En medio del vasto desierto de Sinkiang, una remota región del noroeste de China, se está gestando una revolución tecnológica que podría cambiar el equilibrio global de poder. China ha comenzado a construir decenas de centros de datos en este territorio árido, alimentados por energía verde y concebidos para albergar más de 115.000 chips de Nvidia, a pesar de la prohibición estadounidense de exportarlos al país. Esta infraestructura masiva podría convertirse en la base de una red nacional de inteligencia artificial capaz de rivalizar o incluso superar los avances de gigantes como OpenAI, Meta o Nvidia en Estados Unidos. China se está preparando el camino para superar a EEUU en producción de energía total. Esa energía será clave para el sorpasso tecnológico y el económico. Parece que la economía global volverá a tomar la forma que ha predominado durante siglos y China será el nuevo hegemón en algún momento de este siglo.
Aunque Estados Unidos ha intentado frenar los progresos chinos con restricciones a la exportación de semiconductores de alta gama, el gobierno de Pekín está logrando sortear estas restricciones. No solo eso, China está logrando producir sus propios chips cada vez más avanzados. Los límites impuestos por EEUU han agudizado el ingenio de una China que ya parece lanzada hacia el liderazgo de la tecnología global y la economía. Las empresas chinas y Pekín parecen decididas a sortear las limitaciones mediante la construcción de un sistema descentralizado de potencia computacional.
Todo hace indicar que China se va a convertir antes o después en la mayor potencia tecnológica. China planea entrenar a la IA en dichos centros. El miedo de EEUU y Occidente en general es que Pekín logre lo que busca todo el mundo: desarrollar lo que se conoce como 'superinteligencia artificial'. La superinteligencia artificial (SIA) es un concepto teórico que describe una inteligencia artificial que supera la inteligencia humana en todas las áreas, incluyendo la creatividad, la resolución de problemas y la comprensión emocional. Es decir, un sistema de IA con capacidades cognitivas mucho mayores que las de cualquier ser humano. Esta SIA se podría aplicar en un mundo futurista a robots, armas y ordenadores. El país que primero halle el secreto de esta SIA tendrá la capacidad para dominar el mundo, ya sea para bien o para mal.
En un reciente informe de Morgan Stanley se destacaba que "China se está convirtiendo en un líder mundial en IA gracias al apoyo gubernamental y a su enfoque en la eficiencia computacional. Además, La industria de IA del país y los sectores relacionados podrían convertirse en un mercado valorado en 1,4 billones de dólares para 2030. Las inversiones chinas en IA podrían alcanzar el punto de equilibrio para 2028 y generar una rentabilidad del 52% sobre el capital invertido para 2030".
No obstante, la frase más lapidaría de este informe de un banco americano fue la siguiente: "Los controles de exportación de EEUU podrían crear barreras para el desarrollo de la IA en China, pero no detendrán su progreso. Es probable que la IA impulse el crecimiento del PIB de China al impulsar la inversión en los próximos dos o tres años y mejorar la productividad a largo plazo", destacaban desde el banco de inversión.
Preocupación en EEUU
Con todo, "un proyecto de tal envergadura genera preocupación en Washington, donde las autoridades restringieron en 2022 la venta de chips de última generación de Nvidia a China por miedo a que la IA avanzada dé a Pekín una ventaja militar. Sin embargo, los documentos chinos no explican cómo las empresas planean hacerse con los chips, cuya compra legal requiere licencias del gobierno estadounidense que no se han concedido. Las compañías implicadas, así como representantes estatales y del gobierno central en Pekín, se negaron a hacer comentarios", explican desde Bloomberg.
James Mayger, periodista de Bloomberg especializado en China, ha viajado hasta el desierto de Sinkiang para estudiar y analizar in situ la situación. Además, para evaluar si las entidades chinas podrían obtener de forma realista tal cantidad de procesadores restringidos, Bloomberg habló con más de una docena de personas relacionadas con investigaciones del gobierno estadounidense, además de otras con conocimiento directo del mercado negro en China. Ninguna de las fuentes familiarizadas con las investigaciones dijo tener conocimiento previo de la construcción de estos centros de datos en Sinkiang. Todos coincidieron en que, aunque es probable que haya chips prohibidos en China, desconocen una red de contrabando tan sofisticada como para adquirir más de 100.000 unidades y trasladarlas a un único lugar.
El proyecto se sostiene sobre una doble base estratégica. Por un lado, las condiciones naturales de Sinkiang (clima fresco por las ncohes, bajos costes de suelo y abundancia de energías renovables) ofrecen un entorno idóneo para mantener operativos miles de servidores. Por otro, la implicación de empresas estatales como Nyocor, especializada en energía solar y eólica, revela el respaldo del gobierno central a este modelo híbrido entre sostenibilidad y tecnología punta. Nyocor está construyendo un centro con 625 servidores que requerirá más de 2.000 chips H100, uno de los modelos más avanzados de Nvidia.
La paradoja de los chips
La paradoja es que, mientras Washington intenta evitar que estos chips lleguen a China, la propia estructura del mercado global permite a empresas chinas adquirirlos a través de canales alternativos, hacen los suyos propios (quitan cuota de mercado a Nvidia) o bien proyectan centros de datos con la intención de acogerlos en el futuro. Aunque Nvidia niega ofrecer soporte o mantenimiento para productos restringidos, los documentos revisados por Bloomberg confirman que las inversiones están en marcha y que las compañías implicadas están decididas a continuar.
La magnitud del plan es tal que algunos centros contarán con más de 100.000 chips, una cantidad suficiente (según los estándares de Silicon Valley) para desarrollar modelos de IA de última generación comparables a ChatGPT o Gemini. China no solo quiere competir: quiere liderar. Su objetivo es crear un sistema donde cualquier empresa del país, grande o pequeña, pueda acceder a potencia computacional de forma remota, rápida y flexible, como si se tratase de abrir un grifo de agua.
Esta visión contrasta con el modelo estadounidense, donde la mayoría del poder computacional está concentrado en unas pocas manos: OpenAI, Alphabet, Amazon o Meta. Al transformar la inteligencia artificial en un servicio público distribuido, China aspira a impulsar una explosión de innovación descentralizada que no dependa de grandes conglomerados, sino de desarrolladores individuales y startups que puedan trabajar desde cualquier punto del país.
Uno de los clientes clave de este sistema es Infinigence AI, una empresa emergente fundada en 2023, pero que presenta un crecimiento espectacular. Su CEO ha afirmado que su misión es facilitar el acceso a la computación para toda la comunidad de desarrolladores del país. Si logran ejecutar esta visión a escala nacional, podrían convertir a China en el mayor ecosistema de IA abierta del planeta.
El verdadero desafío radica en cerrar el círculo: no basta con tener centros de datos y chips avanzados. China necesita desarrollar sus propios semiconductores de alta gama para sustituir a los de Nvidia. De lo contrario, su estrategia seguirá siendo vulnerable a los vaivenes de la geopolítica y al control estadounidense sobre la cadena global de semiconductores. Los expertos aseguran que la industria de chips china se encuentra en un punto de inflexión: el debate gira en torno a la suficiencia y la inversión para producir chips avanzados o la búsqueda de vías para su importación esquivando los obstáculos de EEUU. El objetivo es llegar a la superinteligencia artificial sea como sea.
Pese a estas limitaciones, lo encontrado por Bloomberg en Sinkiang y Qinghai demuestra que China está dispuesta a invertir y experimentar a gran escala. Su apuesta por una red nacional de IA impulsada por energía verde y accesible para todo el país refleja un enfoque industrial inédito en el mundo occidental, donde la IA sigue siendo un coto cerrado de grandes tecnológicas.
Si Pekín consigue coordinar esta infraestructura con avances propios en chips, software y conectividad, la ofensiva tecnológica que se inicia en el desierto podría convertirse en el jaque mate definitivo al dominio tecnológico de Estados Unidos.