
"La función más importante de la nanotecnología en el cuerpo humano será la ampliación del cerebro, que con el tiempo llegará a ser no biológico en un 99%". Así lo escribe en su último libro el investigador principal y visionario de la Inteligencia Artificial (IA) en Google, Ray Kurzweil. Para ponerle título a la obra no parece que haya recurrido a ninguna herramienta sofisticada. Si en 2005 publicó que 'La singularidad está cerca', ahora concluye que 'La singularidad está más cerca'.
En sus casi 500 páginas, Ray Kurzweil desgrana los acontecimientos e hitos que nos pueden aproximar a ese momento en el que casi nos fusionemos con las máquinas. Pero démosle un voto de confianza. Bill Gates, fundador de Microsoft, dice de Kurzweil que "es el mejor prediciendo el futuro de la IA". El también fundador de la Universidad de la Singularidad de Silicon Valley con Google y la NASA pronostica que para 2029 la IA superará los niveles de la mente humana, y que para 2045 expandirá la inteligencia humana "un millón de veces en formas inimaginables al conectar nuestros cerebros directamente a la nube".
Aclara desde el principio que este libro aborda la fase final de aproximación a la singularidad. Puestos a ofrecer una definición de ese estado, explica que "la singularidad es la creación de un ser superior modificado por la ingeniería genética, alimentado y auspiciado por la IA e interconectado con otros cerebros". Kurzweil reconoce que utiliza el término como una metáfora por "nuestra incapacidad para comprender un cambio tan radical con el actual nivel de inteligencia de la especie humana".
Admite desde el principio del libro que "aún quedan por resolver muchos desafíos tecnológicos antes de llegar a la singularidad". Pero confía en que la nanotecnología permitirá ampliar el cerebro humano con nuevas capas de neuronas virtuales en la nube. "De esta forma, nos fusionaremos con la IA y ampliaremos nuestras habilidades con una potencia de cálculo que multiplicará por varios millones las capacidades que nos dio la naturaleza".
"Durante la próxima década, las personas van a interactuar con una IA que parecerá de verdad un ser humano, y las interfaces cerebro-ordenador más sencillas tendrán un gran impacto en la vida cotidiana, de forma parecida a los smartphones en el momento actual". Admite igualmente que todos nos enfrentaremos a diversos peligros por el mal uso, accidental o intencionado, de estas nuevas capacidades. Pero deja claro que "si podemos afrontar los desafíos científicos, éticos, sociales y políticos que plantearán estos avances, en 2045 transformaremos profundamente la vida en la Tierra".
Tras enumerar todos los avances conseguidos en estos últimos años, reconoce que vamos por buen camino para poder recrear un día esas capacidades del neocórtex. Justifica ese progreso por la mejora de la relación precio-rendimiento de la potencia de cálculo, que abarata mucho el entrenamiento de las grandes redes neuronales, así como por la creciente disponibilidad de datos más amplios y valiosos y de unos algoritmos mejorados.
En su libro, Ray Kurzweil utiliza diferentes imágenes o ejemplos para mostrar hacia dónde nos dirigimos. "Es mucho más útil y preciso ver la inteligencia humana como un abundante conjunto de distintas habilidades cognitivas. Compartimos algunas, como la habilidad para reconocernos ante un espejo, con animales inteligentes como los elefantes o los chimpancés. Otras, como componer música, son exclusivas de los seres humanos, pero varían mucho entre personas. Cuando desarrollemos una IA con los conocimientos necesarios en programación para que ella misma se atribuya mayores capacidades en este ámbito, se producirá un bucle de retroalimentación positivo", anuncia.
Pero ¿será posible esa integración con las máquinas teniendo en cuenta que un cerebro humano conserva la misma estructura desde la Edad de Piedra? Kurzweil tiene respuesta para todo: "Cuando podamos ampliar el neocórtex, durante las décadas de 2030 y 2040, no sólo añadiremos más potencia al cerebro para resolver problemas abstractos, sino que también estaremos incrementando la profundidad de nuestra propia experiencia subjetiva". Y admite acto seguido que en esa incorporación de la IA "en realidad también vamos a reconstruirnos a nosotros mismos".
Por lo que leemos en este libro, no solo La singularidad está más cerca, sino que "la fusión con una IA superinteligente será una conquista muy valiosa" que debemos entender como el primer paso hacia una evolución más intensa: "Cuando el cerebro humano pueda guardarse en un sustrato digital más avanzado, el poder para modificarnos a nosotros mismos podrá materializarse del todo".
También pronostica que "cuando la nanotecnología posibilite la ingeniería a escala molecular, seremos capaces de crear cuerpos artificiales mucho más avanzados de lo que la biología nos permite". Nos preguntamos entonces si esa evolución estará disponible por igual para todos los seres humanos o si solo para aquellos privilegiados que puedan costeársela. "Algunas personas expresarán sus reservas morales por cuestiones de desigualdad. Una de las críticas habituales a estas predicciones es que sólo los ricos podrán permitirse las tecnologías para la prolongación radical de la vida. Mi respuesta es apelar a la historia del teléfono móvil. No cabe ninguna duda de que tenías que ser muy rico para poder permitirte un teléfono móvil hace sólo 30 años, y lo cierto es que aquellos aparatos tampoco funcionaban demasiado bien. Hoy hay miles de millones de teléfonos móviles y sirven para hacer muchas más cosas que una simple llamada. Ahora son una especie de prolongadores de la memoria que nos permiten acceder a la práctica totalidad del conocimiento humano. Al principio, estas tecnologías tenían un precio muy elevado y una funcionalidad muy reducida. Pero, en el momento en que se perfeccionan, resultan asequibles para casi cualquier persona. Y la razón es la mejora exponencial de la relación precio-rendimiento inherente a las tecnologías de la información". Concluye sobre este punto que casi nunca competiremos contra la inteligencia artificial, igual que hoy no competimos con los smartphones.
Los cambios están quizá más cerca de lo que pudiéramos pensar. Kurzweil escribe que la década de 2030 marcará el inicio de la tercera fase de la prolongación de la vida, que consistirá en utilizar la nanotecnología para superar las limitaciones de los órganos biológicos. "Los nanorrobots médicos serán capaces de examinar cada célula y determinar si es cancerígena o no, para después destruir todas las malignas. Cuando los nanorrobots puedan reparar o destruir de forma selectiva cada célula concreta, podremos dominar por completo nuestra propia biología", barrunta este visionario.
Explica entonces que "la función más importante de la nanotecnología en el cuerpo humano será la ampliación del cerebro, que con el tiempo llegará a ser no biológico en un 99%". Estos nanorrobots en el tejido cerebral podrían utilizarse para reparar daños o sustituir a las neuronas que han dejado de funcionar. También piensa en la posibilidad de que al conectar el cerebro a ordenadores ofrecería la posibilidad de controlar una máquina con el pensamiento.
El visionario de la IA en Google no se olvida de los posibles peligros porque igual que todos esos avances "van a mejorar miles de millones de vidas, también incrementarán los riesgos para nuestra especie". Añade que "hay buenos motivos para creer que nuestra civilización superará todos los peligros; no porque las amenazas no sean reales, sino porque es mucho lo que nos estamos jugando".
Puestos a citar ejemplos de amenazas nuevas, habla de armas nanotecnológicas que podrían incluir drones diminutos que suministran un veneno a sus objetivos sin ser detectados; nanorrobots que entran en el cuerpo a través del agua o de un aerosol y lo destrozan desde dentro; o sistemas que atacan de manera selectiva a ciertos grupos de personas con una descripción determinada.
"En la actualidad, ya somos una civilización hombre-máquina. Al final, la medida más relevante que podemos adoptar para que la IA sea segura es proteger y mejorar la gobernanza humana y las instituciones sociales. La mejor manera de evitar un conflicto destructivo en el futuro es impulsar el progreso de los ideales éticos, que ya han reducido la violencia de forma considerable en las décadas y siglos recientes", concluye.