
Pocas semanas después de que anunciara, con 94 años en el carné de identidad, su retirada del mundo de la inversión, poco más queda ya que contar de la leyenda de los mercados que ha sido Warren Buffett. El estadounidense seguramente sea el mayor inversor que jamás se haya visto. Para poner sus méritos en contexto, su 'brazo armado', Berkshire Hathaway, podría caer ahora mismo un 99% y aún así cualquier inversión en el mismo superaría al mercado si se hubiera empezado con Buffett en 1964. Dicho de otro modo, 100 dólares invertidos con Buffett en 1964 habrían crecido ahora a más de 5,5 millones de dólares en comparación con los 39.000 dólares que hubiera brindado el S&P 500, índice de referencia en Wall Street. Gran parte de este éxito del Oráculo de Omaha, como también se le conoce (nació en la conocida ciudad del estado de Nebraska), se debe a las aseguradoras, una apuesta de la que se enamoró perdidamente y que le ayudó a ganar miles de millones.
Lo cierto es que Buffett dedicó mucho tiempo a desarrollar la estructura óptima para sus inversiones. Hasta finales de los años 60, el célebre inversor gestionó su sociedad con una comisión de rendimiento hasta que cerró su fondo, afirmando que no encontraba ninguna oportunidad racional. Pero siguió invirtiendo a través del vehículo por el que es más famoso hoy en día: el referido holding Berkshire.
Berkshire era una empresa que cotizaba en bolsa (algo tan genuino como una firma textil con raíces en el siglo XIX) y no un fondo, por lo que le liberaba de algunas obligaciones fiduciarias y le permitía reasignar el capital como considerara oportuno. A través de Berkshire, Buffett adquirió compañías de seguros como Geico, National Indemnity y General Re.
Entrar con fuerza en estas aseguradoras dio a Buffett acceso al float, una de sus herramientas favoritas. Este concepto, cuya traducción literal al español sería 'flotación' o 'capital flotante', se refiere a una situación en la que una suma de dinero está temporalmente disponible en varias cuentas o lugares debido a retrasos en el procesamiento de las transacciones.
Como explica el analista Marc Rubinstein, las adquisiciones de compañías de seguros de Buffett le dieron acceso a miles de millones de dólares de efectivo por la diferencia entre las primas regulares pagadas por los asegurados y las reclamaciones pendientes. Al existir normalmente un retardo o decalaje entre el cobro de las primas y los pagos por la resolución de siniestros, se genera un flujo que fue auténtica pólvora para Buffett.
Aunque no se tratara de un dinero 'real' (esos costes de los siniestros había que acabar pagándolos), el margen temporal era clave para saber invertirlo con inteligencia y aumentarlo. "Dado que las primas recibidas son esencialmente como préstamos de los asegurados (que solo deben devolverse cuando se presenta una reclamación en el futuro), Buffett ha podido utilizar la emisión de seguros como apalancamiento al invertir en acciones y empresas privadas", sintetiza Dillon Jacobs, inversor y reconocido 'feligrés' de la religión Buffett en un artículo de FinMasters. Es muy parecido a cómo un banco recolecta depósitos, invierte ese dinero (a través de préstamos a otras personas o empresas) y luego devuelve el dinero en una fecha futura cuando finalmente se hace un retiro, explica Jacobs.
Incluso cuando la compañía de seguros no era rentable, el retraso en la resolución de las reclamaciones significaba que el float estaba disponible para su reinversión a bajo coste, y en los años rentables, el coste era incluso negativo. "La flotación y la excelente calificación crediticia dieron a Berkshire acceso a una financiación barata que ayudó a Buffett a apalancar buenas inversiones en una proporción de 1,4 a 1,7. No hace falta ser un genio para comprender el poder del apalancamiento aplicado correctamente", apuntan los analistas de Market Sentiment en una nota repasando el legado del Oráculo de Omaha.
Ya en el año 2000, en su tradicional carta anual a los inversores, Buffett justificaba esta estrategia: "Para entender Berkshire, entonces, se hace necesario entender cómo evaluar una compañía de seguros. La clave está en: (1) la cantidad de capital flotante (float) que genera la compañía; (2) su coste; y (3) la más importante de todas, las perspectivas a largo plazo de ambos factores".
En la misiva de 2010, Buffett entraba aún más en detalle: "Si las primas superan el total de los gastos y las pérdidas eventuales, registramos un beneficio de suscripción que se suma a los ingresos de inversión producidos por el float. Esta combinación nos permite disfrutar del uso de dinero gratis y, mejor aún, que nos paguen por conservarlo".
"Desgraciadamente, la esperanza de este feliz resultado atrae una intensa competencia, tan vigorosa en la mayoría de los años que hace que el sector en su conjunto opere con una pérdida de suscripción significativa. Esta pérdida, en efecto, es lo que el sector paga por mantener su capital flotante. Por lo general, este coste es bastante bajo, pero en algunos años de catástrofes, el coste de las pérdidas de suscripción se come con creces los ingresos derivados del uso del float", matizaba, sin embargo, Buffett.
El gurú de la inversión también aclaraba que esta situación no era una bicoca como tal, sino que había que saber aprovecharla: "Permítanme insistir una vez más en que la flotación sin costes no es un resultado que quepa esperar para el sector asegurador en su conjunto: en la mayoría de los años, las primas han sido insuficientes para cubrir los siniestros más los gastos. En consecuencia, la rentabilidad global del sector sobre los fondos propios tangibles ha sido durante muchas décadas muy inferior a la alcanzada por el S&P 500. En Berkshire hay una economía sobresaliente sólo porque tenemos unos gestores sobresalientes que dirigen unos negocios inusuales".
En perspectiva, la carta de 2010 recogía que el float de Berkshire había pasado de 16 millones de dólares en 1967, cuando entraron en el negocio, a 62.000 millones a finales de 2009. Además, en ese momento, la firma registraba beneficios de suscripción durante siete años consecutivos. "Creo que es probable que sigamos suscribiendo con beneficios en la mayoría de los años futuros, aunque ciertamente no en todos. Si lo hacemos, nuestro capital flotante estará libre de costes, como si alguien nos depositara 62.000 millones de dólares que podríamos invertir en nuestro propio beneficio sin pagar intereses", rubricaba Buffett.
La guinda: humildad y una pizca de suerte
Esta sabia estrategia dio a Buffett y su conglomerado una munición de lujo para cuando apareciera en el horizonte un gran oportunidad, como fue el considerado último gran 'becerro de oro' del inversor, Apple. No es ningún secreto que el mayor ganador en las ocho décadas de carrera de Buffett llegó en su última década. Al inversor nunca le gustaron las apuestas tecnológicas. Era usuario de un teléfono plegable cuando empezó a invertir en Apple, pero supo identificar con precisión el dominio de Apple sobre sus clientes y cómo sus nietos eran devotos del iPhone.
"Imagínese la humildad necesaria para cambiar de opinión con más de 80 años sobre la tecnología y convertirla en su mayor posición de cartera en pocos años", señalan desde Market Sentiment. Berkshire invirtió 31.000 millones de dólares en los años siguientes, adquiriendo el 5% de Apple. Apple se disparó y subió más de un 700% en los siete años siguientes. A finales de 2023, sólo esta posición había crecido a más de 175.000 millones de dólares, lo que representa una ganancia no realizada de 140.000 millones de dólares. "Me avergüenza decir que Tim Cook ha hecho ganar a Berkshire mucho más dinero del que yo he ganado nunca", llegó a declarar Buffet.
A toda esta fenomenal visión de mercado le acompañó una pátina de suerte. En diversas ocasiones, Buffett se ha apresurado a reconocer que la suerte que ha contribuido a convertirle en el mayor inversor de todos los tiempos: nació en 1930 en EEUU justo al final de la Gran Depresión, conoció las acciones de niño porque su padre era corredor de bolsa, pudo beneficiarse de una época de dinero gratis en la flor de la vida y estudió directamente con Benjamin Graham, primera gran leyenda de la inversión en EEUU, en compañía de colegas competitivos.
"Mi riqueza procede de una combinación de vivir en EEUU, algunos genes afortunados y el interés compuesto... en una economía que recompensa con una medalla a quien salva la vida de otros en un campo de batalla, premia a un gran profesor con notas de agradecimiento de los padres, pero recompensa a quienes pueden detectar el precio erróneo de los valores con sumas que alcanzan los miles de millones", reconocía el oráculo que ahora dice adiós a la inversión.
Relacionados
- El adiós de Buffett marca el fin de una era de inversores legendarios
- ¿Quién es Greg Abel? El sucesor de Warren Buffett comandará una cartera equivalente a la economía de Países Bajos
- Buffett lo vuelve a hacer: el Oráculo de Omaha contempla desde lo alto de su montaña de liquidez el colapso de Wall Street