
La figura de Robert Oppenheimer es una más de todas aquellas que, a pesar de un decisivo papel en la historia reciente, no sale a la luz en toda su dimensión hasta que algún producto audiovisual la difunde por todo el mundo y llega así a muchas personas que desconocían completamente su existencia e importancia.
Es lo que ha pasado con el físico estadounidense, considerado uno de los padres de las bombas atómicas que EEUU atacó las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. La película 'Oppenheimer', ganadora de siete premios Oscar, ha sido la encargada de poner de relieve el personaje de Robert Oppenheimer (interpretado por Cillian Murphy, ganador también del Oscar al mejor actor principal) y de mostrar su trascendencia al mundo.
Hijo de judíos, Oppenheimer nació en Nueva York en 1904 y desde su niñez destacó como un buen estudiante, lo que le permitió graduarse en Harvard en Química con un año de adelanto. Su interés por la física le llevó a viajar por Europa: primero por Cambridge y después por Gotinga, donde se asentó para afianzar su conocimiento en física teórica.
Con tan solo 22 años, Oppenheimer ya había obtenido su primer doctorado y había bebido de la influencia de figuras de la talla de Ernest Rutherford y Max Born.
Tras más de cinco años por Europa regresó a EEUU para desarrollar su carrera como profesor universitario. Lo hizo de vuelta en Harvard y después en Berkeley, lugares en los que destacó por su polivalencia, su brillantez y su particular habilidad para el magisterio.
Sin embargo, la verdadera relevancia del personaje se producirá en 1942, año en el que EEUU le pide ser el director científico del Proyecto Manhattan enfocado en construir la bomba atómica. El experto se encargó de reclutar a las mejores mentes procedentes de materias tan diferentes como la física, la química o las matemáticas y se encargó de coordinar los esfuerzos para que EEUU consiguiese el arma que, a la postre, sería definitiva en el devenir de la Segunda Guerra Mundial.
Oppenheimer, que pasaba largas temporadas en Nuevo México, decidió construir una ciudad a la que trasladar el proceso de diseño de la bomba atómica y de los trabajadores inmersos en dicha tarea junto con sus familias. Así nació el complejo de Los Álamos, una ciudad creada contrarreloj y con el objetivo de mantener el proyecto en el más alto secreto.
Tras tres años de trabajo, en julio de 1945 el grupo de Oppenheimer consiguió la primera explosión nuclear, a la que apodó 'Trinity' y que es una de las escenas más icónicas del film de Christopher Nolan. El objetivo había sido cumplido.
Menos de dos meses después, EEUU decidió lanzar la bomba atómica. Con Alemania e Italia ya vencidas, solo Japón continuaba las hostilidades y el Ejército se decantó por atacar la ciudad de Hiroshima. Fue el 6 de agosto de 1945: el 9 de agosto se lanzó una nueva sobre Nagasaki. El 15 de agosto Japón capitulaba después de ver como más de 100.000 ciudadanos morían con la caída de las dos bombas (muchos más lo harían 'a posteriori' por los efectos de las mismas).
De unas manos "manchadas de sangre" al macartismo: la caída de Oppenheimer
Un altísimo coste en vidas humanas del que Oppenheimer no fue, en cierta medida, ajeno a la hora de diseñar el arma con el que todas esas personas morirían después y que le pasó factura posteriormente en todos los sentidos. Al declararse, en una entrevista con el presidente Truman, sentirse con "las manos manchadas de sangre", el físico fue reprendido por el político. Fue solo el principio.
Años después, Oppenheimer se convirtió en uno de los objetivos del macartismo por sus simpatías décadas atrás con diferentes movimientos vinculados al comunismo (de hecho, el hermano de Oppenheimer se afilió al Partido Comunista). En esos momentos delicados destacó de nuevo su marcada personalidad: se negó a dimitir de su puesto como consejero nacional en asuntos nucleares a pesar de las presiones del presidente Eisenhower y, de hecho, pidió una auditoría sobre su lealtad institucional que acabó de forma agriculce para él: no se acreditó ningún tipo de traición, pero se le prohibió trabajar con materias de seguridad nacional.
El resto de la vida de Oppenheimer estuvo marcada por su retiro paultino de los focos, a pesar de que en 1963 le fue concedido el Premio Enrico Fermi a manos de John F. Kennedy, un galardón que se presumió como un signo de rehabilitación política que a todas luces fue insuficiente tanto para él como para su familia.
En 1967, y tras años de tratamiento, Oppenheimer falleció, retirado en las Islas Vírgenes, a causa de un cáncer de garganta. Su legado, plagado de luces y sombras, tomaría fuerza más de medio siglo después gracias al inmenso alcance del séptimo arte.