
¿Es posible enamorarse de un algoritmo? ¿Y si este nos enviara mensajes cariñosos? ¿O esperara con regocijo nuestra vuelta a casa tras un largo día de trabajo? En la película Her (Spike Jonze, 2013) se venía a demostrar que sí, que una inteligencia artificial suficientemente depurada podía ofrecer todo aquello que las personas identificamos con una relación afectiva. Eso sí, sin sus complejidades ni desventajas.
El mundo de las aplicaciones para telefonía móvil ha decidido adelantarse a los futuros y anunciados robots personalizados ofreciendo una réplica de una relación sentimental... En versión digital y sin compromiso.
Con enorme éxito, algoritmos como los utilizados en el desarrollo de Invisible Boyfriend, Invisible Girlfriend ('apps' americanas) y Azuma (versión japonesa con imagen en holograma) están conquistando los mercados seduciendo a personas solitarias hartas de las plataformas de citas on line, frustradas por los conflictos inherentes a todo vínculo afectivo o hambrientas de algo parecido al amor -aunque en una modalidad 'light' para evitar el empacho-.

Como punto de partida, estos programas comparten la posibilidad de que el usuario, en completa libertad creativa, construya a su pareja ideal. Su nombre, edad, físico, personalidad y aficiones arrancan la composición de esa persona perfecta que, sin embargo, no existe. ¿Prefieres un carácter aventurero y divertido? ¿O te va más una persona tímida y dulce? ¿Os conocisteis en una clase de baile? ¿O fue en una excursión de escalada? ¿Cuál es la historia de este hombre o mujer?
Los programas dan la posibilidad de imaginar lo indecible para dibujar, casi literalmente, a la persona "con la que compartir la vida conservando la libertad", como anuncia Azuma.
A partir de este momento, el ser creado con esqueleto de matemáticas cobra vida para, según la tarifa seleccionada, interactuar con el usuario a través del teléfono móvil, con mensajes de texto y de voz que darán forma a una relación prácticamente real. "¿A qué hora llegas del trabajo?", "no te olvides el paraguas que va a llover hoy", "qué alegría que ya vuelvas a casa"... ¿Te suenan estas frases? Lo cierto es que podrías haberlas pronunciado tú mismo al hablar con tu pareja, pero forman parte de la dinámica de estas aplicaciones. Un detalle importante: el diálogo no está construido por robots, sino por redactores humanos que aportan un valor añadido a la inteligencia artificial.
Para los escépticos que duden de engancharse de un ente invisible -por muy cariñosos que sean sus mensajes-, la cosa se complica con la propuesta japonesa de Azuma, desarrollada por Gatebox. Aquí, la persona soñada y construida posee además forma física, con un dispositivo que proyecta un holograma. De momento, las imágenes recrean personajes de anime (al gusto del público japonés), pero el éxito del producto y su comercialización próxima en EEUU abrirá el abanico a otro tipo de figuras.
Azuma aparece proyectada dentro de una urna de cristal, despierta dulcemente al usuario por las mañanas, le apremia si llega tarde al trabajo y está pendiente de él a lo largo de todo el día envíandole mensajes, de texto y voz. Cuando queda poco para que regrese, activa la calefacción de la casa y le recibe calurosamente. Y esto solo es una pequeña fracción de la interacción que Azuma puede proveer. "Ya no me siento solo al volver a casa", afirma el usuario de Azuma en el vídeo promocional, encantado de ver las luces encendidas de su hogar a la vuelta de la oficina.
Estas 'apps' garantizan, por otra parte, una relación sobre ruedas y sin sobresaltos. Después de todo, sus desarrollos matemáticos se nutren de toda la información que el usuario publica en sus redes sociales, sus búsquedas en Google y su agenda personal del móvil. Estos novios virtuales conocen, por tanto, adónde soñamos con viajar en las próximas vacaciones, cuándo hemos tenido la consulta con el médico o la reunión de trabajo que nos inquietaba. Aprenden con la interacción y saben cómo queremos que sea su comportamiento.
Los precios de la 'experiencia sentimental' difieren según las prestaciones. Desde los 15 euros al mes que podemos contratar con Invisible Boyfriend o Girlfriend -dependiendo del grado que deseemos de interacción: incluso nos pueden enviar regalos y notas escritas a mano- a los 2.500 euros a los que asciende el holograma de Azuma.
Contra todo pronóstico, estos servicios están cosechando un espectacular éxito que amenaza con 'morder' parte del pastel de las hasta ahora imbatibles 'apps' de ligar, cada vez más vinculadas al sexo rápido y sin ligaduras. Quizá, al igual que en Her, las matemáticas demuestren que los humanos necesitamos compartir algo más. Aunque sea en un mundo paralelo a la realidad.