
¿Estás dispuesto a dejar que tu asistente virtual escuche todo lo que dices? Amazon ha confirmado la adquisición de Bee, una startup que desarrolla wearables de inteligencia artificial con funciones de grabación y asistencia personal, aunque el acuerdo aún no está cerrado.
Con la adquisición de Bee, Amazon no solo compra una startup: se adueña de una visión sobre el futuro de la inteligencia artificial. Una en la que no hace falta decir "Alexa" para ser escuchado, sino que aspira a que su altavoz, con todo lo que escuche, pueda ser mucho más útil para ti a costa de saber también todo de ti.
Mientras el mercado mira con escepticismo a los wearables con inteligencia artificial —tras fracasos como el Humane AI Pin— Amazon apuesta por un modelo más económico, más accesible… y más omnipresente.
Amazon se adentra en la inteligencia ambiental con la compra de Bee
Con un dispositivo de apenas 50 dólares y una suscripción mensual, Bee promete una inteligencia que vive contigo, te escucha —literalmente— y actúa como un asistente omnipresente. Su objetivo no es competir con un smartwatch, sino convertirse en una extensión discreta de tu memoria y tu rutina.
El dispositivo, una pulsera minimalista, graba todo lo que oye —a menos que lo pongas en silencio— y convierte esas conversaciones en recordatorios, listas de tareas y acciones cotidianas. Es decir, no espera que le hables: te escucha siempre.
Según explicó Maria de Lourdes Zollo, cofundadora de Bee, la visión a largo plazo es aún más ambiciosa: crear un "teléfono en la nube". Uno que tenga acceso a tus cuentas, tus notificaciones y tu calendario. Una réplica digital de tu vida en movimiento, siempre a tu lado, incluso cuando tu móvil está lejos.
Para Amazon, esta adquisición representa un movimiento estratégico clave. La compañía, que hasta ahora ha centrado su ecosistema Alexa en el hogar, quiere que su inteligencia artificial acompañe al usuario más allá de las paredes. Y no es la única: OpenAI ya trabaja en su propio hardware, Meta ha llevado su IA a las gafas Ray-Ban, y Apple coquetea con unas supuestas Apple Glass.
De los altavoces a la muñeca: el giro en la estrategia de Alexa
Durante años, Alexa ha sido una voz que responde desde una estantería. Con Bee, Amazon tiene en sus manos la oportunidad de convertir a su asistente en una presencia física, cercana, incluso emocional. Una especie de "compañero digital" que no requiere una orden para entender que tienes algo importante en mente.
Esto cambia por completo el paradigma de interacción. Ya no hablamos de comandos de voz activados por palabras clave, sino de una inteligencia ambiental que está atenta a las necesidades humanas sin ser llamada. Un modelo mucho más intrusivo, pero también más proactivo.
Y esto plantea preguntas clave:
- ¿Dónde se almacena toda esa información?
- ¿Quién controla lo que se graba?
- ¿Podrán los usuarios confiar en que sus datos no se utilizarán con otros fines?
Bee asegura que no almacena ni usa las grabaciones para entrenar sus modelos, y que los datos que retiene pueden ser eliminados por el usuario en cualquier momento. Además, prometen que están trabajando en un sistema de procesamiento local, que reduce el riesgo al no depender del almacenamiento en la nube.
Pero la entrada de Amazon lo cambia todo. La empresa tiene un historial complejo en cuanto a privacidad: compartió imágenes de cámaras Ring con la policía sin consentimiento de los usuarios, y en 2023 resolvió una disputa con la FTC por dar acceso libre a vídeos privados a empleados y contratistas.
Wearables, privacidad y el valor de nuestros datos
El movimiento de Amazon se produce en un momento delicado. El fracaso de productos como el Humane AI Pin demuestra que aún existe desconfianza hacia los dispositivos que prometen "inteligencia ambiental". Bee intenta desmarcarse con su bajo precio, pero la pregunta de fondo sigue en pie: ¿estamos dispuestos a pagar con nuestra privacidad?
Este tipo de tecnologías se sitúan en una línea difusa entre la utilidad y la vigilancia. Mientras algunas personas pueden ver en Bee un aliado que ayuda a recordar cumpleaños y citas médicas, otras pueden interpretarlo como un ojo que nunca parpadea.
La clave estará en el grado de control que se le permita al usuario. Bee ya ha anunciado funciones para definir "zonas de silencio" y límites temáticos —por ejemplo, que no grabe conversaciones médicas o personales—. También ofrece la opción de que solo se grabe a quienes consientan expresamente.
El futuro de Alexa: ¿Asistente o compañero invisible?
Con esta compra, Amazon no solo rediseña su estrategia de dispositivos: redibuja el perfil de Alexa. Lo que comenzó como un asistente de cocina que ponía temporizadores y tocaba música, puede acabar convertido en una sombra digital, siempre contigo, aprendiendo de ti, casi anticipando tus pensamientos.
La carrera de las grandes tecnológicas por conquistar el espacio de los wearables inteligentes no está exenta de obstáculos. Pero con Bee, Amazon no pretende tanto competir con los smartwatches como reinventar la idea de asistencia personal. Menos interfaz, más presencia. Menos interacción activa, más acompañamiento pasivo.