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Arquitectura corporativa (VIII): la nueva sede de Amazon, burbujas en la ciudad

@ NBBJ

Como ya hemos visto en esta serie de artículos, la arquitectura corporativa (en realidad, cualquier arquitectura) está sometida a un delicado mecanismo de equilibrios. Por un lado, debe ser consistente y agradable para sus usuarios, pero por otro lado, en su propia naturaleza, debe ir un paso más allá de la funcionalidad. Debe ser representativa. Amazon cumple cinco años en España.

Los rascacielos, concebidos desde principios del s. XX como tótems urbanos, apostaban por la imposición visual y la cultura de la competitividad. Se trataba de saber quién lo tenía más largo; quiero decir, más alto. Sin embargo, tras la huida de los edificios en altura hacia las potencias económicas de Asia y Oriente Medio, las grandes compañías del mundo occidental han entrado en otra suerte de carrera, esta vez solapada, por ver quien tiene el edificio más original.

La originalidad no tiene nada de malo y, de hecho, es un valor para cualquier actividad creativa. Lo que pasa es que tampoco es un bien en sí mismo, sobre todo cuando en favor de dicha originalidad, la obra arquitectónica se convierte en una maqueta a escala 1:1, en una imagen renderizada o en un concepto sin nada que lo sostenga. Por eso el equilibrio es tan delicado. Porque, como en cualquier operación de la vida, no solo en arquitectura, no se puede tener todo.

Hay empresas como Apple que apuestan por la rotundidad del artefacto en detrimento de las circulaciones de los usuarios, hay otras como la Caja de Granada que lo confían todo a la vivencia interior del edificio, y hay otras como Facebook que, aun contando con uno de los arquitectos más inconfundibles del mundo, renuncian a la marca personal del creador y, con una pieza estéticamente anodina pero arquitectónicamente responsable, solo buscan que el espacio de trabajo sea lo más agradable posible.

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Cuando Amazon presentó el proyecto de su nueva sede central en Seattle, parecía haber resuelto el teorema: un conjunto formado por cinco rascacielos medianos y tres cúpulas transparentes, denominadas biosferas, que servirían como jardín cubierto y espacio de trabajo colectivo, relacional y multifuncional. La solución era original y agradable para sus usuarios. Además se construiría en el centro de Seattle, ciudad natal de la compañía, y su creador sería el estudio de arquitectura NBBJ, también oriundo de la capital del estado de Washington.

Que la empresa de comercio más grande del mundo apueste por lo local parece una decisión muy saludable. Más aún cuando la mayoría de las compañías del siglo XXI están levantando sus sedes en parques tecnológicos alejados de las urbes. Así, con su nuevo edificio, Amazon busca una cierta revitalización, o al menos consolidación, de las bondades de su ciudad.

La sede no se comportará como un hito lejano al que desplazarse, sino como un reclamo urbano a distancia de bicicleta o transporte público. De igual manera, una de las desventajas que podría conllevar un hito en medio de la ciudad, como sería la gentrificación, parece resuelta de salida, pues el edificio no se levanta en ningún área histórica, sino en el downtown financiero, que ya está lo suficientemente gentrificado de por sí.

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No obstante, no todo el pensamiento local es de reluciente oro. Para empezar,la firma NBBJ tiene su sede, efectivamente, en Seattle, pero no se trata de un estudio de arquitectura especialmente pequeño que necesite de Amazon para darse a conocer. NBBJ es una megacorporación arquitectónica con miles de empleados repartidos en más de una decena de sedes abiertas en tres continentes. De alguna manera, decir que NBBJ es un despacho de arquitectura de Seattle sería lo mismo que decir que Coca-Cola es una fábrica de bebidas de Atlanta. Se diría que la procedencia de los arquitectos es una circunstancia prácticamente cosmética.

Como también parecen cosméticas las biosferas. Primero porque su uso estará restringido a los empleados de Amazon. Es decir, que por lo que respecta a los ciudadanos de Seattle, el reclamo a pie de calle va a ser un "mírame y no me toques". Una jaula para observar a los privilegiados y morirse de envidia.

Y en segundo lugar porque, en realidad, las biosferas no son realmente originales; son lo que se creía original a mediados del siglo pasado. Siendo sinceros, lo que son es retrofuturistas. Richard Buckminster Fuller ya construyó unas cuantas cúpulas geodésicas en los años 50 y sesenta y, de hecho, dedicó la investigación de toda su vida al desarrollo de este tipo de estructuras. Además, las esferas de Fuller eran estética y constructivamente mucho más elegantes que las de NBBJ, las cuales presentan un exoesqueleto completamente fuera de escala, entre lo grotesco y lo hortera.

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Aun obviando el resultado estético, la forma de las biosferas es prácticamente idéntica a la del Proyecto Eden, que Nicholas Grimshaw construyó en Cornualles en 2001 y, por otro lado, la idea de construir invernaderos mixtos con vegetación y espacio de trabajo no difiere mucho del interior de la Fundación Ford de Nueva York o de la futura nueva sede de Google en Mountain View.

En cualquier caso, nadie se opondría al espacio de las biosferas. En palabras de los arquitectos: "[?] un lugar de trabajo que contiene decenas de miles de plantas y árboles de todo el mundo Se ha demostrado que la exposición a la naturaleza tranquiliza a la gente y les ayuda pensar de manera más creativa. Así, las esferas están diseñadas para que los empleados de Amazon se sientan y trabajen mejor". Más allá de la retórica, trabajar rodeados de vegetación es, en principio, mucho más grato que hacerlo en una oficina convencional.

Sin embargo, en este punto cabría preguntarse hasta dónde llega la cosmética. Si las burbujas y la retórica son una respuesta no solo al bienestar de los trabajadores, sino a las numerosas informaciones que pintan a la compañía de Jeff Bezos básicamente como una máquina de destruir empleados. Si es cierto lo que afirmaban The Guardian y The New York Times entre otros, Amazon somete a sus trabajadores, especialmente los de sus almacenes, a unos objetivos insostenibles, lo cual desemboca en unas condiciones de trabajo incompatibles con la salud mental.

Es más, ¿son realmente las biosferas un lugar de trabajo o son un parche conceptual y, sobre todo, estético? En principio están diseñadas como espacios abiertos de relación, pero lo cierto es que el grueso de la superficie de la nueva sede no está dentro de las cúpulas, sino precisamente en los rascacielos que se levantan al lado, uno de los cuales ya se inauguró en 2015. Las torres no son feas, pero tampoco son significativamente reseñables: solo son oficinas de las de toda la vida.

¿Van a tener tiempo los empleados de Amazon para trabajar en los invernaderos o se pasarán las jornadas en sus despachos mirando hacia la promesa que se levanta a sus pies en forma de inaccesible burbuja de vidrio?

@ NBBJ

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