
Todo el mundo trata con otras personas en su día a día, sea con compañeros de trabajo, con familiares, con amigos o con vendedores. Muchas veces, durante las conversaciones alguna gente se queja por diversos motivos, y en bastantes casos se habla de problemas o situaciones en sus trabajos. Esto es inevitable, pero si se trata de un tópico recurrente puede resultar monótono y agotador para el oyente.
Hanna Howard es editora y periodista laboral. La misma ofrece tres enfoques diferentes para tratar con este tipo de personas y no perder la paciencia.
¿Qué se busca al lamentarse?
Cualquiera puede tener una jornada laboral frustrante, y de acuerdo con la experta, el escuchar a alguien emitir sus quejas y desarrollar empatía hacia ese alguien es una cualidad que forma parte de la naturaleza humana. Cuando uno es quien debe ser comprensivo y apoyar a quien emite sus quejas, es sin embargo importante situar con su interlocutor cuál es el objetivo de sus quejas, esto es, hasta dónde quiere llegar con ello.
Sin embargo, y a no ser que el problema sea también propio, la persona tiene un límite y en casos excesivos debe dejarlo claro. Normalmente se actúa como la otra persona se quiere que actúe (dándole la razón, animándolo o simplemente dejando que se desahogue), pero se le debe dar la importancia que tiene, y por lo tanto el espacio justo que merece.
Howard comenta que plantear la cuestión de si uno quiere desahogarse, o si por el contrario busca consejo, puede ayudar incluso a quien emite las protestas a comprender cuál es el objetivo de sus quejidos. Puede que quiera consejo, apoyo emocional, ayuda práctica o un baldazo de realidad, pero el primer paso consistirá en ayudar al otro a sacar de sus palabras un objetivo útil.
Ayudarle a abrir los ojos
Aunque estas situaciones no se puedan controlar, se puede ofrecer apoyo para ayudar a la persona a encontrar cuanto antes una solución. Howard añade que quizás una buena forma de abordar una situación con varios problemas es ver cada obstáculo como una excepción.
La solución puede ser el encontrar la forma de superar los problemas que causan los lamentos, o incluso cambiar de ambiente (o de empleo) si fuese necesario. Y ante unas quejas constantes, que pueden ser el reflejo de una actitud pesimista, la experta dice que quizás la persona esté quemada y ni siquiera sea consciente de ello. Entonces, más allá de aportarle otros puntos de vista, el hecho de ofrecerle otra solución o ayudarle a encontrarla puede hacer que abra los ojos, y cambie los lamentos por acciones.
Evitar una situación límite
Pero Howard también menciona aquellos escenarios en los que se alcanza un punto insufrible, sin que se pueda hacer nada por evitar las quejas repetitivas del interlocutor. Aquí, la misma dice que es perfectamente normal situar unos límites, y comentarle que no se quiere escuchar más de sus quejas, o al menos cada detalle. Y también se le debe comunicar que esto no significa que uno no se preocupe por el otro.
Esto último puede varias según el caso y el individuo con el que se trata. Una posibilidad es establecer un tiempo límite para quejarse, donde sea recíproco y ambos se desahoguen y compartan problemas o inquietudes. Por ejemplo, un día por semana o durante 10 minutos al día. Para Howard, además, esto puede dar pie a que quien se lamenta encuentre otras maneras de desestresarse, en especial si el problema no es su empleo, sino ciertas cosas que le suceden dentro de este.
Incluso en el extremo de no lograr que la persona se desahogue, que no cambie de actitud o que no encuentre un problema, Howard tiene claro que se debe seguir siempre apostando por la empatía: "Se amable y paciente, piensa que cuando seas tú quien tenga motivos para quejarse, seguramente contarás con esta persona como apoyo".