IM2 Energía Solar dará, en el segundo semestre de este año, un nuevo paso en su expansión internacional con su desembarco en Colombia. De esta manera, la compañía refuerza su apuesta estratégica por Latinoamérica, tras el éxito de su implantación en Chile, que, en 5 años, aporta el 90 por ciento de su volumen de facturación. (Puede leer la noticia completa y otros reportajes, entrevistas y análisis en la revista digital gratuita elEconomista Comunitat Valenciana)
Enrique Selva, consejero delegado de IM2, explica que se está ultimando el plan para Colombia, ya que "la estrategia de internacionalización pasa por integrarnos en la red empresarial y el sistema económico de cada país, adaptando el modelo de negocio a las características y necesidades de cada uno".
IM2, que abarca desde el diseño e ingeniería hasta la construcción, operación y mantenimiento de las instalaciones fotovoltaicas, decidió dar el salto a Chile en 2012, tras tres años de estudio, con la creación una firma junto a un socio local. "El plan de expansión internacional existía antes de los cambios regulatorios en España, pero se aceleró cuando éstos se produjeron y el volumen de actividad empezó a reducirse aquí. Elegimos Chile por ser un país que lleva más de dos décadas aplicando una apuesta decidida por el sector de las energías renovables -con programas y objetivos nacionales para alcanzar la paridad de red-, con un potencial de crecimiento económico constante y sostenido y estabilidad política", detalla el ejecutivo.
La firma hispanochilena ha desarrollado numerosos proyectos, entre los que destacan, por su relevancia, los parques fotovoltaicos Sol y Luna, en la región de Coquimbo, que se conectaron a la red en 2015 y que suman un total de 6,8 MW. Actualmente, está trabajando en la construcción de dos proyectos similares, ubicados a 40 kilómetros de Santiago de Chile, por valor de 10 millones de dólares. Tendrán una potencia instalada de 3,5 MW cada uno y estarán acabados en el segundo semestre.
Selva detalla que el plan estratégico en este país contempla el desarrollo en tres años de 15 proyectos, con una potencia de 3,5 MW cada uno.
La entrada en funcionamiento de los primeros grandes parques solares chilenos dio un fuerte impulso al volumen de facturación de IM2, que cerró 2016 con unos 15 millones de euros, el doble que en el ejercicio anterior. La previsión para este año es lograr un crecimiento de en torno al 20 por ciento.
La firma ha desarrollado también trabajos en África -sobre todo, en Guinea Ecuatorial-, varios de ellos en colaboración con otras empresas españolas. IM2 mantendrá esta actividad, pero no contempla una presencia directa allí.
Estrategia proactiva
La firma opera en tres áreas: desarrollo, construcción y mantenimiento de grandes plantas fotovoltaicas -que generan altas cantidades de energía que se inyectan a la red-; de plantas solares sobre cubiertas industriales, y sobre edificios de uso residencial -con integración arquitectónica, para evitar impacto visual negativo-. Desde 2003, ha desarrollado más de 100 proyectos -de conexión a red, autoconsumo y aplicaciones off-grid-, con una capacidad de 22 MW desarrollados y construidos, y mantiene una cartera de proyectos bajo contratos de operación, monitorización y mantenimiento -para infraestructuras propias y de terceros- de más de 28 MW.
Selva explica que las plantas solares fotovoltaicas de inyección a red combinan un triple enfoque: el ahorro, a través de la reducción de costes energéticos para consumidores; la inversión, con retornos para promotores y financiadores de los proyectos, y medioambiental, reduciendo los niveles de contaminación y los costes sociales y sanitarios derivados de ellos.
"En España, la mayor parte de la actividad se ha centrado en techos. En Chile, apostamos por los parques. Somos proactivos; buscamos ubicaciones, diseñamos los proyectos y desarrollamos todos los trámites, administrativos y empresariales, hasta que que llega la fase de construcción. En esta etapa, donde el riesgo de desarrollo desaparece, comercializamos el producto entre inversores que aportan financiación -fondos, family offices y otros-".
La vida útil de los proyectos se estima en 40 años, "aunque se pueden ir renovando y actualizando con tecnologías más eficientes", concluye Selva.
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