
La operadora pública Renfe logró frenar la sangría en sus cuentas durante los primeros ocho meses del año tras ver incrementados sus ingresos globales en un 3%. Esta cifra ha permitido mejorar la rentabilidad y rebajar las notables pérdidas del pasado ejercicio, que se cerró con 'números rojos' de 70 millones en sus servicios comerciales —los que compiten en el entorno liberalizado— y que se situaron en 65 millones en el negocio total de pasajeros.
El presidente de Renfe, Raül Blanco, dio a conocer ayer martes, y de manera interna, las cuentas de la compañía hasta agosto, mes que cerró con un aumento interanual de 70,7 millones de euros en los ingresos totales del grupo. El negocio total del grupo se situó en 2.464,5 millones de euros, un 3% más que los 2.393,8 millones registrados el año previo.
Este alza del negocio ha ido ligada a una mejora de la rentabilidad de la operadora: su resultado bruto de explotación (Ebitda) fue un 13% superior al del ejercicio previo, situándose en los 207 millones de euros. Son 27,8 millones más que el ejercicio previo, cuando ese indicador se situó en 182,3 millones.
Esta optimización de los recursos se observa especialmente en la filial de Viajeros, que redujo sus pérdidas un 18,6%: pasó de una cifra negativa de 41,5 millones el segundo cuatrimestre del año pasado a los 33,7 millones de déficit este año.
Incrementar el rendimiento de los activos es una de las cuestiones críticas para Blanco, quien en los últimos meses se mostró muy crítico con la apuesta de compañías rivales —en referencia a Ouigo— por ofertar billetes a precios muy reducidos. En un encuentro celebrado en Madrid el pasado julio, el presidente de Renfe llegó a exclamar que "las pérdidas a largo plazo no pueden ser sostenibles, ni se puede perder dinero eternamente". Así, instó a sus competidores "a pensar en el futuro, porque si se mantiene una guerra de precios se arrastra a bajar la calidad de los productos".
Plan de eficiencia
Para mejorar sus cuentas, la operadora estatal puso en marcha el llamado 'Plan para la generación de valor y mejora de la eficiencia' con la idea de revertir de forma inmediata la tendencia negativa de los últimos años, incrementada por la llegada de nuevos competidores al segmento de la alta velocidad.
Incluye, entre otras ideas, la modificación de las indemnizaciones por retraso para homologarlas a las de sus competidores, una política de devoluciones que el año pasado tuvo un coste superior a los 60 millones de euros, y que tensionó las cuentas de la empresa pública. Este incremento tuvo su origen en el auge de las incidencias en sus trenes, en los ajenos —demoras que también abonaba— y a las múltiples obras en la red ferroviaria.
Esta estrategia, enfocada al segmento liberalizado y llamada a mejorar la competitividad de Renfe, está formada por 46 medidas, de las cuales se han puesto en marcha 33. No es inflexible, ya que desde la empresa apuntan a que "se encuentra en constante evolución y se adapta a las circunstancias del mercado y a la situación de la competencia". De momento, parece dar sus frutos: la ejecutiva de Renfe asegura que han elevado el Ebitda en 12,7 millones de euros de los 27,8 millones obtenidos, correspondiéndose a casi la mitad de la mejora cosechada.