Empresas y finanzas

Arquitectura corporativa (VII): Centro de Aprendizaje Rolex, un edificio corporativo con esteroides

  • Ni sede, ni oficina ni tienda: el edificio de Rolex es un centro universitario

Hace pocos días sabíamos que, a partir del próximo otoño, Vodafone dejará de patrocinar la madrileña estación de metro de Sol. O sea, que los carteles y los avisos acústicos dejarán de incluir el nombre de la compañía de telecomunicaciones cuando anuncien dicha estación. No obstante, me temo que esta decisión es poco menos que excepcional y sirve para confirmar una regla -la del patrocinio de todo tipo de lugares- que antes o después acabará por formar parte de nuestra vida cotidiana.

Casi sin darnos cuenta ya no vamos al Palacio de los Deportes sino al Barclaycard Center; el Real Mallorca juega en el Iberostar Stadium y antes lo hacía en el ONO Estadi, aunque ambos sean el mismo edificio; la selección alemana disputa sus partidos en el Allianz Arena; y por mucho que su nombre oficial sea Saski Baskonia, el equipo de baloncesto de Vitoria aparece en la tabla clasificatoria como Laboral Kutxa y, si me apuran, hay mucha gente que todavía le llama Taugrés.

En 1996, David Foster Wallace llevaba al extremo esta manifestación de la economía de mercado en su novela "La broma infinita". El libro está ambientado en un futuro muy próximo pero indeterminado, básicamente porque, en el mundo que describe, las corporaciones lo patrocinan todo, incluidos los años del calendario. Así, los personajes no viven en 2011 o 2016 sino en el año del Whopper o en el año de los pañales para adultos Depend.

Si pensamos que en Estados Unidos no hay ni un solo estadio o pabellón que no lleve el nombre de una empresa, y que esta tendencia se ha ido extendiendo poco a poco por todo el mundo, podríamos decir que el futuro distópico que imaginaba David Foster Wallace lleva camino de hacerse realidad. Salvo que el futuro no sea distópico.

Foto: Mikado 1201 (CC)

Una universidad con "nombre"

En 2004, la École Polytechnique Fédérale de Lausanne convocó un concurso restringido de arquitectura para elegir el diseño del nuevo edificio de su campus universitario. Se trataba de un programa mixto y bastante complejo que debía incluir una gran biblioteca, espacios de trabajo para alumnos e investigadores, un hall multifuncional que pudiese servir como auditorio, sala de reuniones y exposiciones, y diversos servicios asociados como restaurante, cafetería, tienda de libros, oficinas y aparcamientos. Lo llamarían "Centro de Aprendizaje"

Como suele pasar en las buenas decisiones, el proyecto ganador, obra de los arquitectos Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa al frente del estudio SANAA, resolvía el problema con una decisión muy sencilla: rechazaba la compartimentación de las necesidades, proponiendo un único espacio continuo de una sola planta. Pero no era una planta convencional ni un espacio convencional. Planteaban una doble losa de hormigón alabeada capaz de generar una serie de espacios cóncavos y convexos que se enlazarían en un recorrido fluido y natural, definiendo así las distintas funciones del programa.

Quizá algún lector se pregunte en este momento: "¿Y qué tiene este edificio de corporativo?". Bien, cuando en 2007 comenzaron las obras, la financiación de la construcción recayó en parte en el gobierno suizo, pero también en distintas compañías privadas como Logitech, Nestlé, Novartis y, sobre todo, el buque insignia de la industria relojera suiza: Rolex.

Foto: rlc02 (CC)

A cambio de facilitar casi un 40% del presupuesto necesario para levantarlo, la compañía relojera pondría su nombre al nuevo complejo universitario. Así, cuando se inauguró en 2010, el edificio se llamó Centro de Aprendizaje Rolex, y el lobby multifuncional recibió el nombre de Forum Rolex. Denominaciones con las que se le conoce en todo el mundo.

Una jugada maestra

La jugada de la compañía relojera es magistral, porque no solo patrocina un edificio universitario donde, entre otras cosas, se aloja la biblioteca científica más grande del mundo, con más de 500.000 volúmenes, sino que su nombre se asocia a la mejor arquitectura contemporánea.

No hay más que ver los planos y las fotografías para comprobar que el edificio de SANAA apuesta por la innovación espacial y formal. Un paisaje artificial de 22.000 metros cuadrados y planta rectangular, pero conformado por un engranaje de ondulaciones y patios ameboides que permiten una discriminación eficaz de las funciones y las necesidades de soleamiento.

Actualmente, el Centro de Aprendizaje es el edificio estandarte de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, pero también se ha convertido en lugar de peregrinación para arquitectos, estudiantes y cualquier persona interesada en la arquitectura actual.

Foto: Mitch Altman (CC)

Paseando entre las losas, subiendo y bajando por las leves pendientes de sus superficies, rozando las fachadas curvas de los patios, comprobamos que se puede hacer un edificio de enorme complejidad funcional mediante una decisión sencillísima. Solo hay que ser fiel a ella y llevarla hasta su último extremo.

Quizá esa fue la misma decisión radical que tomó Rolex: hacer el edificio corporativo definitivo. Uno que no sería ni su sede central ni unas oficinas ni una tienda. En vez de hacer un anuncio y asociar la marca al lujo y la exclusividad, su nombre quedaría ligado a la originalidad conceptual y a la belleza arquitectónica.

Y si el patrocinio empresarial es así, si no se entromete en el diseño ni se convierte en un reclamo grotesco; en definitiva, si nos permite disfrutar de edificios como el de SANAA, he de decir que ese mundo no me parece nada distópico.

Foto: Dominio Público
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