlamento vasco ha estado plagado de polémicas y, de hecho, la Junta de Portavoces y la Mesa del Parlamento aprobaron al comienzo de la legislatura una regulación del reglamento para que los partidos del grupo mixto (en el que solo estaba Vox) viesen reducidos sus turnos de intervención, su posibilidad de realizar propuestas e incluso su número de asesores.
De cara a los comicios del domingo, Martínez ha propuesto dar la espalda a los sondeos y animar a un electorado que parece 'de nicho' en el País Vasco pero con el que pretende repetir lo que ya en su momento fue un milagro: mantener la representación de un partido de ultraderecha en el Parlamento del País Vasco.