
El operador brasileño de telefonía móvil Oi afronta un largo camino para tratar de reorganizarse bajo la compleja ley de quiebras del país, lo que ofrece a sus competidores una oportunidad de crecer y apaga por ahora las expectativas de una consolidación en el sector.
La mayor quiebra de la historia de Brasil, de 65.400 millones de reales (unos 17.000 millones de euros), es tensa y con retos por la compleja estructura de la deuda y una amplia base de acreedores, dijeron analistas.
La empresa, un subproducto de una fusión patrocinada por el Gobierno para crear un campeón nacional en un mercado dominado por extranjeros, había estado en conversaciones con sus acreedores para reducir su deuda a la mitad.
Una reestructuración de deuda se consideraba esencial para que alguien tomara el control de Oi, lo que le ayudaría a reducir su distancia con sus rivales Telefónica SA de España, América Móvil SAB del magnate mexicano Carlos Slim y TIM Participações SA. Aún así, las conversaciones fracasaron porque accionistas clave se negaron a la posibilidad de recortar enormemente sus participaciones.
La lenta naturaleza del proceso de bancarrota en Brasil prolongará "el statu quo por otros dos o tres años, durante los cuales los competidores pueden seguir ganando participación de mercado", dijo Michael Morin, analista de Morgan Stanley en Nueva York.
Ejecutivos de Oi dijeron que no podían realizar más comentarios, además de los incluidos en la petición de quiebra, la mayor de América Latina y que deja pequeña la bancarrota de 46.000 millones de reales (12.000 millones de euros) del grupo de empresas del empresario Eike Batista.