Aunque a primera vista pueda parecer un simple orificio para insertar la llave, su función va mucho más allá de eso. En realidad, este pequeño detalle de diseño cumple varias tareas importantes que contribuyen a la seguridad y durabilidad del candado.
El agujerito del candado actúa como un punto de acceso para el mantenimiento y la lubricación. Con el tiempo y el uso, el mecanismo interno de un candado puede acumular polvo, suciedad o incluso óxido, lo que dificulta su funcionamiento.
A través de este pequeño orificio, se puede introducir aceite lubricante específico para cerraduras, permitiendo que los componentes internos se muevan suavemente y prolongando la vida útil del candado. Este mantenimiento preventivo es esencial para asegurar que el candado siga cumpliendo su función de seguridad de manera eficaz.
Además, el agujerito del candado puede tener una función de drenaje. En entornos exteriores donde los candados están expuestos a la lluvia o la humedad, este pequeño orificio permite que el agua que pueda haber entrado en el mecanismo interno se drene, evitando así la corrosión y el agarrotamiento de las piezas.
Desde una perspectiva de seguridad, aunque parezca contradictorio, el agujerito del candado también puede jugar un papel, aunque indirecto, en dificultar ciertos métodos de manipulación. Un diseño bien pensado del orificio puede hacer que sea más complicado para los intrusos acceder al mecanismo interno con herramientas no autorizadas.
La forma, la profundidad y la presencia de elementos internos justo detrás del orificio pueden actuar como una barrera adicional contra técnicas de ganzuado o manipulación.