En plena crisis energética por la guerra en Ucrania y con los precios del gas y la electricidad por las nubes todos vuelven a hablar de la necesidad de reformar el sistema actual. Algo que se repite cíclicamente y que recuerda el dicho de acordarse de Santa Bárbara cuando truena. El propio presidente valenciano, Ximo Puig, ha vuelto a incluir entre sus propuestas acelerar las tramitaciones para instalar plantas de energías renovables en la región.
Un anuncio que en los casi 7 años que lleva el Botànic en el poder se ha repetido en varios ocasiones, en un Gobierno de coalición que no deja de repetir que entre sus ejes se encuentra el medio ambiente y la sostenibilidad.
Si se toman los datos del sistema que publica Red Eléctrica de España, la Comunidad Valenciana a día de hoy es más dependiente que hace una década de la luz que se produce en otras autonomías. La explicación a esta tendencia es muy sencilla: más demanda eléctrica y menos producción.
Los números
El año pasado, la demanda se situó en 27.050.685 megavatios hora (MWh), un 4,6% más que en 2020 en que la pandemia redujo el consumo, y ligeramente por debajo de los niveles de 2019 y 2018. Por su parte, la generación autonómica alcanzó los 17.917.862 MWh, un 6,3% menos. El resultado fue que la Comunidad Valenciana necesitó importar 10.926.530 MWh. Un "saldo de intercambios", como lo define REE y que incluye las pérdidas en la red de transporte, que supone el 40% de la demanda de la región en todo 2021.
Por tener una idea de lo que representa, la central nuclear de Cofrentes aportó el 45% de la producción de la región con 8.061.212. MWh. Es decir, sería necesaria otra planta similar para poder acercarse a la electricidad que se importa.
En la última década el saldo de intercambios, es decir, la electricidad que se importa para hacer frente a esa falta de energía propia, creció un 36,7%. Esta dependencia energética no es nueva. De hecho, los Gobiernos del PP en la Generalitat habían prometido poner fin a esta situación y para ello confiaban en las plantas de ciclo combinado, que utilizan el gas natural como combustible. Sin embargo, los costes medioambientales y del propio gas han mermado su actividad. Aunque aportaron el 19,4% de la producción valenciana el año pasado, estas plantas han pasado a tener un papel fundamentalmente de refuerzo para producir cuando las condiciones meteorológicas reducen la generación eólica, solar o hidráulica.
Pero es precisamente en esas energías renovables donde el crecimiento de la generación eléctrica valenciana ha sido casi nulo, pese a que el propio Gobierno valenciano aprobó una declaración de emergencia climática en 2019 y se han incumplido los objetivos marcados para 2020. Con el Botànic, entre 2015 y 2021 apenas se han conectado a la red valenciana parques solares fotovoltaicos con 57 MW de potencia y un parque eólico de 50 MW. Así, la potencia eólica hoy en la región es de 1.243 MW (cinco veces menos que en Aragón) y la solar fotovoltaica conectada de 405 MW (tres veces menos que Aragón y menos de la mitad que Murcia). Desde hace años existe un aluvión de proyectos que suman 12.000 MW según la propia Generalitat. Precisamente algunos de los grandes proyectos actuales de REE en la región pasan por aumentar la conexión entre las zonas más pobladas (la costa) con los focos de producción de la regiones vecinas.
Además, hay que tener en cuenta que existe una gran diferencia entre la potencia instalada y la capacidad de producción. Por ejemplo, aunque los parques eólicos superan en potencia instalada a la nuclear de Cofrentes, la planta produjo el año pasado casi cuatro veces más que todos los molinos de viento de la región. Un ratio que aún es menor en las placas solares.
También hay que recordar que la electricidad es solo una parte del consumo energético total y que precisamente actividades como el transporte o la gran industria que siguen utilizando energías fósiles que al final tienen más peso en el consumo total de la región.
Hay que tener en cuenta que con la actual planificación energética uno de los objetivos es el final de la energía nuclear, con lo que la central de Cofrentes debería quedar fuera de funcionamiento en 2030. Una desconexión que ahora mismo para la que ahora mismo no parece que haya fuentes alternativas aseguradas, al menos en la región.