
El Banco Central Europeo (BCE) quiere evitar mandar señales prematuras sobre su política monetaria y mantiene la orientación sobre sus próximos movimientos. Así se desprende de las actas de su última reunión de política monetaria, celebrada el 20 de julio y en la que no anunció nada nuevo en contra de lo que preveían los mercados. El BCE teme el efecto de sus palabras con un euro fortalecido, mientras la inflación no despega y busca la manera de comenzar a retirar sus estímulos extraordinarios. La fortaleza del euro amenaza con destrozar los planes de Draghi.
El BCE reconoce en las actas que el crecimiento económico de la zona del euro "se fortalece", apoyado por unas condiciones financieras muy favorables, que, a su vez, dependen de su política monetaria muy expansiva, pero insiste en que la inflación es débil.
Se habló de mandar un mensaje más 'duro'
Las actas publicadas hoy sí que muestran que la posibilidad de endurecer el mensaje estuvo sobre la mesa. "Se hizo la sugerencia de que se tomara en consideración un ajuste al alza del lenguaje sobre la orientación futura de la política monetaria", señala el documento. Es decir, anticipar un posible movimiento de cara a la retirada de estímulos. Pero el temor a una sobrerreacción del mercado descartó esta posibilidad. El 'efecto Sintra' parte al mercado.
"El Consejo de Gobierno necesitaba ganar más espacio y flexibilidad política para ajustar política y el grado de expansión monetaria, si y cuando fuera necesario en cualquier dirección", según el documento. "Se consideró primordial en este momento evitar mandar señales que pudieran tender a una sobreinterpretación y pudieran resultar prematuras", dice el BCE respecto a las deliberaciones del Consejo de Gobierno en la última reunión.
"Hubo acuerdo entre todos los miembros en mantener todos los elementos de la orientación de la política monetaria", añaden las actas. Eso sí, también reconocen que "posponer el ajuste demasiado tiempo podría provocar un desacople entre la comunicación y el estado de la economía, lo que podría traer mayor volatilidad cuando finalmente esa comunicación cambiase".
Es decir, no puede posponer eternamente ese endurecimiento 'verbal' (que antecedería a un endurecimiento real, con retiradas de estímulos y subidas de tipos) porque los mercados podría verse sorprendidos cuando la economía exigiese ese endurecimiento. De este modo, el Consejo de Gobierno acordó discutir en otoño el futuro de su política monetaria y su estrategia sobre las compras de deuda pública y privada que acomete desde marzo de 2015.
No quieren más sustos
Esta prudencia de los miembros del BCE es una muestra de la preocupación por el efecto de sus palabras en el mercado de divisas. Y es normal, dada la violenta reacción del euro, que está en máximos de dos años y medio, a una simple referencia del presidente Mario Draghi a la normalización monetaria a finales de junio. Un discurso en la localidad portuguesa de Sintra que ha sido el combustible de la subida de la divisa única que ha coincidido, además, con un tono más suaves de sus homólogos de la Reserva Federal de EEUU.
Mientras, el BCE confía en que la inflación llegará de forma gradual a su objetivo, que es una tasa cercana pero por debajo del 2% pero todavía no observa dinámicas inflacionistas más fuertes. Por ello considera que todavía es necesaria una política monetaria muy expansiva para que suba la inflación subyacente, que descuenta los elementos más volátiles como la energía y los alimentos frescos.
El BCE adquirió deuda pública y privada por valor de 60.000 millones de euros mensuales hasta marzo de 2016, después incrementó la cantidad a 80.000 millones de euros mensuales durante un año y desde abril la ha vuelto a reducir a 60.000. Los mercados esperan que el BCE dé señales en algún momento de una reducción de los estímulos monetarios.