Actualidad

El sueño fallido de Xi Jinping de convertir a China en una superpotencia futbolística mundial

  • Su gran objetivo es ver a China proclamarse campeón del Mundo antes de 2050
  • Las malas decisiones financieras y la corrupción de alto nivel, principales claves
  • El covid terminó por golpear a la economía y pinchar la burbuja futbolística
Xi Jinping golpea al balón en una visita a Irlanda en 2012. Foto: Alamy

Corría el año 2011 cuando Xi Jinping, por aquel entonces vicepresidente de la Comisión Militar Central de la República Popular China, se marcó el siguiente objetivo: convertir al gigante asiático en una "superpotencia mundial de fútbol" de cara al año 2050. Y para ello puso su mirada en tres aspectos fundamentales: en primer lugar, clasificar al país para otro Mundial; en segundo, organizar una Copa del Mundo; y en tercero, proclamarse campeón.

Todo esto en un contexto en el que China no estaba ni entre las 70 mejores selecciones del mundo. Además, tan solo había participado una sola vez en un Mundial, en la edición celebrada en Japón y Corea del Sur en 2002. Sin duda, el país necesitaba una transformación y Xi Jinping estaba dispuesto a dársela, aunque lo que no intuía es que todo esto terminaría resultando pan para hoy y hambre para mañana. 

En 2012, Xi Jinping fue ganando peso político al convertirse en Secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China, y un año más tarde asumiendo la presidencia de la República Popular China. Pero no fue hasta 2016 cuando los planes de Xi Jinping empezaron a vislumbrar el sol. Por aquel entonces, la Asociación China de Fútbol tocó las campanas y dio luz a, posiblemente, la mayor burbuja financiera en el mundo del fútbol. 

China, la moda futbolística

El objetivo de convertir a China en una "superpotencia futbolística mundial" provocó la primera estampida de jugadores deseosos de hacer el agosto para volver a sus países de orígenes años después y con los sacos llenos de billetes. Nombres como Oscar (65 millones de dólares), Hulk (60) o Alex Teixeira (54), todos brasileños, fueron los primeros en aterrizar gracias, en parte, a que los conglomerados afiliados al estado y los desarrolladores que salieron del auge inmobiliario inundaron con dinero en efectivo la principal competencia interna del país.

Eran tiempos de bonanza para el fútbol chino. Su liga, denominada Superliga China (CSL), ya competía con las competiciones más grandes de Europa en términos de gasto. Por ejemplo, en la temporada 2015-2016 se invirtieron 451 millones de dólares en transferencias, colocándose entre las cinco ligas con mayor desembolso del mundo. 

Todo lo que sube, baja

El sueño de Xi Jinping no llegó ni a la etapa de sueño ligero. Las malas decisiones financieras y la supuesta corrupción de alto nivel, junto con una pandemia de tres años, dejaron al fútbol más allá de un segundo plano. Con todo esto, cuando el Covid golpeó la economía y el mercado inmobiliario se estancó, los fondos de las empresas y desarrolladores afiliados al estado se agotaron. La burbuja había explotado. 

El país estaba sumido en una crisis futbolística. Los estadios vacíos provocaron menos patrocinadores y, por tanto, menos ingresos. En esta línea, los clubes lucharon por pagar los salarios, y muchos de los jugadores y entrenadores extranjeros contratados (Scolari, Lippi o Cannavaro, entre ellos) para subir el nivel del juego nacional terminaron renunciando, en parte a la postura de cero covid del gobierno que hizo que ver a sus familias fuera prácticamente imposible.

Aquí, las estadísticas lo dicen todo: de los 100 mejores acuerdos de transferencia de todos los tiempos de la Superliga china, según la base de datos de Transfermarkt, al menos 75 eran extranjeros. Y de todos ellos, tan solo tres permanecen en China.

Guangzhou Football

Uno de los casos más sonados fue el de Guangzhou FC. Considerado como el gran dominador del fútbol chino en la última década, con ocho ligas -siete de manera consecutiva- y dos Champions asiáticas, este club pasó a la fama después de que el grupo inmobiliario Evergrande lo adquiriera en 2010 a cambio de 15 millones de dólares. 

La entrada al club de Hui Ka Yan, dueño del coloso inmobiliario, provocó que la valoración del Guangzhou Evergrande se disparara de 16 a 3.000 millones de dólares en cinco años. Pero no fue hasta 2017 cuando el equipo empezó a acumular cuatro años consecutivos de pérdidas financieras que le llevaron en 2020 a anunciar un plan para retirarse del fútbol. Un año antes, acumuló pérdidas de 270 millones, déficit que tuvo que asumir la empresa constructora.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky