
Desde hace décadas, la frase "made in China" se ha convertido en un habitual de cualquier teléfono móvil. Casi todas las grandes marcas de 'smartphones' del mundo confiaban en el gigante asiático para producir sus aparatos. Pero los aranceles de Donald Trump han dado un golpe histórico a este mercado: en cuestión de meses, las importaciones de teléfonos desde ese país se han hundido a niveles inimaginables hasta hace bien poco. Una situación que está reconfigurando la cadena de suministro de estos aparatos, y que amenaza con provocar problemas serios de abastecimiento en EEUU.
Los datos del Departamento de Comercio de EEUU revelan la gravedad del golpe. Mientras que en enero y febrero las importaciones de teléfonos chinos se mantenían en niveles normales para esa época del año, en marzo empezaron a caer y en abril sufrieron un derrumbe completo: de 7,5 millones de unidades en 2024 a apenas 2,1 millones importadas en 2025. Y las cifras adelantadas de mayo, aún por detallar, apuntan a que la cifra ha seguido derrumbándose hasta caer por debajo del millón. Un agujero gigantesco en una de las principales relaciones comerciales del mundo: en 2024, EEUU importó el 70% de sus teléfonos móviles desde China, con India y Vietnam a la zaga, y Hong Kong y Corea del Sur como pequeños invitados.
El sueño de Trump era que todos esos teléfonos pasaran a producirse en EEUU. Pero la realidad es tozuda, como él mismo ha reconocido con su 'Trump Phone', y la fabricación en Asia sigue siendo la opción más atractiva para los fabricantes. El resultado es que la producción no se ha vuelto a EEUU, sino que ha pasado de golpe a India y Vietnam. Especialmente India ha disparado su producción, de unas 900.000 unidades en marzo y abril de 2023 a 5,5 millones en marzo de este año y 2,9 en abril.
La explicación tiene lógica: el arancel disparatado del 135% a las importaciones chinas hasta mayo. Desde entonces, la cifra ha bajado al 30%, pero sigue siendo superior al 10% aplicado a India y Vietnam. Incluso con el acuerdo reciente, los teléfonos vietnamitas soportarán una tasa del 20%, de nuevo inferior a la de China. Y aún queda ver la que se llevará India, pero no parece muy probable que sea superior a la china.
El problema es que el traslado de la producción no es suficiente. En marzo, las importaciones indias se dispararon para 'abrir un colchón', como ocurrió con muchas otras importaciones. Pero ese colchón desapareció rápido: en abril se importaron 4 millones de teléfonos menos que en 2024, sumando los tres países. Según el economista Joseph Politano, "los teléfonos no fabricados en China todavía están lejos de ser suficientes para compensar el déficit" causado por la caída de las exportaciones chinas. Si las cifras del gigante asiático no remontan rápidamente, el país se puede encontrar con una escasez de smartphones de cara a la importantísima campaña navideña.
A eso se le suma el añadido del muro arancelario levantado por Trump. Un informe de Berenberg, publicado el pasado mes, apunta a que las empresas tienen inventarios para aguantar hasta finales de julio. Considerando el tiempo que se tarda en fletar un barco desde Asia y transportar los productos por EEUU, entre mes y medio y dos meses, eso les obligaría a hacer sus pedidos ya. Y los aranceles que estén pagando hoy se harán notar dentro de poco en las estanterías. En eso están de acuerdo tanto la Reserva Federal como numerosos analistas, como Muzinich & Co, ING o Berenberg, que ya dan por hecho que los aranceles provocarán una subida generalizada de precios en EEUU en los próximos meses. Y el sector de la telefonía no se iba a librar.
Apple tiene la clave
Y la culpa de este problema es el modelo de negocio que ha hecho rica a Apple. La firma de la manzana no quiere tener inventarios, y quiere que los teléfonos aterricen en EEUU prácticamente horas antes de ponerse a la venta en los estantes. Para ello, necesita que sus fábricas estén operando todos los días del año, produciendo prácticamente al ritmo al que calculan que se venderán en un par de semanas. China le puso la alfombra roja, construyendo enormes ciudades con fábricas y plantas de proveedores. La 'iPhone city', Zhengzhou, dirigida por su principal suministrador, Foxconn, ha garantizado una producción constante durante años.
Pero Foxconn ha empezado a salir de China, para evitar un escenario como el actual. En los últimos años, ha ido abriendo plantas en India. Y ha aprovechado esta coyuntura para dar el giro: los teléfonos fabricados en India ahora se destinan casi por completo a la exportación a EEUU; los de China van a Europa. Una forma de evitar los aranceles que muchos de los otros fabricantes están siguiendo.
El resultado es que los teléfonos de China suponen cada vez un porcentaje menor, y las cadenas de suministro son cada vez más complejas: China sigue fabricando piezas en su 'iPhone city', pero ahora esos cristales o cámaras viajan a India para ser ensambladas allí. Un proceso que aumenta el coste aún más, y que puede acabar convirtiendo a India en el nuevo enemigo de Trump.
La otra clave es que, por mucho que el secretario de Comercio de EEUU, Howard Lutnick, sueñe con recuperar "las líneas de trabajadores estadounidenses atornillando iPhones", la mano de obra y el coste de las piezas que ofrecen los países asiáticos siguen siendo muy inferiores a las de EEUU. Pero si los aranceles a esos tres países suben al 20%-30% para finales de verano, cuando empieza la producción a todo tren de cara a la temporada de compras navideñas, los efectos sobre los precios pueden dejar en 'shock' a los compradores.
La escena de batallas campales para comprar iPhones a 3.500 dólares la unidad no es, quizá, la mejor forma de vender las bondades de los aranceles a los ciudadanos de EEUU.