
Aunque hoy día los taxistas se encuentran inmersos en una disputa frente a los vehículos con conductor de plataformas como Uber, el verdadero problema que les afectará a en un futuro próximo será el desarrollo de los vehículos autónomos, que permitirá a las grandes compañías prescindir directamente del chófer.
Sin embargo, las corporaciones han caído ahora en que esos coches autónomos tienen una gran cantidad de costes que no esperaban, la mayoría generados por los propios pasajeros. No sólo no se habían contemplado un desgaste profundo del estado de los vehículos que puede implicar factores como la subida de la franquicia del seguro, sino que tampoco se había contemplado el destrozo que puede generar el pasajero dentro del coche.
El ejemplo más claro es el bautizado como 'el factor vómito', si un pasajero vomita en un taxi autónomo y esto no se reporta como incidente, el coche seguirá conduciendo sin haber sido limpiado y el resto de posibles clientes declinará subirse a ese vehículo, con el consecuente aumento de los gastos.
"Es un gran problema y nadie sabe como resolverlo", explica a Bloomberg Mark Wakefield, cojefe de la consultoría automotriz AlixPartners. El medio indica por ejemplo que Pritam Singh, un conductor de Lift -la alternativa a Uber- de Nueva York, ha de invertir más de 200 dólares mensuales (así como su tiempo) para limpiar el coche tras cada desperfecto y que sea adecuado para sus clientes.
Ayuda de las compañías tradicionales
Precisamente, es la variable de estos factores en las cuentas lo que ha hecho que Waymo o Apple se hayan puesto en manos de empresas como Avis o Hertz para que gestionen ellos sus flotas de coches y les ayuden a lidiar con unos costes que van mucho más allá de su área de conocimiento.
Lo cierto es que mientras que las compañías han comenzado a realizar estudios para ver cómo afectan calcular los daños infligidos, la suciedad o el coste del seguro la carrera por tener taxis autónomos es imparable, ya que gigantes como General Motors o Fiat han comenzado a fabricar grandes partidas de vehículos autónomos que usarán plataformas como Lift o Waymo.
Estos mayores costes, como la propia depreciación de una hipotética flota de automóviles autónomos, no quieren decir que un futuro poblado de taxis sin conductor no pueda ser viable. Lo que sí parece claro es que la idílica transición hacia un mundo en el que tener un coche en propiedad fuera cosa del pasado (gracias al abaratamiento del transporte gracias a los vehículos autónomos) no llegará tan pronto como los fundadores de Uber o Lyft han anunciado en múltiples ocasiones.