Vuelve la normalidad. WhatsApp ya funciona. El mundo de la mensajería instantánea comienza a recuperar los mensajes perdidos, tras una hora de colapso. El icono del reloj junto a los mensajes por salir ha desaparecido y los mensajes comienzan a fluir.
En apenas unos minutos la etiqueta #whatsappdown ascendió hasta lo más visto en Twitter en todo el mundo ante el estupor de los usuarios. Millones de usuario comprobado su conexión y no entendían nada hasta que, probablemente, se asomaron a otras redes sociales para conocer que se trataba de un mal de muchos.
Recuperada la cordura, las lecciones que la caída de la mayor plataforma de mensajería del mundo se pueden resumir en tres conclusiones:
1. Conviene diversificar los riesgos y contar con plataformas alternativas de mensajería para poder comunicarse en caso de avería. Además de los mensajes cortos (SMS), que para muchos usuarios resultan gratuitos, también existen plataformas como Line, WeChat o Telegram, Skype o hasta los sistemas de mensajería directo de Twitter o Facebook. Y también tenemos el correo electrónico tradicional. Basta con el grupo sepa que existe un plan B en caso de problemas con WhatsApp.
2. La fragilidad de la sociedad digital es mayor de la que se presupone. Con más de 1.200 millones de usuarios, WhatsApp viene a ser un gigante con pies de barro El crecimiento en el último año superó los 200 millones de números, lo que a veces resulta complicado de digerir en organizaciones obligadas a escalar su tamaño de un mes para otro. Si algún día sucumbe temporalmente el buscador de Google, la humanidad se quedará poco menos que a oscuras de conocimiento.
3. Tampoco se acaba el mundo por un rato de desconexión del móvil. Tomar el café sin mirar el móvil también tiene su encanto. Sobrevivir a semejante apocalipsis no ha sido para tanto. Además, la avería de la compañía de Facebook también ha podido servir de excusa universal para aquellos que quisieran eludir algún compromiso inmediato.
