José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica, ha propuesto la elaboración de un nuevo contrato social capaz de definir derechos y obligaciones ante los riesgos de una "inteligencia artificial generativa (AGI) descontrolada" Dicha AGI puesta al servicio de intereses particulares "puede crear armas químicas o cibernéticas" y "podría elaborar moléculas dañinas para el hombre o llevar los modelos de fake news o deep fakes a convertirse en una amenaza para la democracia a través de campañas masivas de desinformación sistemática o indetectable".
Según explica Álvarez-Pallete, a través de una entrada en el blog corporativo, "la tecnología ya está aquí pero no debemos dejarla sola". De esa forma, el presidente de Telefónica se plantea muchas preguntas nuevas que no tienen respuesta en nuestro mundo actual. ¿Es ético poder elegir el coeficiente intelectual de nuestros hijos? ¿Podemos alimentar los sistemas de AGI con los datos que contienen sesgos raciales, de género o de estatus socioeconómico? ¿Dónde quedan derechos analógicos esenciales como privacidad, seguridad o el derecho a la verdad? ¿Cómo defender a la democracia de las amenazas híbridas de ciberseguridad y desinformación? ¿Cómo asegurarnos que los datos, que son parte de nuestra dignidad, son parte de nuestra soberanía individual y colectiva?
Ante esos riesgos latentes, Álvarez-Pallete propone priorizar otras disciplinas del saber, como la sociología, filosofía, antropología o el derecho, es decir, de decidir "cómo queremos que esto pase y sea bueno para todos, y no sólo para unos pocos".
En otro momento de su reflexión, el presidente de Telefónica recordó al filósofo y pensador René Descartes, padre del racionalismo moderno al "romper con las explicaciones basadas en la tradición, la religión o la experiencia, para fijar las bases del conocimiento de la razón". La vigencia de la comparativa cobra hoy plena actualidad ya que "el hombre está creando máquinas que también son capaces de razonamientos lógicos y, si siguen evolucionando al ritmo exponencial que lo hacen hoy, probablemente superarán las capacidades de nuestro cerebro". Así parafrasea al referente de la filosofía moderna para actualizar su "pienso luego, existo" por "pienso y, por tanto, soy". En su opinión, "existir no es lo mismo que ser. Las máquinas puede que piensen y puede que existan. Pero el ser humano, porque puede pensar y sentir, es". Por lo tanto, "es el momento de pararse a pensar y a ser. Y eso solo nosotros lo podemos hacer".
Álvarez-Pallete también considera que es una cuestión de valores, de poner a las personas en el centro y de que los derechos de los ciudadanos estén por encima de cualquier otro criterio, algo que no ocurre en la actualidad. "Es probable que hoy no exista un consenso sobre si es necesaria una moratoria o no en el avance de la AGI a nivel mundial. Incluso hay opiniones que creen que, si sólo una parte de la humanidad decide declarar esta moratoria, la otra parte tendrá una ventaja competitiva determinante y se podría crear una desestabilización del orden geopolítico mundial".
Al inicio de su texto, el presidente de Telefónica valora algunos de los prodigiosos avances del presente: "Somos una generación afortunada. Vivimos inmersos en la mayor revolución tecnológica de la historia de la humanidad. Y acaba de comenzar. Si creíamos que la convergencia entre la llegada de internet y la capacidad de computación, el mundo de la web 2.0 y el teléfono móvil, eran un cambio profundo, algo mucho más grande se está abriendo paso. Cuando parecía que la ley de Moore empezaba a alcanzar su límite físico, descubrimos las redes neuromórficas que, emulando la forma en la que neuronas y sinapsis funcionan en nuestro cerebro, amplían la capacidad de analizar y procesar información, mientras se sigue acercando el momento de la computación cuántica".
En esos meses, "cuando pensábamos que los algoritmos y los modelos de Big Data eran el presente y el futuro, surge algo mucho más poderoso y sorprendente como la inteligencia artificial". Según describe, se trata de una acumulación de tecnologías (reconocimiento de voz, reconocimiento de imagen, algoritmos de aprendizaje profundo), y nos deslumbra con la irrupción de un modelo imperfecto pero inquietantemente poderoso como chat GPT".
La misma revolución se reproduce en las las redes de telecomunicaciones, de fibra y 5G que, "una vez desplegadas, evolucionan y ya no son redes de telecomunicaciones sino superordenadores presentes en cada rincón de cada territorio". Por todo lo anterior, la "confluencia de una prácticamente ilimitada capacidad de procesamiento y almacenamiento de datos, unos superordenadores terrestres (las antiguas redes de comunicaciones) que complementan y superan el poder de la nube, una web3 que rompe las reglas del juego de la web2 y descentraliza masivamente el mundo de internet, abonan el camino para el gran cambio que es la irrupción masiva de la inteligencia artificial. Con ella, la posible llegada de la denominada inteligencia artificial generativa (AGI)".
"La Inteligencia Artificial Generativa (AGI) tiene la capacidad de hacer avanzar a la humanidad de forma exponencial"
Según explica, "la AGI es, para muchos tecnólogos, un punto de inflexión en la humanidad, probablemente superior a lo que fue la llegada de la imprenta o la fisión nuclear. La AGI es un sistema computacional capaz de generar nuevo conocimiento científico y de realizar cualquier tarea humana. Es imposible determinar el momento en que llegará, pero estamos cerca. Cada vez más cerca".
Entre otros datos, Álvarez-Pallete indica que "la velocidad de aprendizaje de los actuales modelos de inteligencia artificial ha aumentado en un factor de 100 millones de veces en los últimos 10 años, tal y como recuerda el FT en un reciente artículo sobre el desarrollo de la IA "We must slow down the race to Go-like AI". El porqué es muy sencillo: en 2012 los sistemas de AI eran entrenados con cantidades muy limitadas de datos y capacidad de cómputo. Hoy, alimentamos a la AGI con todos los datos disponibles en internet y cada día hay más".
Ante semejante prodigio, la AGI "es capaz de superar el examen de acceso médico y a la abogacía en el percentil más alto". De hecho, "la AGI escribe el 40% del código de un ingeniero de software y empieza a desarrollar capacidades complejas como el engaño". Ante esa situación, "nuestra capacidad de distinguir un texto generado por AGI o por un humano es ya imposible en la práctica".
En referencia a otras revoluciones, el presidente de Telefónica propone "no dejar que la tecnología campe a sus anchas. No todo lo que la tecnología es capaz de hacer es bueno o socialmente aceptable". Pese a que "el hombre está creando máquinas que probablemente superarán las capacidades de nuestro cerebro, las máquinas nunca serán capaces de emular todas las capacidades humanas. Porque algunas como la emoción, la empatía, la compasión, la solidaridad, la amistad, el amor, la valentía, o la necesidad de justicia, son exclusivamente humanas. Son parte de nuestro ser. Y sólo el nuestro".