
Con la participación de 64 bancos y un escenario adverso severo pero plausible para el periodo 2025-2027, la reciente conclusión del test de resistencia de 2025 por parte de la Autoridad Bancaria Europea (EBA) ofrece una instantánea de la resiliencia de los bancos significativos de la zona del euro en un contexto de creciente incertidumbre global. El escenario económico adverso contemplado es más severo que el de la crisis financiera de 2008 y que los recientes desarrollos macroeconómicos, con una caída del PIB real de la Unión Europea (UE) del -6,3% desde el punto de partida en 2024 hasta el final del horizonte de estrés en 2027. Adicionalmente, la EBA llevó a cabo análisis de sensibilidad complementarios para explorar cómo podrían desviarse variables clave, como los tipos de interés o los aranceles, respecto al escenario adverso. Estos análisis ilustran el potencial de pérdidas más acusadas en sectores concretos bajo condiciones macroeconómicas alternativas, lo que subraya la necesidad de marcos de gestión de riesgos más adaptables.
Los bancos de la zona euro, respaldados por una década de fortalecimiento de capital y una rentabilidad mejorada debido a la reciente subida de los tipos de interés, han demostrado una mayor capacidad para resistir shocks adversos que en el pasado. En particular, las pérdidas totales en el ejercicio rondaron los 500.000 millones de euros, lo que se traduce en una reducción de capital de -370 puntos básicos, una cifra más sólida que la registrada en los resultados de 2023. En términos absolutos, el dato es comparable al del test de resistencia de EEUU de este año, aunque más severo en términos relativos (reducción de capital). La metodología empleada incluye supuestos simplificadores, como la no consideración de medidas correctoras o adaptativas durante el horizonte de tres años, manteniéndose constante el balance de los bancos pese al shock económico, así como coberturas conservadoras establecidas por la EBA. Estos supuestos, introducidos para garantizar la comparabilidad, son considerados por las entidades como poco relevantes desde un punto de vista económico.
Al no tratarse de una prueba de aprobado o suspenso, el BCE va más allá de los resultados cuantitativos y, al dar mayor peso a las evaluaciones cualitativas, ha detectado deficiencias, especialmente en los sistemas internos de información y en la agregación de datos de riesgo. El ejercicio ha sido especialmente exigente desde el punto de vista operativo, ya que los cálculos se han realizado por primera vez, y con antelación, bajo el nuevo marco normativo CRR3, que limita los beneficios de capital atribuibles a modelos internos. No obstante, el BCE ha intensificado la revisión de los envíos mediante controles de calidad in situ. Algunas entidades podrían enfrentarse ahora a un seguimiento supervisor más detallado, especialmente en lo relativo a la gobernanza de modelos y marcos de pruebas de resistencia. Este ejercicio ha combinado un nuevo marco normativo con una mayor exigencia supervisora, ofreciendo un anticipo de los desafíos futuros.
De cara a 2026 y años posteriores, se prevé una evolución adicional del ejercicio. La EBA explora actualmente el papel de los elementos top-down en los tests de resistencia a escala europea, con especial atención al riesgo de crédito. El ejercicio de 2023 introdujo un modelo descendente para proyectar los ingresos netos por comisiones, mientras que el de 2025 centralizó también las proyecciones sobre margen de intereses. Los riesgos climáticos y ASG se han evaluado hasta ahora mediante ejercicios paralelos y específicos, pero los supervisores podrían integrarlos en el marco principal. Los futuros escenarios podrían dejar de tratar los riesgos de transición y físicos como algo marginal e incorporar directamente fenómenos como picos desordenados en los precios del carbono o eventos climáticos extremos, obligando a los bancos a evaluar el impacto de activos varados o impagos asociados al clima. Por otro lado, el escenario de 2025 se centró en la fragmentación geopolítica -aranceles y subidas de precios energéticos- y la siguiente evolución apunta a ejercicios específicos tipo "juegos de guerra". El BCE planea pruebas inversas sobre shocks geopolíticos para evaluar si cortes abruptos de energía, ciberincidentes a gran escala o la ruptura del comercio internacional podrían desencadenar tensiones sistémicas. En un contexto de incertidumbre geopolítica, estos escenarios serán esenciales para la supervisión prudencial.
En esencia, el test de 2025 ha transformado las pruebas de resistencia de meros ejercicios de cumplimiento en herramientas supervisoras proactivas. Sirven ahora para orientar la configuración de colchones de capital, detectar deficiencias en la gobernanza y exigir a los bancos marcos de riesgo ágiles y basados en datos. En el futuro inmediato, las entidades deberán ser capaces no solo de resistir una recesión, sino también de navegar crisis climáticas y shocks geopolíticos. Entre los ciclos bienales, ejercicios temáticos específicos -sobre resiliencia cibernética, estrés de liquidez o riesgos climáticos- mantendrán la atención tanto de bancos como de supervisores. Estos últimos, al recoger más datos del sistema bancario, tenderán hacia un ejercicio más liderado por el supervisor, menos exigente operativamente para las entidades, pero probablemente más estandarizado.