Bolsa, mercados y cotizaciones

El verdadero 'billete verde' es el euro y la prueba está en este rincón del mercado en el que domina con fuerza frente al dólar

  • El euro es la divisa 'hegemónica' en el mercado de bonos verdes
  • Es un mercado en auge y esto puede dar proyección a la moneda
  • Los flujos siguen llegando pese al repliegue de EEUU en materia ESG
Imagen: Elaboración propia

Por muy optimistas que se muestren algunos analistas financieros y algunas voces institucionales, la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, ni más ni menos, el euro tiene prácticamente imposible destronar al dólar estadounidense de su hegemonía mundial. El dólar interviene en nueve de cada diez transacciones de divisas y sigue representando el 58% del total de las reservas de divisas en el mundo. Materias primas, tipos de interés, derivados: es la divisa dominante en casi todos los mercados. Con una excepción: un rincón en el que los activos se denominan principalmente en euros y cuyo despegue está impulsado sobre todo por empresas y agentes públicos con sede en Europa.

Este rincón del mercado no es otro que el de los bonos verdes y por ello, analistas como los de BNP Paribas, se permiten la licencia de bromear con que el euro es el nuevo 'billete verde', en alusión al motejo que tradicionalmente ha recibido el dólar estadounidense. A la divisa estadounidense se la conoce así (greenback en inglés) por las primeras notas bancarias hechas por el gobierno federal de EEUU durante la década de 1860, que fueron impresas en negro y verde. Negro era el color dominante del frente, y verde era el color dominante en el reverso (back). Este diseño fue preservado en los billetes posteriores.

La fuerte presencia del euro en este mercado verde es positiva para la divisa y le otorga potencial en un momento en el que el cielo parece caerse por momentos sobre el dólar (las erráticas políticas de Donald Trump, la falta de confianza de los inversores extranjeros). Según defiende Jean-Luc Proutat, economista de BNP Paribas, en una nota para clientes, "al igual que los petrodólares contribuyeron a la internacionalización del dólar hace 50 años, la transición ecológica bien podría establecer el euro como moneda verdaderamente 'verde' en el futuro".

El auge de este mercado es clave para sostener esta tesis. En 2025, se espera que el mercado de bonos verdes vuelva a registrar un volumen récord de emisiones. El repaso a los datos previos es esclarecedor. Desde el Acuerdo de París sobre el Clima de 2015 y la introducción de principios aplicables por la Asociación Internacional de Mercados de Capitales (ICMA), el mercado de bonos verdes se ha disparado. Aunque sigue siendo modesto en términos globales (2,9 billones de dólares, o apenas el 2,5% del total de bonos en circulación), su tamaño se ha más que quintuplicado en los últimos cinco años. La eurozona ha sido el motor de este despegue, seguida de lejos por EEUU y China. En términos de emisión acumulada, la moneda única acapara la mayor parte: 46% del mercado en 2024, frente a sólo el 28% para el dólar estadounidense.

La oportunidad puede ser mayor en un contexto en el que este tipo de inversión no es especialmente bienvenida para la nueva Administración estadounidense. "Queda por ver si la contraofensiva estadounidense en materia de responsabilidad social y medioambiental será una amenaza o una oportunidad para las finanzas sostenibles. Hay muchos argumentos a favor de esta última hipótesis", sostiene Proutat.

El analista reconoce que el actual contexto geopolítico, marcado por la guerra de Ucrania, la carrera armamentística y la vuelta de Trump, plantea dudas sobre la continuidad de la expansión de este mercado, pero se mantiene optimista: "¿No existe el riesgo de que la reacción violenta de los gobiernos en materia climática y medioambiental frene el impulso del mercado de bonos verdes y, de paso, el uso del euro asociado a él? En realidad, esto es poco probable, ya que las finanzas sostenibles siguen contrarrestando los ataques políticos en su contra con argumentos sólidos".

Trump no decide por los inversores

"En su lucha contra los criterios sociales y de gobernanza, la administración Trump no puede decidir en nombre de los inversores. La difusión de los factores medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG por sus siglas en inglés) es una tendencia importante, impulsada no solo por los gobiernos, sino también por las aspiraciones del sector privado", desarrolla Proutat. De forma sintomática, prosigue el informe de BNP citando informaciones publicadas en el Financial Times , los grandes gestores de activos a los que se ha "pedido" que dejen de favorecer las inversiones responsables en EEUU mantienen su oferta en otros lugares, cuando no la refuerzan.

En los últimos meses han proliferado los nombres de bancos y gestores de inversión estadounidenses que, buscando congraciarse con la nueva administración o evitar represalias han abandonando las alianzas de cero emisiones netas. Ya antes de la investidura del nuevo presidente de EEUU, BlackRock, la gestora de fondos más grande del mundo, anunció su salida de Net Zero Asset Managers, alianza comprometida con la acción climática. En la misma línea, los seis bancos más grandes de EEUU también han abandonado la Net-Zero Banking Alliance. Siguiendo esta estela, gestoras de activos estadounidenses, como State Street Global Advisors, JP Morgan Asset Management y Pimco han abandonado el grupo Climate Action 100+.

Sin embargo, pese a estos movimientos, el dinero continúa fluyendo hacia los fondos sostenibles, con una entrada neta global adicional de 10.400 millones de dólares en el tercer trimestre de 2024, según datos de Morningstar. Esto significa que los gestores de activos globales se enfrentan al problema de encontrar la manera de satisfacer a los distintos clientes. Si bien Allianz Global Investors sigue siendo miembro de Climate Action 100+, su filial estadounidense Pimco se retiró. De igual forma, BlackRock se retiró del grupo, pero transfirió su afiliación a su filial internacional.

Dominic Rowles, analista de ESG en Hargreaves Lansdown, afirma que los gestores de activos que se han retirado de estos grupos le han asegurado que sólo lo han hecho por miedo a acciones legales en EEUU, donde algunos grupos de fondos se han enfrentado a demandas de estados republicanos debido a su agenda medioambiental. Su mensaje a los inversores europeos, dice, es que sus equipos internos son ahora lo suficientemente buenos como para perseguir objetivos climáticos sin necesidad de depender de terceros.

Algunas voces del sector aseguran directamente que se está exagerando y ponen como ejemplo la Ley IRA (Reducción de la Inflación) auspiciada por la Administración Biden para fomentar inversiones sostenibles cuyos mayores beneficiarios han sido estados republicanos donde ha ayudado a crear empleo. Otros agentes deslizan la posibilidad de adoptar un enfoque sutil y discreto hacia la energía limpia en EEUU: en lugar de llamarla inversión sostenible o emplear el tan cuestionado concepto ESG, se podría rebautizar como "seguridad energética". Como constata Marisa Drew, directora de sostenibilidad de Standard Chartered, sigue habiendo un gran interés de los gobiernos de todo el mundo por abandonar la energía de los combustibles fósiles y el inversor estadounidense no es ajeno a ello.

Volviendo a este lado del charco, el impulso verde no se ha resentido y gigantes europeos de la inversión como Amundi, UBS Asset Management y la propia BNP Paribas Asset Management no han seguidos los pasos de sus pares norteamericanos. En el Viejo Continente, los criterios ESG siguen formando parte del business as usual (como de costumbre) de muchas empresas. Más allá de la regulación, el mercado sigue impulsado por un 'muro de vencimientos' (reembolsos de deuda), lo que crea un impulso natural para la reinversión. En 2025, se espera que la emisión de bonos verdes crezca un 8% más hasta alcanzar los 660.000 millones de dólares.

"Para los ahorradores, la ESG sigue siendo un factor clave en las decisiones de inversión, sobre todo desde que la Norma Europea de Bonos Verdes (EuGBS) ha proporcionado una mayor transparencia y un marco regulador más sólido", enfatiza Proutat. "Los bonos verdes cumplen cada vez más su objetivo de descarbonización y son también una atractiva herramienta de financiación para los emisores, ya sean soberanos o privados", agrega.

Ante el gran obstáculo del greenwashing o 'lavado de cara' verde (ponerse la etiqueta ESG para conseguir ciertos beneficios sin una aplicación real de estas políticas), el analista de BNP no niega que sea un problema a tener en cuenta, pero rescata un estudio reciente del Banco de Pagos Internacionales (BPI) en el que se demuestra que el mercado de bonos verdes contribuye de forma significativa a la descarbonización de las empresas. Las que los utilizan reducen sus emisiones unitarias de gases de efecto invernadero en una media del 21% al cabo de un año, y los progresos más significativos se registran en los sectores de alto consumo energético.

"Si los responsables de las políticas públicas frenaran la expansión del mercado de bonos verdes, estarían actuando potencialmente en contra de sus propios intereses. Las agencias de calificación incorporan cada vez más las trayectorias de reducción de emisiones de CO2 en sus evaluaciones de la deuda pública, y las que obtienen mejores resultados minimizan el riesgo de una transición desordenada, obteniendo así mejores calificaciones. En los mercados, las primas de emisión de bonos verdes (greenium) siguen siendo variables y, en general, modestas (unos pocos puntos básicos). Pero este reconocimiento inicial es digno de mención en un momento en que resurge la cuestión de la sostenibilidad de las finanzas públicas", cierra Proutat.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky