Tecnología

Apple contra los aranceles de Trump: su plan para que el iPhone no suba de precio

Las cuentas ya están hechas. Con los planes arancelarios de Donald Trump un iPhone podría llegar a costar entre 3.000 y 3.500 euros o dólares en sus modelos más avanzados. Hablamos de un freno al consumo que, desde luego, supone un tiro en el pie para una compañía americana como Apple, pero que se ve afectada por los aranceles al concentrar su producción en China e India.

Ante estos problemas, Apple planea aumentar los envíos de iPhones desde sus fábricas en India hacia Estados Unidos. Esta medida, reportada por The Indian Times y recogida también por The Wall Street Journal, se considera provisional mientras Apple intenta conseguir una exención tarifaria similar a la que obtuvo en el mandato anterior de Trump.

De hecho, las acciones de Apple han caído cerca de un 20 por ciento desde que se anunciaron los aranceles, y los analistas de JPMorgan advierten que la compañía tendría que subir los precios un 6?% si no obtiene la exención.

La pregunta es: ¿Puede una empresa de tecnología, por muy grande que sea, escapar del alcance de la geopolítica?

Apple busca una salida en forma de aviones desde India

Desde hace años, Apple coquetea con la idea de diversificar su cadena de producción. Las tensiones entre Estados Unidos y China ya no son episodios aislados: se han convertido en una constante del escenario económico global. Apple lo sabe, y por eso ha multiplicado su presencia en India, donde Foxconn y otros proveedores ya ensamblan algunos modelos de iPhone.

Según The Wall Street Journal, Apple pretende aumentar temporalmente los envíos de iPhones producidos en India hacia el mercado estadounidense, en un intento por reducir el impacto de los nuevos aranceles mientras negocia una exención con el gobierno de Trump.

De hecho, según informaciones locales ya habría enviado a finales de marzo 5 aviones repletos de iPhone para tener inventario en Estados Unidos antes de la subida comercial.

¿Un cambio de fase o un simple parche?

La pregunta de fondo es si esta decisión representa una transición estructural o una maniobra táctica. La historia de Apple con China no es menor. Durante más de dos décadas, el gigante asiático no solo ha sido su fábrica global, sino también un mercado clave. La interdependencia entre Apple y China va más allá de lo económico: es una simbiosis técnica, logística y política.

Vista esta dependencia, Apple comenzó a diversificar su fabricación en India o Vietnam, pero estos países también se han visto afectados por la fiebre arancelaria de Trump.

Las políticas proteccionistas de Estados Unidos, combinadas con la creciente rivalidad tecnológica con China, han puesto en jaque un modelo que parecía inquebrantable.

El coste político y financiero de la decisión

Apple no solo debe lidiar con retos logísticos. El traslado parcial de la producción a India que lleva un tiempo haciendo también implica un delicado juego diplomático.

JPMorgan estima que, si Apple no consigue una exención en sus productos sobre estos aranceles tendría que subir los precios de sus productos en torno a al menos un 6 por ciento para compensar el impacto de los aranceles. Eso en un contexto donde las ventas globales de smartphones están estancadas y los consumidores son más sensibles al precio que nunca.

Además, las acciones de Apple han perdido cerca de un 20 por ciento de su valor desde que se anunciaron los nuevos aranceles. El mercado interpreta este escenario como una amenaza directa a los márgenes de beneficio de la empresa, incluso si a largo plazo la diversificación productiva pudiera fortalecerla.

La situación de Apple refleja un dilema mayor: la tensión entre la globalización económica y la fragmentación política. En un mundo donde las marcas son globales pero las políticas son nacionales, ¿hasta qué punto puede una empresa mantenerse ajena al clima geopolítico?

Apple ha prometido invertir más de 500.000 millones de dólares en Estados Unidos durante los próximos cuatro años. Es un gesto que busca ganarse la simpatía del poder político, pero también proteger su modelo de negocio. Mientras tanto, multiplica acuerdos y plantas en India, Filipinas y Vietnam, tratando de que ninguna dependencia vuelva a poner en jaque su estabilidad.

La paradoja está servida: cuanto más global es la empresa, más vulnerable es a las decisiones locales.

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