
El Palacio de Westminster, la sede de la soberanía británica, se cae a pedazos desde hace años y hay un riesgo inminente de incendio, inundación o derrumbe. El Parlamento lleva desde 2019 estudiando cómo realizar el proceso de remodelación del edificio, pero se han dado de bruces con un obstáculo que no son capaces de resolver: la obligación de vaciar el histórico palacio durante décadas para dejar a los obreros trabajar. Y un informe publicado este miércoles deja claro el tamaño del problema que puede provocar la resistencia a trasladar el Parlamento: si quieren seguir sesionando durante la obra, el proceso de restauración podría alargarse hasta los 76 años, la vida laboral completa de dos generaciones.
La versión actual de Westminster fue construida en 1840, en otro proceso multigeneracional que duró 30 años y vio la muerte de sus dos arquitectos. Aquel edificio no estaba diseñado para tener un sistema de tuberías moderno, electricidad, conexiones telefónicas, aire acondicionado, calefacción ni una larga lista de elementos básicos de una construcción actual. Kilómetros de cableado y canalizaciones han sido añadidos a lo largo de las décadas, donde buenamente se podía, y renovados varias veces en ese tiempo.
El resultado es un alto riesgo de accidente o incendio, ya que muchos de esos añadidos no cuentan con el aislamiento correcto y están mezclados entre sí: algunas cañerías pasan junto a los cables de la luz, una combinación letal en caso de cualquier rotura. A eso se le suma una gran cantidad de madera inflamable, kilos de amianto colocados el siglo pasado para intentar evitar incendios, y una fachada de piedra que sufrió bombardeos en la II Guerra Mundial y de la que se han desprendido numerosos pedazos. Un riesgo constante.
Lo que se necesita, básicamente, es vaciar el edificio por dentro y reconstruirlo desde cero. Y la solución más rápida, según han concluido los expertos contratados para diseñar el plan de reforma aprobado en 2019, es trasladar a los diputados a otro edificio para sesionar allí durante 12 a 20 años, con otros siete años más en los que se podrían realizar las reformas restantes con ellos dentro, a un coste de entre 7.000 y 13.000 millones de libras. Pero los parlamentarios se niegan y prefieren mantenerse en el edificio, por lo que llevan años pidiendo nuevos estudios para ver si sería posible hacer una reforma sin marcharse.
Y los datos son bastante claros. Si los diputados, los lores, los funcionarios y todos sus equipos siguen en el Palacio durante las obras, el proceso de reforma se alargaría a "entre 46 a 76 años" -entre 3 y 4 veces más-, y el coste subiría a 11.000 a 22.000 millones de libras. El dato más irónico es que los diputados tendrían que abandonar el edificio varios meses cada año, por lo que al final del proceso habrían pasado fuera "de 13 a 22 años", es decir, más tiempo que si se marchan por completo y no vuelven hasta que la obra haya finalizado.
El plan final debería haberse votado este próximo verano, pero las reticencias generalizadas han aplazado el proyecto definitivo a 2024. El mayor riesgo para los expertos es que finalmente los diputados opten por la opción de seguir dentro, y convertir el proceso de reconstrucción en un gigantesco proceso de remiendos y parches. En cualquier momento, el Parlamento podría acabar como Notre Dame, advierten. Pero por el momento, la única decisión que han tomado los diputados al respecto ha sido la de disolver el grupo de expertos que ha elaborado este documento y nombrar otro, a ver si su presupuesto les gusta más. El mayor problema es que por cada semana de retraso, el coste de la reforma crece en dos millones de libras. Y el tiempo corre.