
Bitcoin se enfrenta a un momento crucial en su futuro. Justo cuando los analistas del sistema financiero habían decretado su madurez y habían pronosticado que la moneda virtual y su particular sistema de emisión sería una pieza clave en el funcionamiento de los bancos del futuro, uno de sus desarrolladores más afamados ha vendido todos sus activos y ha prometido que no participará más en el proyecto.
"Pase lo que pase con el precio (de la bitcoin frente al dólar) a corto plazo, la tendencia a largo plazo será seguramente bajista", ha profetizado Mike Hearn, uno de los principales desarrolladores del software en el que se basa bitcoin.
Este abandono ha puesto de manifiesto una fractura cada vez más patente entre dos maneras de entender la manera en la que deben crearse las bitcoin. Como es sabido, las monedas se emiten por un programa descentralizado, similar a los utilizados para compartir contenidos por internet, que remunera de esa forma a los usuarios que prestan sus recursos de computación (es decir: ordenadores).
Esos recursos son utilizados para crear un gigantesco libro de contabilidad virtual en el que se anotan todas y cada una de las transacciones que se realizan con la moneda. De esa forma, cada bitcoin nace como pago por el tiempo de computación que se necesita para hacer que la propia moneda virtual funcione.
Desde hace tiempo, algunos desarrolladores como Mike Hearn vienen advirtiendo de que la popularidad del sistema de pagos amenaza con congestionarlo, y abogan por incrementar el tamaño de ese libro de cuentas virtual, para que se puedan realizar más transacciones de forma simultánea.
El problema es que eso perjudicaría a los propietarios de los ordenadores más potentes: en un mercado en el que los ciclos de computación son la materia prima, cualquier medida que aumente su oferta amenaza con rebajar el precio que los remunera. Y eso sería catastrófico para los grandes "mineros", una pequeña élite formada por propietarios de grandes granjas de ordenadores en las que se amasa la abrumadora mayoría de bitcoins.
El intento de Hearn por convencer a la comunidad de desarrolladores de que la moneda virtual podría morir de éxito no ha surtido sin embargo efecto, y la mayor parte de los participantes en este peculiar mercado han apostado por no aumentar su tamaño, como informa The Wall Street Journal.
Como explica Hearn, la escasez artificial podrá reportar un precio mayor a corto plazo, pero lo cierto es que los retrasos en el sistema de pagos son cada vez más frecuentes. Eso podría alejar de bitcoin a muchas compañías comerciales que ya estaban comenzando a utilizarlo -de nada sirve una moneda virtual si el pago de una compra en internet tarda en verificarse varios minutos-.
La principal amenaza para bitcoin viene, sin embargo, de su propia credibilidad. Si el sistema de pago deja de atraer a nuevos usuarios, y si al mismo tiempo una comunidad de desarrolladores propone un sistema alternativo que ofrezca ventajas adicionales, nada impediría que la demanda por la bitcoin cayese en picado.