
Talgo busca acostumbrarse a la incertidumbre. Después de que el Gobierno tumbase los planes de sus máximos accionistas para vender la compañía al capital húngaro, la ausencia de un comprador alternativo ha obligado a la empresa a activar salvaguardas para garantizar la ejecución de sus pedidos. Con una cartera valorada en más de 4.000 millones de euros, cifra récord en su historia, los problemas se hacen notar en sus fábricas, saturadas desde hace meses.
La coincidencia de dos pedidos nuevos y exigentes en términos de volumen, como son los 30 trenes Avril para Renfe y los más de 100 Talgo 230 para las alemanas Deutsche Bahn y danesa DSB han obligado a la dirección del fabricante a imaginar todo tipo de alternativas para entregar a tiempo estos trenes y evitar más sanciones.
Si los 167 millones de euros reclamados por Renfe se corresponden a demoras en la entrega de 30 trenes, el tamaño del pedido germano, cuatro veces superior, podría llevar las cuentas al precipicio. Para evitar llegar a este extremo, la dirección de Talgo ha puesto sobre la mesa todo tipo de fórmulas.
La más sencilla de ellas, la subcontratación de varios procesos, parece estar más cerca. Este tipo de fórmulas, que ya realizan compañías como su principal interesada, Skoda, permiten incrementar el ritmo de producción a costa de deteriorar levemente el margen, que Talgo tiene fijado en 11,5% para 2024, y que logró elevar hasta el 11,8% en los primeros seis meses del año.
Otra alternativa es el establecimiento de fórmulas de colaboración que ofrezcan la garantía de producir a futuro u optar a nuevos contratos. Es el caso del memorando firmado junto a la compañía polaca Pesa, controlada por el Estado de Polonia, y con la que buscará presentarse conjuntamente a la próxima licitación de trenes de alta velocidad para su nueva red.
El acuerdo, que Pesa quiso dar a conocer pese a los recelos iniciales de Talgo, se ha entendido en el sector como un espaldarazo a la marca española, envuelta en la polémica de la opa y su futuro desde hace ya diez meses. La seducción de los polacos parece haber convencido a la dirección de Talgo de que no es necesario decidir su futuro en caliente.
Así lo confirmó la dirección a los sindicatos en una reunión reciente en la que trataron de dar luz a la situación en la que quedó la empresa una vez tumbada la opa húngara. Las soluciones industriales están sobre la mesa y la combinación de varias de ellas podría resolver los problemas de capacidad que arrastra desde la pandemia.
Queda pendiente de resolver el cambio de accionariado, constatado que el fondo Trilantic, controlado por Javier Bañón, sigue adelante con su ambición de salir del accionariado tras dos décadas en el mismo. "Su ciclo está cumplido", reconocían fuentes del mercado meses atrás, cuando se desveló la operación magiar. Un año después la cosa no ha cambiado.
Perdida la posibilidad de ingresar hasta 186 millones de euros por su participación (Trilantic posee algo menos del 30% de Talgo), la salida del fondo británico parece cuestión de tiempo. Cosa distinta es que alguien esté interesado en adquirirla. Las opciones de CriteriaCaixa y la SEPI parecen enfriarse según pasan los días.
El Gobierno, que sigue diciendo que tiene un plan para la compañía, no ha colaborado en el diseño de un cuaderno de venta y sólo logró convencer a la checa Skoda, que hasta el momento no ha ofrecido más que una integración entre ambas partes sin ofrecer dinero. El culebrón industrial del año arranca una nueva temporada.